La Selección argentina es campeona del Mundo y todos se rinden a sus pies. Tras derrotar por 3 a 2 en tiempo suplementario a Francia consiguió la Copa que esperaba hace 36 años y además el regalo para Lionel Messi, quien hoy vuelve a demostrar que es el mejor futbolista de la historia y también ganador de un mundial.
El combinado albiceleste dio cátedra en la primera parte y con dos tantos del capitán argentino y de Ángel Di María, la Selección se fue al descanso por dos tantos arriba, pero en el final de la segunda parte un vendaval francés igualó las acciones en cuestión de pocos.
El descuento llegó de penal y ya sin Di María en cancha, quien dejó el campo de juego en reemplazo Marcos Acuña. Kylian Mbappé lanzó un fuerte remato al palo derecho de Emiliano "Dibu" Martínez que el arquero llegó a tocar pero no logró desviar y terminó en el grito galo.
La igualdad, en tanto, llegó apenas un minuto después en los pies del mismo goleador, que capitalizó la confusión argentina para sacar un gran volea cruzada al segundo palo y marcar el segundo gol de su seleccionado.
Ya en tiempo suplementario, Scaloni metió mano en el banco para volver a darle aire a la Selección y envió al campo de juego a Lautaro Martínez en reemplazo de Julián Álvarez y a Leandro Paredes por Rodrigo De Paul. Argentina recuperó el juego y tuvo varias chances de estirar la ventaja hasta que a los 107' el capitán argentino se encontró con un rebote en la puerta del área chica y volvió a marcar.
Cuando todo parecía que finalmente la Selección conseguiría su tercera corona, el conjunto europeo volvió a castigar. Fue una mano de Gonzalo Molina la que volvió a darle la chance a Mbappé desde los 12 pasos para igualar una vez más las acciones y el delantero francés marcó el tercero de su cuenta personal para enviar la definición a los penales.
La infartante definición llegó en los penales. Con todas las esperanzas argentinas depositadas en Dibu, el arquero argentino se volvió a vestir de héroe y con una tapada extraordinaria encaminó la serie que terminó inclinándose en favor del conjunto nacional para volver a gritar campeón del mundo.
EL RECORRIDO DE ARGENTINA EN EL MUNDIAL
Nada fue fácil para el conjunto albiceleste. A pesar de traer un invicto de 36 partidos, confianza, buen rendimiento individual de sus jugadores y una manera clara de jugar, en el partido del debut todo parecía quedar en un segundo plano. La derrota frente a Arabia Saudita sembró dudas alrededor de un grupo que se había acostumbrado al éxito y tenía que reponerse.

Con la obligación de tener que ganar para no irse a casa, el equipo de Scaloni sacó a relucir su mejor versión. Claramente fue de menor a mayor. En el 2 a 0 con México, le bastaron 30 minutos de buen juego para quedarse con el partido. Frente a una tibia Polonia, no tuvo sobresaltos y con un idéntico resultado que el conseguido con los mexicanos, Argentina selló su pase a los octavos de final.
En esa instancia, se notó que para el equipo “empezó otro Mundial”. Con Messi en su máxima expresión, siendo amo y señor dentro del terreno, escudado por De Paul, Enzo Fernández, Cuti Romero, Otamendi, la seguridad en el arco del Dibu Martínez y Julián Álvarez como la gran revelación, la Selección fue demostrando cada vez menos fisuras y brindó una gran imagen.

Australia pudo empatar sobre el final, pero el 2 a 1 conseguido, fue justo y el pase a la siguiente fase no tuvo reproches. Los cuartos de final le pusieron enfrente a Países Bajos (antigua Holanda), un “viejo conocido” al cual superó en gran parte del partido, pero que le terminó empatando 2 a 2 en el minuto final, y luego lo eliminó con los penales atajados por el Dibu y el último convertido por Lautaro Martínez.
Al narrar y detallar el paso a paso, parece más fácil de lo que realmente fue. Decir que en la semifinal la Selección argentina ganó 3 a 0 de manera clara y contundente, da la impresión de que fue un trámite sencillo, pero no. Frente a Croacia, el conjunto de Scaloni jugó el mejor partido del Mundial -y quizás desde que el DT está en su cargo-. Argentina delegó la tenencia de la pelota en gran parte del encuentro, pero no por eso entregó el protagonismo, y jugando de contraataque consiguió abrir el marcador y consumar una victoria abultada y justa.

Ya en la final contra Francia, lo que entraba en juego no era solamente la calidad individual y colectiva de los jugadores, sino que también las presiones de cada uno de los jugadores para no desaprovechar la posibilidad de levantar el trofeo máximo en la historia del fútbol. Ese contexto, el mejor que supo asimilarlo y enfrentarlo fue el combinado argentino, que se aferró a la conducción de Messi dentro del campo de juego y a lo dispuesto por Scaloni desde el banco, una mezcla justa que dio como resultado la tercera Copa del Mundo para nuestro país.