miércoles 12 de noviembre de 2025

Habló la denunciante del cura Raúl Sidders: "El silencio es cómplice y mata por dentro"

La joven de 27 años denunció penalmente al cura que ejercía en la escuela platense San Vicente de Paul, y aseguró que "abusó de decenas de adolescentes".

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Una joven de 27 años, identificada como Rocío para proteger su identidad, denunció penalmente al cura Raúl Sidders por haber abusado de ella desde los 11 hasta los 14 años en el colegio San Vicente de Paul.

En una producción conjunta del diario Pulso con La Izquierda Diario, los periodistas Estefanía Velo Daniel Satur rescataron el testimonio de la joven y brindaron detalles sobre los aberrantes abusos psicológicos, espirituales y físicos a los que el religioso sometió a la por entonces niña.

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Actualmente, Sidders espera la aprobación del ministerio de Seguridad de la Nación para ser nombrado con el cargo de capellán del Escuadrón de Gendarmería de Puerto Iguazú, puesto para el que lo propuso el exobispo auxiliar de La Plata y actual obispo de la diócesis de esa ciudad misionera, Nicolás Baisi.

Después de haber radicado la denuncia penal por abuso sexual agravado, y de su primera declaración testimonial ante el fiscal Álvaro Garganta, titular de la UFI N° 11 de La Plata, la joven aseguró a los periodistas que Sidders "estaba en todas, era como una plaga. A cualquier lugar que ibas en la escuela te lo encontrabas. Siempre irrumpía en las clases para dar explicaciones, para llamarnos a misa o para confesarnos. Muchas veces entraba de manera prepotente, sin pedirle permiso al profesor o profesora que estuviese, y nos daba explicaciones sobre “lo que quiere Dios”, porque se considera un enviado de Cristo".

Además, explicó que sus charlas "eran casi todas misóginas y homofóbicas. Una vez nos habló en contra de la homosexualidad haciendo un dibujo de un camino hacia las puertas del cielo y en el medio un abismo. Nos decía que los homosexuales se iban a caer en ese abismo para entrar al infierno, porque no eran personas normales. Y que Dios no los iba a aceptar nunca. Lo escuché hablar despectivamente de compañeras, les decía “yeguas”, “zorras” si estaban maquilladas o tenían pollera corta. Nos decía que las mujeres solo sabíamos “comer, cojer y cagar”. Usaba esas palabras textuales".

Según pudo recogerse de varios de los testimonios que circularon en redes sociales, el religioso utilizaba los momentos de confesión para abusar de los menores de edad. "A veces nos hacía confesarnos a solas. En la capilla o en algún aula vacía. Hay que aclarar que en ese momento la capilla era cerrada y con una puerta muy muy pesada de madera. Sé que hace no mucho tiempo la cambiaron por una puerta de vidrio. Pero esa puerta de madera impedía ver qué pasaba adentro de la capilla. Sidders ahí tenía un espacio aparte, con un ropero y una cama. A todos nos parecía raro que hubiera una cama, si nadie vivía ahí. A ese espacio nunca me llevó él. Pero yo lo vi cuando me metía en la capilla, a escondidas, a chusmear en los recreos. Era una nena", contó Rocío.

Ella asistió a la escuela San Vicente desde el jardín de infantes, "pero hasta los once años no había tenido problemas con el cura. A esa edad me empezó a llamar a solas, a la capilla. Nos sentábamos en un banco, los dos solos. Primero empezó preguntándome si había visto alguna vez a mis papás tener relaciones sexuales, si había visto a mi papá desnudo, si sabía lo qué era un pene. Al otro año yo ya estaba en sexto y empeoró. Me preguntaba si sabía masturbarme y hasta me explicó con sus dedos, sin tocarme, cómo tenía que hacer. Pero me sugirió que lo hiciera pensando en él y que luego le contara. En la siguiente confesión me preguntó si lo había hecho. Le dije que no y me preguntó por qué. Respondí “no sé”. Se enojó y me dijo “¿por qué no lo hiciste si yo te dije que lo hagas? Vos tenés que estar preparada porque la mujer tiene que complacer al hombre siempre. Y preservativos no hay que usar, porque el fin de las relaciones sexuales es procrear y complacer al hombre”. También me decía que (si llegaba a casarme) no me podía negar a mi marido por más que yo no quisiera. Y que como tenía que complacerlo al menos tenía que saber hacer una felación. Hasta me explicó con su lengua y su mano cómo hacerlo. Eso no me lo pude olvidar nunca más", contó Rocío.

Y agregó que "ese mismo año nos dio una charla en la capilla, donde explicó quién es Dios. Y armó un concurso entre los tres cursos de sexto grado. Teníamos que escribir todo lo que él había dicho en esa charla. Quien escribiera mejor ganaba un premio en el buffet. Gané yo. Me llevó al buffet. Yo elegí unas galletitas y una gaseosa, pero me dijo que no, que podía llevar una sola cosa. De ahí me llevó a la capilla y volvió con lo de la masturbación y las felaciones. Lo peor es que me propuso enseñarme a mí y a un compañerito a tener relaciones sexuales, que nos iba a indicar todo mientras lo hacíamos. Me largué a llorar y le pedí que por favor no lo hiciera, que mis papás no lo iban a permitir y que yo no podía vivir una cosa así. Quiso tranquilizarme, me pidió que no dijera nada y me dijo que cuando fuera el momento lo iba a hacer".

Si bien "por un tiempo" Sidders dejó de acosarla, siempre la buscaba. "A mí y a mi mejor amiga nos ofrecía llevarnos a McDonald’s. Mi amiga por odio y yo por miedo, nunca aceptamos. Me acosaba mucho en las confesiones. Yo le contaba cosas personales, de situaciones que pasaban en mi casa, y él me terminaba diciendo que todo era culpa mía, porque no estaba cumpliendo lo que Dios quería para mí. Yo ya le tenía miedo, por su idea de hacerme tener relaciones con un alumno. Así que una vez, en otra confesión, cuando me preguntó si tenía novio le dije que había conocido a un chico. Ahí me dijo que tenía que tener relaciones o hacer una felación, pero pensando en él. Si no, Dios me iba a castigar a mí y a mí familia. Ese día sufrí mucho. Hasta que un día, en el recreo, con la excusa de que yo tenía las manos frías me hizo meterlas en su sotana, todo para hacerme sentir su erección", relató.

Eso fue cuando tenía 14 años, en octavo año. "Mi noveno año escolar arrancó con Sidders haciéndome lo mismo, poniendo mis manos en su sotana. Ahí decidí no ir nunca más a la escuela. Me hice la rata todo el año. Me iba al centro o a estar sola en una plaza", relató la joven. Cuando decidió contarle a sus padres, sin embargo, la primera reacción fue no creerle.

"Cuando decidí contarle todo a mí mamá le mandé un mensaje de texto (no había WhatsApp), diciéndole que quería hablar con ella porque no había estado yendo a la escuela. Y mí mamá en vez de esperar a hablar conmigo fue al colegio a hablar con la directora, Mabel Ieno, que le dijo que yo iba a calentar la silla y a molestar a mis compañeros. Una mentira, porque yo no entraba más, me rateaba. Y Mabel le dijo “o la saca usted o la sacamos nosotros y no la toman más en ninguna escuela”. Apenas nos vimos mi mamá estaba re enojada conmigo por lo que le había dicho Mabel. Tenía que buscarme una escuela nueva. Así que decidió castigarme sacándome el celular, prohibiéndome hablar con mis amigxs, sin computadora, sin nada. Me dio miedo y decidí callarme. Encima, como había prometido la directora, no me tomaron en ninguna escuela de La Plata y terminé yendo a una de otra ciudad. Me levantaba a las 5 de la mañana y no podía volver después de las 18", señaló.

En esa nueva escuela "traté de empezar una vida nueva, tapar todo lo que había vivido en el San Vicente, buscar nuevas amistades, olvidarme de todo. Y pensé que lo había logrado". Sin embargo los recuerdos regresaron en julio de este año, cuando leyó una nota que hablaba de la llegada de Sidders en un medio de Puerto Iguazú. "En los comentarios vi que lo llamaban “Frasquito” por hacer masturbar a los varones y eyacular en un frasco para luego el conservarlos. Cuando leí eso me hirvió la sangre. Pero lo que no pude soportar fueron los comentarios defendiéndolo. Ahí decidí hablar", explicó.

Por ese motivo se contactó con personas que acompañan y contienen a sobrevivientes de abuso sexual eclesiástico, como es el caso de Julieta Añazco, activista de la organización Por una Iglesia sin Abusos. "Me ayudaron muchísimo, me creyeron de una y me apoyaron en cada paso que di hasta radicar la denuncia. Yo sé que el silencio te mata por dentro, que el silencio es cómplice, que te lastima como a mí me lastimó tantos años. Y sé que no soy la única que sufrió abuso o acoso por parte de este sacerdote, si se lo puede llamar así. Pero cada quien es diferente, hace el proceso como puede y a las víctimas nos es muy difícil hablar", señaló Rocío.

Y planteó que su consejo para todos y todas aquellas que hayan sufrido abusos sexuales es "que no se callen más. Que no tengan miedo. Primero porque somos un montón que les creemos sin tener que preguntarles detalles escabrosos o nada que no quieran contar. No están solos ni solas. Segundo por ustedes mismos, porque hablar después de tantos años de silencio es sanador. Y tercero por empatía con los demás niños, niñas o adolescentes que pueden sufrir el mismo abuso, acoso o maltrato".

 En ese sentido, en las últimas horas comenzó a circular una convocatoria de "exalumnes, alumnes, padres y madres del colegio San Vicente de Paul" que acompañan y apoyan a Rocío en su denuncia contra el cura Raúl Sidders, en la que invitan a la sociedad a enviar su adhesión a la causa al mail [email protected] o bien una foto o video para expresar su apoyo, que será publicado en la página de facebook Rocío Yo Si Te Creo.  

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