lunes 10 de noviembre de 2025

Inicio, gloria y fin de una esquina pionera en La Plata: esta es la historia de El Copetín

En diálogo con 0221.com.ar y con la excusa del triunfo en el certamen organizado por este portal en Twitter, el creador de este legendario bar de diagonal 74 y 59 rememora aquellos momentos que marcaron una época en el público de nuestra ciudad. Cómo nació este rincón que luego le dio paso a otros lugares clásicos, muchos vigentes al día de hoy. ¿Y si vuelve?

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El Copetín ganó el mundial de bares y boliches en twitter que organizó 0221.com.ar y uno de sus fundadores expresó toda su alegría en diálogo con este portal. "Me hice una cuenta para votar, lo vivimos como un mundial en serio", dijo Lalo, una de las cuatro cabezas de aquel mítico bar en la esquina de diagonal 74 y 59 que fue pionero en un estilo luego continuado por Bukowski, El Rincón de los amigos y La Mulata, entre otros. Así fueron los comienzos.

"Fue un lugar que dejó marcado a mucha gente, tanto de La Plata como del interior. Eso le dejamos al estudiante y a todo aquel que vino de afuera: un lugar donde encontrarse y sentirse como en su casa. Tres de los cuatro dueños éramos del interior. Y para la gente de acá también sucedía algo parecido, hoy todos lo recuerdan de esa manera, yo voy por la calle y se acuerdan, me mandan fotos y me acuerdo también. Dejamos una marca", resumió quien prefiere ser recordado exclusivamente por su sobrenombre junto a sus otros compañeros: Yuyo y los dos hermanos, el Perro y el Cachorro: "Así nos conocen todos".

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Ellos cuatro fueron quienes le dieron forma a la esquina de diagonal 74 y 59 alrededor del año 2000, luego del paso del ex buffet del viejo Club Güemes y cuando en La Plata el furor continuaba siendo la salida a los boliches. "La gente buscaba un lugar donde encontrarse y se produjo algo mágico, ahí se mezclaba todo tipo de gente, como Mauro Valenti, profesor de Bellas Artes, futbolistas, rugbiers, gente de teatro, de acá de La Plata, del interior, era una mezcla explosiva en donde todos se llevaban bárbaro. Yo no podía creer que haya tanta mezcla y convivan bien. No se buscó", recordó quien hoy está alejado del mundo de los bares y la gastronomía.

"Al principio abríamos solo a la noche y jueves, viernes y sábado. Empezamos a abrir los domingos y después le metimos toda la semana. Cuando arrancó la movida nocturna dejó de ser algo de amigos y pasó a ser otra cosa, empezamos a buscarle más la pata comercial del lugar. Al principio iban nuestros amigos y después empezó a crecer: se acercaba mucha gente del barrio, grupos grandes, y ya después de la crisis de 2002 nos dimos cuenta que algo había cambiado y pasaba a ser otra cosa, así que ahí cambiamos: tuvimos que contratar empleados y más gente a trabajar", definió. Es que lo que en 1999 empezó siendo el sueño de todo grupo de amigos, de a poco se fue profesionalizando porque el juego de abrir un bar realmente funcionó.

El Copetín era tan solo una puerta y una ventana que en 2002 se amplió y creció definitivamente: comenzó siendo un rincón en el que no estaba claro si era un restaurante, un lugar para tomar una cerveza o un boliche oculto, pero "empezamos a mirar los números e iban parejos; en gastronomía andábamos bárbaro porque lo llenábamos y como bar también", contó Lalo. Entonces, luego de la ampliación todo cambió. "Nos empezó a pasar una cosa muy loca: los hijos llevaban a los padres a la tarde para mostrarles el lugar en donde ellos estaban, entonces iban todos a comer y después a la noche se quedaban los hijos y los padres se iban. Todo eso fue un empujón para tirar las paredes y ampliar la esquina", definió.

Por El Copetín desfilaron muchos músicos que después de tocar por la ciudad descargaban tensiones en algunas de las mesas de arriba para tomar unas cervezas y comer algunos de los platos fuertes del bar: las rabas, las pizzas o los monstruos de lomo. "Nosotros les poníamos un lugarcito y no molestaban, ellos se sentían unos más: Guasones, Turf, Caballeros de la Quema, Luis Salinas, Divididos, La Vela Puerta, Divididos, No Te Va Gustar, Los Piojos y tantos más, todos iban y volvían". "Salinas una vez cayó solo con la guitarra al hombro y yo no lo podía creer, me acuerdo que el de seguridad entra y me dice: está Luis Salinas con una guitarra al hombro haciendo la cola en la vereda para entrar. Lo hacemos pasar y cuando lo saludo me dice que venía de tocar en el Coliseo Podestá y cuando preguntó por algún lugar para ir a tomar algo le recomendaron El Copetín", rememoró.

"Cuando el bar se amplió había seis mozos entre arriba y abajo, dos personas en la barra de arriba y dos en cada una de las dos de abajo. Y cuatro chicos en la cocina, que era muy chica y vos si la veías no entendías cómo podían trabajar tan bien ahí. Además había cuatro de seguridad, dos afuera y dos adentro. Ese fue el plantel más grande y en la época de mayor esplendor, entre 2002 y 2006 aproximadamente. Esos años para mí fueron los mejores", destacó uno de los creadores de la esquina que en 2012 cambió de dueño y hasta abrió una sucursal a pocas cuadras, en la misma diagonal pero sobre 50. En 2019 ambas cerraron.

Si las paredes del Copetín hablaran revelerían que entre ellas se gestaron otros de los bares más emblemáticos de nuestra ciudad, que con algunos grises, hasta el día de hoy comparten cierto estilo y un patrón común: sus artífices comenzaron a fantasear sus nacimientos en este mismo lugar. "La idea de El Pueblito surgió en El Copetín. Lo mismo pasaba con los chicos de Bukowski, del Rincón de los amigos, de La Mulata, eran todos clientes y todos esos lugares terminaron siendo posteriores. Todos nacieron entre uno o dos años después de 2000", contó Lalo. "Ahí se genera una explosión en La Plata: la gente no se hallaba en los boliches y entonces comienza a buscar alternativas, otro tipo de recreación. Ahí empieza el lío entre los boliches y los bares, en donde los bolicheros decían que en los bares no se podía bailar, entonces empiezan las restricciones de dos personas por metro cuadrado, una persona cada dos metros", agregó.

"Entonces ahí empieza a regularizarse y a legalizarse un poco la nocturnidad, porque veían que la gente se quedaba. Y muchos iban a tarjetear al bar entonces eso generaba que la gente vaya a esperar ese momento; ahí conseguían tarjetas del Estudio Bar, Ruta Bacalao, Siddhartha. Ellos traían sus camionetas con su movida, pedían permisos y entraban los tarjeteros para llevarse después a la gente. Eran otros tiempos", se explayó en aquel sentido.

Tal vez la característica más saliente del Copetín eran sus paredes y hasta el techo, todo decorado con decenas de camisetas de fútbol firmadas, fotos antiguas, banderines, banderas, objetos de viejas épocas conseguidos en mercados de pulgas, placas, trofeos y hasta una enorme bandera argentina con el gol de Diego Maradona a los ingleses en el Mundial de México 86 -hecha por Valenti, profesor de Bellas Artes y habitué de la esquina-. "Yo vengo acá y me siento como en el living de mi casa, me tratan así, no necesito pedir permiso para nada", dijo en su momento el artista en una entrevista que quedó marcada en la memoria de Lalo.

"Lo primero que hacemos cuando llegamos a la esquina es sacar todo y a redecorar. Y la gente es la que se empieza a enganchar y a regalarnos cosas: uno trajo una radio vieja, otro un cuadro con una camiseta, otro un banderín, fotos. Nosotros también empezamos a ir a mercados en Buenos Aires y compramos muchas cosas. Jugadores de fútbol que iban nos regalaban sus camisetas firmadas, como Luciano Galetti, por ejemplo. Salía campeón La Plata Rugby entonces nos regalaban la camiseta firmada, lo mismo con las chicas de Santa Bárbara y el resto de los clubes. Los clientes también nos dejaban recuerdos de sus ciudades", explicó.

Promediando la década del 2000, en el rincón en donde estaba la puerta de acceso sobre la vereda de la diagonal se montaba algunas noches un pequeño escenario improvisado. Allí tocaron distintos músicos de la ciudad y algunas bandas que luego tuvieron cierto reconocimiento años más tarde, como "Lucas Gaspari, Iván Sadovsky, los chicos de Agapornis y más".

"Al ser el primer bar, yo recibí mucho apoyo de Branca, Heineken, Nobleza Piccardo -cuando se podía fumar-, y más. Con Nobleza Piccardo por ejemplo nos ganamos un viaje al Mundial de Sudáfrica con mi hermana, todo pago, gracias al bar: había ido una persona que no se identificaba con la marca y entonces veía y tomaba nota de cómo estaba el lugar, el clima, la música, los mozos, las barras, la gente y demás. Y así ganamos un premio", contó.

Otro de los momentos que más quedaron marcados entre toda la comunidad del Copetín fueron los aniversarios. Cada 17 de noviembre -a veces unos días más tarde post festejo del cumpleaños de la ciudad- el bar literalmente no daba abasto: "Es una de las cosas que más me gusta recordar. Ahí era todo gratis para los clientes: bebida, comida, calcos, remeras, llaveros y muchas cosas más. Me acuerdo que en 2003 explotó, hicimos un aniversario tremendo en donde se nos descontroló todo porque había más de 600 personas en la calle. Control Urbano nos dijo que no podían hacer nada, la policía decía que no cruzaba el patrullero, que lo manejemos nosotros. Y esto es algo que hoy no se podría hacer, la gente cambió mucho, la juventud es más agresiva".

"Éramos de regalar mucho", contó con orgullo y agregó: "Cuando veíamos que la movida estaba piola, los mozos tenían ese permiso de regalar algunas cervezas por las mesas, lo mismo con los barman. Y así la gente se fideliza. Ahora pienso y no sé cuántas cervezas vendíamos pero a mí una vez me llamaron de la empresa Heineken de Buenos Aires para felicitarnos. No me acuerdo si éramos cuartos en la Provincia o en el país en venta de barriles de esa marca".

Hoy, a ocho años de su despedida como administrador del bar y a tan solo algunos meses del cierre definitivo de sus dos esquinas, Lalo aprovechó el triunfo virtual del Copetín como mejor bar de La Plata para recordar los mejores momentos y por qué no fantasear con una posible vuelta. "Eso siempre está latente, lo que pasa es que se tienen que dar muchas cosas. A mí me gustaría tener una revancha, un poco por mí y otro poco también por mis hijos, que ahora tienen 19 y 22 años y no la vivieron, yo les cuento solamente esto. Es lindo que ellos puedan vivir lo que uno vivió también ¿no?".

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