Un colaborador del padre les va dando números, porque atiende por orden de llegada, evitando dar turnos por teléfono. El sacerdote baja de un imponente auto que estaciona sobre la vereda y allí inicia una caminata solenme hasta su lugar de trabajo. Con ayuda de entre tres y cuatro laderos, llevan adelante una nueva jornada.

"Trabajo con hombres jóvenes y fuertes que pueden colaborar porque el endemoniado puede levantarse y atacar. El último viernes había un muchacho -al que ya habíamos exorcizado dos veces- que estaba vigilado por mis ayudantes y de pronto se levanta con energía, pega unos gritos y se vino para donde estaba yo. Los muchachos saltaron, lo agarraron, lo tiraron al suelo y les dije que lo pongan boca abajo. 'Me aprieta, me duele', decía, y a mí no me importaba, que le apriete, que le duela, él es el que ataca. Ahí se calló la boca y se quedó quieto. Lo que no sabemos es si quiso atacar o quiso salir", recuerda.
Así son los casos. "Hay casos que son muy graves porque hay gente que sufre mucho a causa de haber practicado esoterismo. Nosotros aconsejamos a la gente que no se acerque a los temas oscuros, porque detrás de eso hay fuerzas demoníacas sobre las cuales nosotros no tenemos poder total: al diablo no lo puedo dominar yo, él es libre y hace lo que quiere, y casi siempre lo que él quiere es lo que nosotros no queremos, porque es en perjuicio del ser humano; el diablo nos odia y todo lo que pueda hacer contra nosotros lo va a hacer", define.
"El demonio quiere arrastrar al infierno en donde él está a todos los seres humanos para ponerlos en contra del plan de Dios. En el fondo, pobre, es un idiota, porque con el conocimiento que tiene de todas las cosas tendría que saber que el plan de Dios es muy superior a todas las argucias que el demonio emplea", continúa explicando ante las consultas de este portal, e insiste en que "la gente más propensa a ser poseída por el demonio es aquella a la que le gusta el esoterismo y el misterio". Por ejemplo, hay casos de gente que lo va a ver porque les tiraron tierra del cementerio en sus casas. Entonces, en estas situaciones el padre recomienda que "lo primero que hay que hacer es rezar, tirarle agua bendita y luego juntarla en una bolsa de plástico y tirarla donde haya agua corriente para que se vaya al mar". "El cementerio no es un lugar simpático y menos de noche. Nosotros hemos comprobado que los endemoniados sufren más de parte del demonio después de que baja el sol; ahí reina más fuertemente el poder de las tinieblas", agrega.

Mancuso sostiene que hay muchísimas más mujeres endemoniadas que hombres. ¿Por qué? "Y... leé la Biblia: la primera mujer dialogó con Satanás, Eva. Y Adán, nada. Y la cabeza de la humanidad era Adán, porque Dios creó al hombre para gloria de Dios y a la mujer para acompañar al hombre. Y bueno, la compañera le resultó media complicada, porque se metió con el diablo -con quien no hay que meterse-. Podemos disculparla diciendo que ella no sabía y le hizo caso al diablo, que es mentiroso por excelencia, y comió la fruta, así la pobre infeliz cayó en el primer pecado", explica, con un argumento polémico. Es que en tiempos de luchas por la reivindicación de los derechos de las mujeres, el discurso del sacerdote exorcista va a contramano de una realidad que se lleva puesta a relatos cada vez más cuestionados, ficticios. En esa línea, cierra: "como generalmente son mujeres, por lo tanto hay que entender un poco de feminismo para poder hablar con el demonio".
"Ven que te voy a llevar a mi mansión", le dijo el demonio a una mujer, en uno de los casos que Mancuso atendió y recuerda en la charla. "Es una palabra tan exquisita, pero la mansión de él está compuesta por fuego, llamas, tormento, tortura, odio. O sea que de mansión no tiene nada", dice y reflexiona: "el hombre por curiosidad, quiere saber, o quiere pedirle ayuda (al demonio), pero es la peor ayuda de todas, porque el demonio después te pasa la factura: te manda enfermedades, accidentes, desgracias; él no hace gratuitamente ningún favor a nadie. La parte más loca en la vida de un hombre es meterse a negociar con el diablo".
"El diablo es astuto, pícaro, artero y sagaz; hace las cosas a su manera para mal de todos", repite una y otra vez, para que quede claro quién es su enemigo. Mancuso comenta que suele hablar con el demonio pero que al mismo tiempo trata de evitarlo, porque no le cree. "Generalmente los posesos no tienen ganas de venir, porque por dentro tienen un motor que va al revés, que es el demonio. El demonio no quiere que yo lo eche de ahí. Otras veces es el mismo demonio que me dice 'yo estoy aquí porque me obligaron', o sea que no es por voluntad de ellos; no sé quién los obliga, ni qué, ni cómo, ni dónde, pero de alguna manera él está sujeto a una obediencia", expresa.

LOS ENDEMONIADOS DE FRANCISCO
El padre Mancuso entró en el seminario en el año 1951 y desde aquel entonces se interesó por todas estas cuestiones. Fue ordenado sacerdote once años más tarde y un tiempo después ya comenzó con los exorcismos. Y tan bien le fue que el Papa Francisco -cardenal Jorge Bergoglio por aquel entonces- le envió repetidas veces a sus propios endemoniados para que él los exorcice. "Ahora en Roma él tendrá un montón de exorcistas a su cargo para actuar cuando necesite. Pero bueno, aquello demuestra que el Papa -cuando estaba acá- creía en lo que nosotros estábamos haciendo", destaca.
"Yo fui ordenado sacerdote en 1962, y a lo largo de la vida sacerdotal uno va encontrando gente con distintas problemáticas y sufrimientos, algunas realmente muy dolorosas y otras más triviales", rememora. Cuando hace memoria para intentar explicar qué fue lo que lo movilizó para comenzar a luchar contra el diablo, hace una salvedad: "nadie empieza con esto porque el tema le resulta taquillero". Así, continúa explicando que "la vida nos va acercando a la problemática cotidiana en medio de la población en que vivimos y uno va respondiendo a las necesidades de la gente. Yo cuando entré en el seminario, en 1951, ya me interesaban estas cosas, y recuerdo que el primer libro que leí, uno muy chiquitito, sencillo, se llamaba 33 días de espiritismo; era una narración de gente relacionada con el espiritismo y sus consecuencias".
"Todos los obispos católicos son exorcistas per se, por el hecho de ser obispos. Tienen un poder muy grande sobre el demonio, no es necesario recurrir al Santo Padre o a Roma. Nosotros no podemos hacer nada sin el permiso del obispo; entonces tenemos que recurrir a la autoridad eclesiástica para que ellos nos faculten a los sacerdotes simples para este enfrentamiento con el espíritu del mal", dispara.

Hoy en día, él es uno de los pocos sacerdotes exorcistas que hay en el país, y viernes tras viernes recibe decenas de personas que en varias consultas terminan liberándose del diablo, producto de un ritual particular, entre los tantos que existen. "Yo tengo de modelo el exorcismo de la época de San Pío V, allá por el año 1614. Con el correr del tiempo la Iglesia fue tocando el ritual, hasta llegar al día de hoy", explica. Se trata de un rito que dura en promedio media hora y que no siempre es efectivo en ese primer rato, sino que en varias ocasiones se requiere de más encuentros. "Puede ser que en ese rato no lo pueda expulsar, porque la persona tiene que estar dispuesta, tiene que desear", relata. Muchas veces, Mancuso se encuentra con la pregunta del diablo, encubierta en la voz del poseído: "¿Para qué me querés echar?". Y ahí arranca un intercambio que puede llegar a terminar con agresiones físicas.
"Recuerdo a una chica endemoniada que estaba sentada en el suelo y cuando me vio entrar se encogió toda y se agazapó con un susto tremendo. Pero no era la chica, era lo que tenía adentro, el demonio. Ellos descubren enseguida quién es el que los puede expulsar. El demonio no quería saber nada con verme a mí, pero bueno, 'lo lamento, esta es mi tarea'", describe. Pero en ningún caso hubo endemoniados que giraron sus cabezas 360 grados ni tampoco que vomitaron líquidos sobrenaturales. De hecho, el padre minimiza las historias que se cuentan en las películas que tratan esta temática, porque "no muestran lo que pasa en la realidad".
"Yo trato de ver películas cuando aparecen así puedo tener una opinión. Algunas son poco felices, no reflejan la realidad, son poco románticas -no se puede llegar a un amor entre una mujer y un demonio, por ejemplo-, no saben dónde poner el granito de sal que se necesita para que la película sea más interesante; si se asemejan mucho a la realidad pierden interés. Las películas, para que sean taquilleras tienen que ser llamativas, atrevidas, avanzadas. Para mí son un entretenimiento y nada más, las veo para saber qué piensan los autores cinematográficos acerca del demonio y el exorcismo", dice y confiesa haber visto, además de la famosa El exorcista (1973), El exorcismo de Emily Rose (2005) y El rito (2011).

MAURICIO MACRI Y EL DIABLO
A pocos días de haber asumido, trascendió la noticia de que el presidente Mauricio Macri había pedido "una limpieza" en la Quinta de Olivos y que había acudido, por intermedio de una mujer, al padre Mancuso. Consultado acerca de aquella anécdota, el exorcista platense desmintió que eso realmente haya sucedido de esa manera. "Yo nunca fui a Olivos, nunca lo vi a Macri, nunca me pidieron bendecir la casa y nunca me pidieron echar a los demonios, así que si las cosas le van mal al país no ha sido porque yo no haya colaborado", responde entre risas.
Y bajando a la problemática actual en la calle, exorcismos de lado, 0221.com.ar le consultó también por una reflexión sobre dos cuestiones que atraviesan la opinión pública en estos tiempos, en el marco de un profundo debate en la sociedad que tocan de cerca a los religiosos: la ley de interrupción voluntaria del embarazo rechazada por el Congreso y el planteo para que el Estado no financie más a la Iglesia. "El Estado ayuda a la Iglesia pero no de una manera despampanante, como para que digamos que gracias al Estado la Iglesia católica navega en un mar de bienestar. En muchas partes hay sacerdotes que no tienen ni siquiera un sueldo asignado y tienen que arreglarse con lo que le dan los fieles, así que eso es un poco de fantasía", sentencia.
Y con respecto al aborto, su postura es evidente: "el aborto es un crimen, es matar a una criatura inocente cuando todavía no tiene posibilidades de defenderse", y agrega que "el demonio es el autor de la muerte, es el profeta el abismo, a él le encanta que los seres humanos se mueran y le encantaría que la humanidad desaparezca. Por eso, donde hay planificación de muerte siempre hay un granito de sal puesto por el diablo".

Afuera ya es de noche y está refrescando. La entrevista termina con una sesión de fotos a la que el padre se presta con gusto, en el medio de la oscuridad de un patio que podría haber sido la locación de una película de Alfred Hitchcock. Mancuso se despide, acomoda las cosas de su despacho y apaga la luz. Toca la puerta de un salón contiguo en donde se estaba desarrollando una reunión de alcohólicos anónimos y pregunta si ellos se encargan de ponerle llave a la puerta principal, previo a saludar con un chiste: "Yo acá no tengo problema, soy abstemio".
A su lenta caminata sobre la vereda de calle 60 con su sotana y su pequeño maletín negro, solo le falta la niebla, el aullido de un lobo a lo lejos, como en una escena del cine de horror. El padre abandona el lugar en donde habitualmente lucha contra el diablo pero solo por un rato, porque la cita se repite todos los viernes.