"Ya debe estar viniendo la estación espacial", rompe el silencio una voz y todos se levantan, salen de la comodidad del resguardo y apuntan al cielo estrellado, expectantes y con el mismo entusiasmo de un perro guardián cuando percibe que algo se aproxima. Son los integrantes de la Fundación Argentina de Ovnilogía (FAO) reunidos en el aeródromo de Poblet, a la altura del kilómetro 70 bordeando la ruta 36, en las afueras de La Plata. Es una de las famosas vigilias que vienen organizando desde principios de los ochenta, cuando Steven Spielberg llevaba a la pantalla grande ET y cuando se pergeñaba este grupo comandado por Luis Burgos, el investigador que carga sobre su espalda más de 50 años persiguiendo y estudiando estos fenómenos tan inexplicables como sorprendentes y a la vez ninguneados por los escépticos.
Hace frío pero la noche del sábado 11 de mayo está totalmente despejada, ideal para apreciar un espectáculo que se contempla a la perfección desde la inmensidad de un descampado en donde los únicos sonidos que se escuchan son los de los camiones que circulan intermitentemente casi con desgano por el asfalto maltratado, los sapos, los grillos, algún pájaro perdido que le canta vaya a saber uno a quién y las exclamaciones de alguna de las quince personas que se maravillan cuando a miles de kilómetros de distancia aparece una luz misteriosa, ojalá que de otro planeta.
Los miembros de la FAO están equipados con modernas cámaras fotográficas, telescopios, trípodes, largavistas, punteros láser y brújulas. Es una expedición que se realiza varias veces al año por distintos lugares especialmente elegidos porque reúnen características similares que abren las puertas para lo desconocido. "Vamos a Oliden, Punta Indio, Punta Piedras, Magdalena, Atalaya, toda la costa ribereña hasta casi la ruta 2 y desde el sur de La Plata hasta la Bahía Samborombón. Es el área en donde hacemos las vigilias desde que se fundó la FAO allá por 1984 en La Plata: a esta zona la consideramos 'el nido' porque es la zona de la provincia de Buenos Aires en donde hay mayor cantidad de avistamientos de ovnis", explica Burgos con la rigurosidad y el respaldo de los miles de casos que viene estudiando y haciendo públicos desde hace toda una vida.

A principios de año sorprendió con la difusión de una peculiar historia ocurrida la noche del domingo 20 de enero: mientras todos salían a fotografiar el eclipse lunar para subir historias a Instagram, una familia completa se cruzaba con una misteriosa figura gris de aproximadamente 2 metros de alto frente a su auto en plena Isla Santiago. Luego, y tras casi dos semanas de investigación que incluyeron estudios en el lugar de los hechos, entrevistas con testigos, análisis de imágenes y recopilación de archivo, la FAO presentó los resultados de lo que terminó titulando "un nuevo caso de humanoide en nuestra región".

Pero el objetivo de estas vigilias no es viajar para interceptar enanos verdes cabezones con luces en las puntas de sus dedos ni tampoco luchar contra una nave gigante tripulada por monstruos que viene sin pagar peaje, nos visita y se va. Simplemente los apasiona reunirse, compartir historias, comentar novedades y contemplar un cuadro realmente impactante: el cielo estrellado en el medio del campo es una pintura atrapante que inevitablemente hace que uno descubra entre las estrellas más estrellas, otras más, y claro, objetos que se mueven para un lado y para otro. El puntapié inicial del misterio.
Exactamente a las 18.32 se ve a lo lejos, muy a lo lejos, la ISS. Es la International Space Station, o sea, la Estación Espacial Internacional, una construcción impresionante "que tiene el tamaño de dos ómnibus", según repiten en Poblet. Es considerada uno de los logros más maravillosos de la ingeniería, que a 400 km de distancia y a casi 30 mil km/h "da la vuelta al mundo y pasa por el mismo lugar cada 90 minutos". Burgos lo explica con sapiencia. Efectivamente, alrededor de 1 hora y media después esa luz brillante vuelve a aparecer repitiendo el recorrido. "Es una cosa de locos", dice otro de los espectadores, binoculares en mano.
18.55: es el turno del primer "¿qué es eso que se ve allá?". Uno de los más experimentados voltea su cabeza y casi instintivamente activa su láser que dispara una brillante luz verde fosforescente hacia el cielo, en dirección al Río de La Plata. "Es un satélite", tranquiliza. Esta escena se repite más de una vez.

"Nadie asegura que se va a ver un ovni, pero siempre se ven satélites, la Estación Espacial, algún meteorito que cae, bólidos. Nosotros acá vimos bólidos meteóricos impresionantes. Y también solemos ver lo que llamamos 'Luci' y tenemos registrado en fotos y videos: son parpadeos, destellos, pulsos de luz en el cielo que aparecen repentinamente y pueden llevar una trayectoria o son al azar, discontinuos", explica el fundador del grupo. "Luci" es la abreviatura de luciérnaga y es lo que el común denominador de la gente denuncia como ovni.
"Muchas veces la hemos visto con gran magnitud y esto es motivo de debate e investigación en el grupo, porque la gran duda que tenemos desde 1986 a esta parte es la altura en donde se desenvuelve. Generalmente es de luz blanca pero tenemos reportes de luces azules, verdes, rojas y celestes", agrega y destaca también que "es muy frecuente el paso de 'Luci' sobre esta zona del sur platense -acá tenemos un amplio espectro de visibilidad-. El 90% de las veces aparece en la Cruz del Sur".
A las 19.03 y en el marco de una sesión de fotos de todo el grupo con una bandera argentina empieza a sonar la alarma del hangar aledaño. Aturde. Muchos se asustan, pero terminan siendo solo un par de minutos que no alteran en absoluto los planes de la vigilia. Instantes después una de las mujeres se aleja unos metros y entrecierra sus ojos para observar al oeste una lejana luz que se mueve lentamente. Con algo de certeza pero también con mucho de dudas le pregunta con timidez a Burgos si se trata de un avión, a lo que el referente asiente y se explaya: "Va de Uruguay a Brasil, esa es la ruta habitual".

"Nosotros por toda la zona del 'nido' hemos investigado fotografías, videos, persecuciones a los automovilistas y lo más importante de todo: muchas huellas de aterrizajes de ovnis en los campos", remarca el ensenadense de nacimiento. A pocos kilómetros de donde se realiza esta reunión no solo se ha denunciado la aparición de dibujos circulares en los campos sino hasta inexplicables ataques a animales que mueren mutilados. "Oliden, Bavio, Arditi, esta es una zona de mutilaciones", remarca.
A las 20.24 y con una temperatura que de a poco desciende hasta los 14 grados todas las miradas se dirigen hacia un cúmulo de estrellas que para descubrirlo hay que mirar fijo, concentrarse en un punto exacto y aislarse por completo del resto del panorama. El campo visual es tan amplio y hay tanto para observar que los descubrimientos se renuevan cada vez que uno se lo propone.
"¿Te acordás de la noche de las 103 pulsaciones en Oliden?", desafía alguien a lo lejos, más cerca del campo que de las reposeras prolijamente desparramadas al lado del salón del aeródromo. La provocación le da el pie a Burgos para inflar el pecho de una persona que es consciente que tener miedo es parte de armarse de valor: "Aquella vez terminó iluminándose tanto el árbol que tenía ganas de salir corriendo", responde con una sonrisa. En aquella oportunidad, en el marco de una vigilia como la de esta noche, vieron una luz que "venía del sur y empieza a girar hacia el norte; se frena, se desvía para el este y se pierde en el río".

Esa es una de las decenas de anécdotas que se repiten con el correr de los minutos. En realidad, que se repiten con el correr de los años, porque estos encuentros también sirven para mantener vivas estas historias indescifrables que desvela a toda la FAO. "Qué lo tiró, cómo se ve Júpiter", se maravilla un miembro del grupo que luce una gorra con un extraterrestre. Los más curiosos miran y asienten en silencio.
Pasadas las 21 llega el último invitado. Un hombre de unos cincuenta años no menos entusiasmado que el resto. Se saludan, se ponen al día y preparan la picada en una diminuta mesa en la que ya descansaban unas botellas. Cuando todos están cómodos se olvidan de los casi 10 grados renovando el repertorio de viejas historias que alguna vez fueron noticia en los distintos pueblos no solo de la provincia de Buenos Aires sino del país. "Contá lo que viste aquella noche en Punta Indio, che", le da la bienvenida una mujer que se regodea por el relato venidero que ya conoce de memoria pero al que siempre le descubre algo nuevo, como cuando uno vuelve a mirar una película que lo apasiona.
"Yo no vi marcianitos ni una nave que me saludaba; yo vi algo que no es normal y me asusté mucho", anticipa, previo al relato completo de lo que es sin ningún lugar a dudas el episodio que lo marcó para toda su vida, a finales de los 80: "Estábamos sentados pescando con mi señora, tomando mate. Oscureció, yo sabía que había luna llena. Y ahí empiezo a ver una luz sobre la superficie del agua que me llama mucho la atención; eso no me gustó mucho. Se empieza a acercar a unos 200 metros y sale del agua como un dibujo de luz para arriba y me asusté tanto que nos fuimos corriendo. De hecho yo estaba estrenando una caña y un ril nuevo que me había comprado el día anterior y no me importó nada, dejé todo ahí".

Burgos y el resto escuchan atentamente con toda la concentración. Algún entusiasta se aleja campo adentro y con las manos en los bolsillos continúa mirando para arriba, allá a lo lejos, entre los pastos y el barro. Otros caminan de acá para allá realizando paradas estratégicas en los trípodes perfectamente colocados para fotografiar las estrellas. La atención está tan puesta allá arriba que los postergados teléfonos celulares sienten celos de los largavistas, que pasan de mano en mano y terminan protagonizando la noche.
La luna llena brilla y es un imán para los integrantes de la FAO, totalmente despreocupados por el horario: en las vigilias el tiempo se detiene y es accesorio.
Son casi las 22. Burgos observa a su alrededor en silencio y en pocas palabras ilustra lo que significa para él todo esto; lo que en definitiva define su paso por este planeta: "El último minuto de mi vida quiero que venga el que está detrás de este fenómeno y me diga 'Luis, esto es así, somos nosotros'. Ahí me voy a ir en paz".
