sábado 23 de marzo de 2024

Lino, el entrañable hombre que entrega los títulos a los egresados de la UNLP

Trabaja hace casi 30 años en la dirección de Títulos de la Universidad y está a cargo del último paso: la firma del diploma, el momento más importante de quienes terminan su ciclo en una de las 17 facultades de la UNLP. Con un semblante siempre alegre, recibió a 0221.com.ar en su oficina y conversó sobre los momentos más emocionantes de su profesión.

"Hace 25 años estoy acá, pero cualquier compañero nuestro puede hacer este trabajo", dice con humildad Lino Porro, el último eslabón en la cadena de trámites que hay que hacer para recibirse de la UNLP. Exceptuando algún motivo de fuerza mayor, Lino es la persona encargada de hacer firmar el diploma -ese trozo de papel de gramaje alto que corola 5, 6 o hasta 7 años de carrera-  a los egresados de las 17 facultades de la Universidad. Son decenas, a veces un centenar: cada día de 7.30 a 14.30 se forman largas filas en la amplia pero apretada oficina ubicada en el ala derecha del patio del Rectorado. Uno a uno Lino les hace rubricar el documento que certificará su paso por la Universidad. Primero atrás, al lado de la foto 3/4 perfil, después adelante, y por último en el pesado libro de actas. Detrás, adentro de una vitrina reluciente, reposa cerrado el primer ejemplar, con datos de 1905.

Sobre la mesa, Lino sostiene abierto el número 277.  

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"Esta universidad, además de tener cuatro comedores para almorzar o cenar, tiene un albergue, bicicleta, becas de transporte, todos los beneficios para estudiar", asegura con los ojos bien abiertos. "Incluso a los chicos que no quieren estudiar, esta Universidad los alienta". En cambio, este hombre de 72 años apenas terminó la secundaria en el Albert Thomas, el histórico colegio técnico ubicado sobre calle 1 entre 57 y 58. Su paso por esa escuela le dejó un saber invaluable, que hoy en día muere de a poco entre mayúsculas e Internet: una excelente caligrafía.

Los años trabajados en Títulos y las miles de actas labradas ayudaron, sí, pero Lino todavía recuerda "esa hoja pentagramada y las horas que estábamos para escribir" con la prolijidad de un letrista. Con ese conocimiento todavía fresco recibe uno a uno a los estudiantes que esperan en el patio, luego de ver el ansiado mensaje en el SIU Guaraní de que el título está listo para ser retirado. "Es lindo el trabajo que uno hace, porque el chico viene contento y acá está, es el broche de oro de la carrera. Acá vienen acompañados, con su mamá y papá, hermanos... y ahora también con el celular", cuenta, y minutos más tarde tomará el teléfono de una flamante psicóloga para sacarle la foto de rigor, abrazada a su madre y su hermano.

Días más tarde, el diploma de esa joven viajará a la facultad de Psicología para ser retirado, ahora sí, definitivamente. Pero aquel momento no será como éste. 

"En su momento este trámite lo resolvían como diez personas", asegura Lino. Y efectivamente, años atrás la expedición de un diploma se realizaba en el mismísimo Rectorado, con la presencia del Presidente de la UNLP y una cantidad de calígrafos que hoy parecería inaudita. Sin embargo los cambios, aunque sirvieron para agilizar enormemente el proceso, no siempre son para mejor: este año y el anterior hubo un grave retraso en el ministerio de Educación por el recambio de un sistema operativo, lo que provocó que muchos y muchas jóvenes fuesen enconados a recibir su diploma a la UNLP, después de meses y hasta años de espera.

"Aun así me sigue dando satisfacción", asegura Lino, porque "es su mejor momento".  Pero el entrañable hombre tiene un público favorito: "Acá vienen todos chicos y la mayoría tienen 23, 24, 26, 27... Son jóvenes. Pero te pone más contento y con más alegría cuando ves a una persona de 85 años -he hecho miles de esos- y que digan 'bueno, esto me había quedado pendiente y lo vengo a buscar'. Hay mucha gente mayor; la persona viene cohibida, con vergüenza... A mí me parece bárbaro, me emociona, pienso qué bueno que hayan terminado y ojalá empiecen algo más, algún posgrado, o algo".

"VIVO DE LA UNIVERSIDAD"

Aunque la Universidad dispone de un enorme archivo de actas en la oficina del Rectorado, esa información todavía no está digitalizada. La vieja escuela reina en esa oficina donde la constancia del prolífero egreso universitario es en papel, en 277 ejemplares de libro de actas, cuyo último ejemplar sostiene Lino entre sus manos. En su parte del escritorio también hay almohadillas con tinta y papeles para la certificación de pulgares, un viejo teléfono a disco negro y un frasquito de vidrio con caracoles, piñas y hojas secas: un adorno, regalo de una de las tantas egresadas que pasó por allí.

Cerca de las 14.30, cuando termina su jornada laboral en el Rectorado, Lino se dirige hacia la facultad de Arquitectura, donde es guardia edilicia desde hace 15 años. "Yo vivo de la Universidad y le debo a la Universidad, no es que me despido y chau. Como quien dice, yo tengo puesta mi remera: estoy contento con mi trabajo", asegura el hombre antes de contar todas las otras funciones del área, además de la entrega de títulos: "Un chico que se quiere ir afuera a estudiar, tiene que pasar por acá; todo chico que venga por ejemplo de la Universidad de Mar del Plata y quiera venir a terminar la carrera acá, tiene que pasar por esta oficina. Si un chico de Colombia quiere estudiar acá, también tiene que venir. Todos esos casos resolvemos", cuenta.

Casado, padre de tres hijos y abuelo de un nieto, Lino cumple su rutina de trabajo casi como un reloj. Se jacta de nunca haber faltado a la oficina que lo recibe con plumas, cuñas para papel y la solemnidad que merece un momento como el de la firma profesional. Antes de despedir a la nueva psicóloga, Lino le recita su tríada de certezas con una media sonrisa:

-Acá está el esfuerzo tuyo. Acá está el esfuerzo de tu familia. Y de acá en más cambia tu vida. Esa es la realidad.

La licenciada se emociona y le pasa el teléfono a su madre: antes de irse del Rectorado, quiere sacarse una foto con él. 

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