Este martes se cumplen 30 años del cuádruple femicidio perpetrado por Ricardo Barreda en su domicilio de 48 entre 11 y 12. La propiedad está abandonada desde ese momento y será reconvertida en un espacio para la memoria y la atención a víctimas de violencia de género.
La imponente casona fue abierta a fines 2018, 26 años después de los crímenes ocurridos en 1992, con el objetivo de filmar un documental sobre los crímenes que sucedieron en ese lugar. En aquella oportunidad, 0221.com.ar pudo tomar imágenes exclusivas del estado de la vivienda. la cual nadie volvió a habitar desde la masacre y la condena del homicida.
Entre los escombros, la tierra y el moho en las paredes de la casona quedaron en pausa los movimientos familiares de aquel domingo primaveral del 15 de noviembre de 1992, cuando Barreda mató a escopetazos a Gladys McDonald (57), a Elena Arreche (86) y a sus hijas Cecilia (26) y Adriana (24). Luego, tiró el arma en el Arroyo El Gato, camino a Punta Lara, fue a un hotel de alojamiento con su amante y volvió a la casa para denunciar los crímenes. Pero terminó confesando ante el subcomisario Ángel Petti. Y se inició el relato que se mantiene hasta la actualidad: aseguró que las mujeres lo maltrataban, que le decían "Conchita", hasta que se hartó y las mató. En 1995, lo condenaron a prisión perpetua y estuvo 18 años en el penal de Gorina.
Cuando el odontólogo perpetró la masacre, no existía la figura de "femicidio", sino que se incorporó exactamente 20 años después, cuando la Cámara de Diputados aprobó el proyecto para modificar el artículo 80 del Código Penal. Si bien ya no se habla de crímenes pasionales para referirse a los homicidios de mujeres por razones de género, todavía hay quienes veneran al asesino.
La vieja casona se encuentra detenida en el tiempo, con un notable deterioro producto del abandono y en pleno proceso de expropiación a partir de una iniciativa para utilizarla como centro dedicado a la prevención de violencia de género.
Las tareas para abrir este espacio comenzaron el 22 de septiembre, cuando una grúa se estacionó sobre la vereda del inmueble y extrajo el Ford Falcon verde, que el momento de los crímenes era relativamente nuevo ya que es modelo 1989, y el antiguo DKW blanco. Ambos fueron trasladados en un operativo que autorizó la Justicia Civil y Comercial N° 17, que tiene a su cargo el proceso de sucesión de los bienes del asesino múltiple.
Los autos fueron trasladados con el objetivo de despejar el lugar para que avance el proceso de reconversión de vivienda después de que la Legislatura bonaerense votara la expropiación y el Ministerio de las Mujeres provincial se hiciera cargo de la siguiente etapa. Ese organismo es el que se encargará de concretar el traspaso del dominio hacia el Estado. Y luego, como quedó expresado en esa misma ley, será la Municipalidad de La Plata la encargada de desarrollar en el inmueble un espacio público destinado a la contención y asistencia de las mujeres víctimas de violencia.
Barreda terminó sus días en un geriátrico de José C. Paz y aseguraba no recordar los asesinatos de su esposa, dos hijas y su suegra. Tras su muerte a los 83 años, se reflotaron las estampitas con su cara, las canciones de rock y las insólitas defensas: pese al avance y al debate encabezado por el movimiento feminista, persiste la idolatría del homicida en ciertos sectores de la sociedad.
Con su fallecimiento, se reflotó la contienda judicial por la herencia patrimonial de la casa de calle 48, además de una casa de veraneo en Mar del Plata (que se encuentra usurpada); un terreno en la provincia de Buenos Aires; y el Falcon, el DKW y una motoneta de marca Siambretta.
Mientras tuvo fuerza, Barreda dio pelea por recuperar parte de sus bienes materiales que obtuvo mientras estuvo en familia. Luego de que el Estado provincial le expropiara el inmueble, planteó una contrademanda tramitada en el fuero Contencioso Administrativo de La Plata y buscó un resarcimiento económico que nunca llegó. Con su muerte, esa contrademanda se cerró.