sábado 16 de marzo de 2024

Gimnasia evolucionó, pero conserva un karma: el juego aéreo defensivo

Si bien exhibió una versión tonificada en la Copa de la Superliga, no se despegó de una dificultad primaria. Los cuatro goles que recibió tuvieron un denominador común: el centro.

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Por Máximo Randrup

Diseño de Sergio Sandoval

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Antes de hurgar en las fallas que le imposibilitaron acceder a las semifinales de este parche que le han puesto al fútbol argentino (denominado Copa de la Superliga), es menester arrojar una afirmación: Gimnasia prosperó. Es más, lo hizo por duplicado: progresó con la llegada de Darío Ortiz y luego dio otro paso hacia delante en el certamen de eliminación directa.

¿Cuáles fueron las mejoras que evidenció?

En primera instancia, cuando el Indio se hizo cargo, dejó de ser una estructura permeable. Mantuvo la presión que caracterizaba al conjunto de Pedro Troglio, pero achicó la distancia entre sus líneas; así, se transformó en un equipo intenso y compacto. De repente, el Lobo comenzó a defender con once. Pasó de que le convirtieran ocho tantos en cuatro partidos (dos por encuentro) a que le hicieran cuatro goles en seis presentaciones (0,66 por cotejo).

En la Copa, el perfeccionamiento de Gimnasia se acentuó: halló en Agustín Bolívar un volante central que aportara equilibrio, se consolidó la dupla ofensiva Hurtado-Silva y se aceitó su circuito creativo. El último ítem representó –sin dudas– un salto de calidad. Por primera vez en el semestre no dependió en exceso de la pelota quieta de Víctor Ayala; la precisa/potente pegada del paraguayo siguió siendo su arma predilecta, aunque añadió otros recursos. Dos ejemplos:

- En uno de los goles a Newell’s: jugada de derecha a izquierda y remate de Gonzalo Piovi desde la puerta del área.

- En uno de los tantos a Defensa y Justicia: pase en profundidad de Ayala, toque al medio de Matías Gómez y definición de Maximiliano Comba.

“Pasamos de ser un gran grupo a ser un buen equipo”, declaró el Indio Ortiz, tras la clasificación a cuartos de final. No se equivocó. El Lobo definió su matriz de juego, mejoró en los distintos sectores de la cancha y localizó su dispositivo táctico (4-4-2). Sin embargo, la evolución tuvo un pero. Un asterisco importante. Gimnasia no pudo corregir una falla que lo acompañó durante todo 2019: los inconvenientes para contrarrestar ataques aéreos.

Los cuatro goles que le marcaron en la Copa llegaron por centros (todos desde la derecha), seguidos de un cabezazo en el área:

- Newell’s (ida): córner desde la derecha, cabezazo y mano de Franco Mussis (penal).

- Newell’s (vuelta): centro desde la derecha y cabezazo bombeado por arriba del arquero.

- Argentinos (vuelta): centro desde la derecha y cabezazo de un jugador que apareció en soledad.

- Argentinos (vuelta): córner desde la derecha y cabezazo de un rival desmarcado.

Los motivos de esta dificultad son variados. A saber: un arquero que no es salidor, centrales que no son altos (Maximiliano Coronel mide 1,81 / Piovi, 1,80 / Germán Guiffrey, 1,82), desatenciones y tibieza en el hombre a hombre. En los dos últimos puntos radican los mayores reproches que se le pueden hacer a un plantel que cumplió con creces los objetivos del semestre: salvarse del descenso, sortear la primera fase de la Copa Argentina y hacer un buen papel en la Copa de la Superliga. ¿Y entonces? ¿Desatenciones? ¿Tibieza? Sí. En varios goles de este año, los defensores se hipnotizaron con el balón y descuidaron al adversario; mientras que en otros, custodiaron la marca aunque lo hicieron sin determinación.

El Lobo progresó y maquilló la cara que había mostrado en las primeras fechas de 2019. Eso no está en discusión. Lo que no supo, y significa una cuenta pendiente, es cómo despegarse de un karma: el juego aéreo defensivo.

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