Por José Ramón Arteaga
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Por José Ramón Arteaga
Gustavo García Saraví, uno de los grandes poetas que tuvo La Plata, escribió alguna vez: “En esta ciudad, las estatuas caminan”. Y tenía razón. La capital bonaerense supo ser una urbe vanguardista, pujante, fresca y rebosante de cultura. Al igual que Washington, fue una metrópoli que se planificó antes de ser construida. Cada seis cuadras, hay un espacio verde que sirve como pulmón. De acá salieron Virus y Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, las plumas de Ernesto Sábato y Almafuerte, el pincel de Emilio Pettoruti. Y, como si fuese poco, contamos con la segunda mejor universidad del país, la UNLP.
Frentistas de Plaza Malvinas, ubicada en la zona céntrica de La Plata, denuncian la presencia de motociclistas que provocan desmanes los fines de semana.
Diversas figuras de la política e instituciones se despidieron de la histórica integrante de Madres de Plaza de Mayo, Herenia Sánchez Viamonte.
Nuestra querida ciudad cumple 138 años. La situación, como sabemos, es complicada. Una pandemia de alcance global ha producido una crisis inédita tanto en el plano sanitario como en el económico. Pero el Covid-19 no tiene la culpa de todo: La Plata está en decadencia hace –al menos– una década. Sin un proyecto que la oriente, está presa del cortoplacismo y de la improvisación. Inseguridad, desempleo y fractura social marcan este presente gris.
Hoy, y nos duele decirlo, La Plata es solo el asiento administrativo de la provincia de Buenos Aires. Carecemos de una aspiración propia que nos comprometa, movilice y haga sentir parte de una identidad colectiva. Nos olvidamos de esa frase que nos regaló el historiador Félix Luna: “La Plata no es solamente una ciudad. Es la expresión urbana de un impulso de progreso, de un sentido optimista, triunfalista, que era el meridiano de la época y daba el aire usual a los argentinos de entonces”.
Es momento de recuperar el orgullo de ser platenses. ¿Cómo? Primero, definiendo nuestra matriz productiva. La Plata tiene que lograr un pentágono inteligente a través de cinco motores clave: el cordón frutihortícola, al que hay que organizar y brindarle herramientas tecnológicas para mejorar su rendimiento; la construcción de un polo digital que, a través de la proliferación de empresas unicornio, nos aporte innovación e introduzca en el capitalismo cognitivo que liderará el siglo XXI; el cuidado y fomento de las PYMES, a las que hay que facilitarles los trámites administrativos y reducirles las cargas impositivas para que puedan generar más empleo; y el impulso del turismo cultural-gastronómico, que debe ser complementario con el circuito de Capital Federal.
La quinta pieza del pentágono es la conectividad. Un valor fundamental en los inicios de la ciudad. Dardo Rocha no era un improvisado, todo lo contrario: era un estadista con visión, lectura de largo aliento y olfato histórico. Por eso, cuando buscó la ubicación geográfica para fundar La Plata, el 19 de noviembre de 1882, el azar casi ni se entrometió en su decisión. Lo tenía claro: la capital bonaerense tenía que emplazarse en un sitio estratégico. Ese precioso lugar fueron las lomas de Ensenada.
Y una de las razones para clavar en la costilla derecha de la pampa bonaerense esta metrópoli fue el Río de La Plata. Al estar en las riberas del estuario, la ciudad se insertaba en el mercado de la época y, además, se aseguraba una estirpe moderna, abierta y dinámica. Casi un siglo y medio después de la obra de Rocha, el gobierno de la provincia de Buenos Aires abrió –en septiembre– su puerto con un buque que partió hacia Asia. Comenzó una nueva era comercial para los platenses y, desde la dirigencia, tenemos que estar a la altura.
Pero con el puerto solo no alcanza. Necesitamos un aeropuerto de nivel internacional, y no solo por argumentos comerciales, sino también por motivos turísticos. Como decíamos anteriormente, La Plata es una urbe con una gran oferta cultural: el Teatro Argentino, el Teatro Coliseo Podestá, el Museo de Ciencias Naturales, la República de los niños, el Teatro del lago, la Casa Curutchet y la Catedral, por citar algunos ejemplos contundentes. Estos atractivos, sumado a una gastronomía y un servicio hotelero de excelencia, deben completar la oferta de Capital Federal. Y para que el visitante europeo, latinoamericano o asiático elija conocer nuestras diagonales, hay que colocar a la ciudad en la ruta aérea de la región.
El tren es otra vía esencial para potenciar a las ciudad. Hace un par de meses, estuvimos con el ministro de Transporte, Mario Meoni, presentando la reparación de la monumental estación de calle 44. Más allá de las remodelaciones, es un síntoma de la importancia que le da la gestión de Alberto Fernández a la infraestructura y la conectividad. La Plata tiene el reto mayúsculo de aprovechar esta posibilidad histórica que se está abriendo por tierra, agua y cielo.
Para instalar este pentágono virtuoso también necesitamos diálogo y sentido común por parte de todos: empresarios, académicos, vecinos y dirigentes políticos. Esté quien esté en el Palacio Municipal, es fundamental desarrollar una política de Estado que le devuelva la identidad a La Plata. Sin sectarismos ni mezquindades, hay que trabajar codo a codo durante varias gestiones para recuperar el protagonismo y la utopía que imaginó Dardo Rocha hace 138 años.