viernes 29 de marzo de 2024

A 14 años, exigen que la causa de Julio López se recaratule como desaparición forzada

La víctima del terrorismo de Estado desapareció en 2006, luego de testificar en el juicio contra el represor Etchecolatz. La palabra de su hijo Rubén.

--:--

“La Justicia no hizo nada, se me ríen en la cara. Siempre que llega la fecha de su desaparición salen a hablar del entrecruzamiento de 50 millones de llamadas telefónicas, pero nunca se hizo nada”. Rubén López habló a 14 años de la segunda desaparición de su padre.

Jorge Julio López fue torturado en los centros clandestinos del Circuito Camps, lo liberaron a fines de junio de 1979 y durante décadas apuntó en una libreta sus recuerdos del cautiverio a la espera de que el Estado de derecho le permitiera dar testimonio. Lo hizo durante el desarrollo del juicio por delitos de lesa humanidad que se realizó en el salón dorado de la Municipalidad de La Plata, donde ratificó todo.

Lee además

El 18 de septiembre de 2006 tenía previsto presenciar los alegatos, pero nunca llegó. Según lo que consta en el expediente judicial, Jorge Julio López desapareció entre las 0 y las 7 de la mañana. El último lugar donde lo vieron fue en los alrededores de la casa de Susana Gopar, una policía bonaerense en actividad, cuyo teléfono figuraba en la agenda de Miguel Etchecolatz.

La investigación acumula más de 50 cuerpos, pero tal como aseguró Rubén, no avanza. Pese a que no hay imputados, las principales líneas apuntan al entorno del genocida, a los policías que fueron sus subordinados durante el terrorismo de Estado y a un sector del Servicio Penitenciario Bonaerense.

El hijo del militante montonero subrayó que la carátula de la causa “sigue siendo ´presunta desaparición de persona´” y confirmó que en las últimas horas presentó un escrito “pidiendo que se recaratule como ´desaparición forzada´”.

“Mi viejo siempre nos protegió, no nos contaba lo que había vivido (tras ser secuestrado en 1976). Nos protegió hasta ese 28 de junio de 2006 que declaró en el juicio contra Miguel Etchecolatz. Cuando lo oímos contarle al Tribunal todo lo que pasó, ahí comprendimos esa necesidad de ir a contar lo que había vivido, lo que había visto”, dijo Rubén López a Télam.

El hijo del albañil no tiene dudas de que el rol que tuvo su padre en el juicio, de testigo y querellante, tuvo que ver en su segunda desaparición, antes de escuchar los alegatos del juicio. El Tribunal condenó a Etchecolatz a reclusión perpetua por el delito de genocidio, figura que por primera vez se aplicó en el país. No fue ese el único juicio que debió enfrentar el ex jefe policial y un año después, mientras era juzgado por delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de La Cacha, se lo vio escribir y exhibir desafiante un papel donde se leía “Jorge Julio López”.

“Cuando se vio a Etchecolatz con ese papel, en 2014, no se hizo nada. Yo le pregunté al fiscal: ´No lo va a llamar para preguntarle? ¿Quiere que le pregunte yo?' Y nunca se hizo nada con eso”, siguió Rubén.

“El día anterior a los alegatos estaba tranquilo, habíamos arreglado que mi primo Hugo pasaba a buscarlo a las 9 a mi hermano Gustavo y lo llevarían a la Municipalidad, donde a las 10 empezaban los alegatos. Ese día mi hermano se levantó y mi viejo ya no estaba”, recordó. Y sostuvo que “esta vez no rompieron la puerta como en el 76 (cuando los represores secuestraron a su padre)” y agregó que eso solo puede significar que “alguien engañó a mi viejo para que saliera de la casa”.

Rubén precisó que esa mañana del 18 de septiembre “unas cinco personas vieron a mi viejo, la última de ellas, fue una señora de una verdulería, en la calle 137 entre 66 y 67”. “Los perros olfatearon su rastro hasta el frente de una casa en 135, 66 y 67, como si ahí lo hubieran subido a un auto”, relató con la misma precisión que tenía su padre al recordar.

“Fue impensado lo que pasó. En ese momento lo primero que pensamos era que le había pasado algo mental, porque pensábamos que esas cosas, las desapariciones, ya no pasaban. Pero pasó”, siguió. 

En esa línea, Rubén expresó: “Se dice que el primer año de duelo es el más difícil, pero en nuestro caso llevamos 14 años velando a mi viejo. Supongo que cuando sepamos qué le pasó, hasta que no se dé esa noticia, no empezaremos el duelo”. “Aún viven dos hermanas y un hermano de mi viejo, que siguen esperando por él, saber qué pasó”, cerró.

Dejá tu comentario

Las más leídas

Te puede interesar