Por Martín Soler
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Por Martín Soler
Durante veinte años transitó los pasillos de la primera Legislatura bonaerense, hoy sede de las fiscalías. El 15 de julio de 1998 Marcelo Romero juró como fiscal en La Plata. Faltaba poco para la puesta en marcha de la reforma judicial iniciada en 1998 y, con tan solo 33 años, este abogado y periodista se convirtió en el primero de los fiscales en jurar en la provincia de Buenos Aires. Nacido y criado en La Plata, se sometió a una extensa entrevista con 0221.com.ar en las entrañas de su despacho. Alrededor de su escritorio se ven fotos de su jura, de su hija y del fiscal Alberto Nisman. Asegura que es necesario hacer foco en la inteligencia criminal para adelantarse al delito, descree del marketing político. No tiene un buen recuerdo de la ex procuradora María del Carmen Falbo, anuncia que está a punto de jubilarse y no descarta un desembarco en la política. Además un mensaje para Rosa Schoenfeld, la madre de Miguel Bru, el asesinado y desaparecido estudiante de Periodismo. En esta nota, luces y sombras de un sistema penal que cruje y reclama urgentes reformas. Bienvenidos a la galaxia Romero.
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De cara a los primeros fríos arrancaron las quejas en las escuelas por los problemas con la calefacción. ¿Cuánto gastó en 2024 el Consejo Escolar?
-¿Qué significa para usted el Poder Judicial de La Plata?
-Mi casa. Todo lo que tengo desde los puntos de vista material, humano y profesional lo conseguí en este lugar. El ex juez Eduardo Hortel fue el que me abrió las puertas. Estuve un mes sentado en su despacho, sin hacer nada, me dijo “vos quédate acá, escuchá todo y mirá todo lo que pasa a tu alrededor". Desfilaban todos los magistrados de entonces, profesores de la facultad, diputados, senadores, iba mucha gente. Fue un aprendizaje inmenso.
-¿Algún momento triste que recuerde?
-El pedido de juicio político del doctor (Alejandro) Montone por la causa del triple crimen de policías, finalmente fue rechazado. Es un dolor que todavía me queda, fue muy desagradable, porque a la causa le pusimos mucho empeño y corazón. El juicio político está reservado para los malos magistrados y no me considero uno de ellos. He tenido errores, como todos, pero han sido enmendados en instancias superiores, pero no me considero un mal magistrado.
-¿Cuál fue la causa más extraña en la que le tocó actuar?
-La de Martínez Poch. Cuando llegamos al lugar la víctima nos dijo que estaba todo bien, que estaba por su propia voluntad, la puerta no estaba con llave. Ella estaba sola, no había ningún tipo de sujeción, pero había una anulación psíquica de su personalidad. Después cuando fuimos investigando, realmente nos sorprendimos y finalmente terminó en condena. También recuerdo el caso del pelotero de Villa Elisa, el hombre que mató y enterró a su mujer en la puerta de su casa y arriba puso un pelotero para que jueguen los hijos de la víctima. El otro fue el doble femicidio de Punta Lara. Los tres casos fueron terribles. El caso Piparo me marcó, pero más que la investigación el juicio oral. Pero tal vez el caso más emblemático que me tocó actuar fue el de Miguel Bru, si bien actué como fiscal adjunto de cámara, era muy joven y me golpeó.
-¿Qué recuerda de ese caso en particular, qué se lleva para usted de ese juicio?
-Me llevo los ojos de la mamá de Miguel. Cómo nos miraba. Como si fuéramos arcángeles. Éramos los encargados de hacer justicia y nos miraba todo el tiempo, nos perforaba con sus ojos de bondad, nos imploraba justicia, yo sentía eso.
-¿Hubo justicia en el caso de Miguel?
-Hubo justicia dentro de lo que es el proceso. Justicia completa es saber dónde está el cuerpo.
-¿Cree que se podrá encontrar?
-Si hay un pacto de silencio, no. Hasta ahora todas las pistas fueron falsa, si alguien no habla o se quiebra, no se va a saber, puede estar enterrado en cualquier lugar del país. Eso nos lleva a pensar también en reformas para las figuras del ‘colaborador’ o ‘arrepentido’, son figuras que existen en otras partes del mundo y que funcionan.
-¿Qué le diría a Rosa Bru?
-Solamente palabras de admiración. No solamente que luchó hasta cuando terminó su casua, sino que sigue por personas que necesita justicia y los acompaña. A veces se enoja con nosotros, pero después vuelve y nos abraza. La vemos siempre acá, es parte de las fiscalías. Solamente palabras de admiración.
-¿Le queda alguna cuenta pendiente como fiscal?
-Sí, la causa del triple crimen de policías, no están todos los autores. Creo que faltan responsables. La trabajamos a conciencia y descubrimos cosas que molestaron a muchos, pero fui recusado y denunciado. Hasta demandado civilmente. Pero es una espina que me quedó porque los familiares confiaron mucho en nosotros y después algunos se desilusionaron. Me gustaría que algún día se haga justicia plena en esa causa. Hasta ahora no se sabe qué pasó fehacientemente porque faltan personas.
-¿Está analizando jubilarse?
-Sí, es una decisión que tomaré antes de fin de año.
-¿Qué añora con dejarle al Poder Judicial de La Plata?
-Un buen equipo que tenga un buen ejemplo de magistrado y que el que me reemplace reciba un equipo formado. Dejar un buen recuerdo entre mis compañeros, colegas y superiores. El mal recuerdo que tengo con Falbo es una anécdota. Tengo un excelente recuerdo de todos los procuradores con los que me tocó trabajar. Pero Falbo me ha sancionado por escribir una carta de lectores en el diario El Día. Eso me estimulaba a escribir más. Mandaba al pobre doctor José Luis Petorutti, a notificarme de la sanción el mismo día que se publicaba la carta. Ni hablar si criticaba a León Arslanián (ex ministro de Seguridad), ahí lo mandaba en el acto. Estaba obsesionada con el tema de la prensa. Ella no quería que los fiscales habláramos.
-Sin embargo hoy es asesora del ministro de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, Germán Garavano.
-Sí, pero no sé en qué puede asesorarlo, solamente en cómo sancionar fiscales. Falbo es el pasado, afortunadamente ya no está entre nosotros. Espero que no la nombre jueza en la Corte provincial. Y si vuelve, ya voy a estar jubilado.
-¿Usted también es periodista?
-Soy periodista deportivo egresado de la Escuela Diego Lucero. Hacía un programa deportivo “Todo Estudiantes” tanto en radio como en la televisión local. Estaba Jorge Pérez de Vargas y Ramiro Penas, actual periodista deportivo en cadenas internacionales. Estaba Viviana Vila en radio, que me enseñó muchísimo. Me gusta mucho la radio y el detrás de cámara de la televisión. Hacíamos producciones de exteriores para la televisión en las tribunas del viejo estadio de 1 y 57. Hasta que fui designado prosecretario de la vieja Fiscalía 2 y me alejé del trabajo periodístico, me parecía incompatible con mi función pública, pero espero retomarla. Quedó latente, espero retomar cuando me vaya de acá, ya no como periodista deportivo, me gustaría hacer periodismo judicial, no policial. Explicar en leguaje llano lo que pasa en los tribunales penales, un poco lo que hacía el periodista Enrique Sdrech.
-¿Cómo es su relación con las redes sociales?
-Hoy las redes sociales existen, nadie puede negar su influencia, ha revolucionado las comunicaciones. Hoy en día no existe un periodista que no tenga acceso, al menos, cuando no cuenta propia, de una red social. El propio internet cambió. Y nosotros tenemos que dar explicaciones. El porqué de las resoluciones judiciales tenemos que dar cuenta de ellas. Es como pedirle explicaciones a un médico y que te entreguen una historia clínica, uno no entiende nada. El médico, que es mucho más importante que nosotros porque salva vidas, nos explica con dibujito cómo funciona el corazón o el riñón y uno lo entiende de manera sencilla. Acá, que el derecho no es tan complejo como la medicina, hay que explicar de la misma manera. Los médicos hacen sencillo lo complejo. En la justicia hacemos complejo lo sencillo. En vez de decir “vaso con agua” escribimos “recipiente cilíndrico vidriado con un contenido líquido incoloro, inodoro, insípido”. Si nos gusta ser complicados en las causas, expliquemos a la comunidad para que entiendan.
-Las encuestas de opinión pública muestran un deterioro de la imagen de la Justicia en la ciudadanía ¿Cómo se revierte esa realidad?
-Tenemos que dar muchas explicaciones, no de los errores, debemos aceptar la crítica, somos funcionarios públicos, no tenemos títulos de nobleza. Dar explicaciones de lo que hacemos permanentemente. Explicarle a la comunidad lo que hacemos. Hay gente que no sabe para que se le cubre el rostro a un detenido, creen que es para protegerlos, se hace para evitar nulidades en los reconocimientos en rueda de personas. Los nombres de los menores no se dan porque está prohibido por ley, pero eso no se conoce y no tiene por qué saberlo y nosotros somos los encargados de explicarlo. Hay que explicar que una excarcelación no significa una absolución. Que las salidas transitorias o libertad asistida están en la ley y que es obligación de los jueces concederla si se dan los pasos procesales correspondientes y no es que un juez se levante y dice “a ver, a quién libero hoy”. Cuando hay errores judiciales hay que reconocerlo y dar la cara. Eso es el primero de los pasos para recuperar la confianza. Creo que hay desconocimiento, a veces de la prensa que confunde una excarcelación con una absolución y eso es grave el concepto.
-¿En materia penal qué hay que hacer con las leyes?
-No empezaría ni por la policía ni por las leyes, empezaría por la cárcel. Podemos tener el mejor Código Penal del mundo, copiar lo mejor de cada país, lo más avanzado y hacer uno propio, pero si eso termina en una cárcel como las que tenemos no sirve. Si ponemos una persona, 20 años, literal, hasta el último día en prisión y tenemos una cárcel como la de Olmos, ese individuo sale peor de lo que está. No digo que tiene que ser un spa o una colonia de vacaciones, pero sí, digno, con talleres y campo de deportes, lugar de esparcimiento y que el preso no tenga ocio negativo, que sea resocializador y no un castigo. Podemos endurecer las penas, nos va a dar cierta tranquilidad, pero la persona algún día saldrá, porque el sistema penal argentino no es un sistema eliminatorio, gracias a Dios no hay pena de muerte y no la habrá atento al pacto de San José de Costa Rica, pero a su vez, las penas siempre dan una oportunidad salvo Robledo Puch que es un caso particular.
-¿Entonces el problema es la etapa de reinserción?
-Claramente. En la cárcel trabaja el que quiere, estudia el que quiere, el resto puede pasar toda la condena fabricando facas, violando al compañero de celda y tratando de lastimar al guardia. Hay mucho ocio negativo que lo transforma en una persona feroz cuando sale de la cárcel. Nadie quiere una foto inaugurando cárceles, nadie quiere la imagen cortando cintas en el presidio, porque de la vereda contraria le van a decir “ellos hacen cárceles y nosotros fábricas y escuelas”, es el juego político, acá se vota año por medio.
-¿La mayor presencia policial previene el delito?
-Todos los ministros de seguridad, desde el regreso de la democracia, utilizan las palabras mágicas “más policías en las calles”. Pasamos de la infamia de la sensación de inseguridad a otra infamia que es la sensación de seguridad. La sensación de seguridad se la da al honesto, al buen vecino, al trabajador, al ver la luz azul dando vueltas y piensa, ‘la Policía me está ciudadano’, pero el delincuente no se intimida con la luz azul, sino no sería delincuente, bastaría con poner luces en todas las esquinas. El delincuente desafía a la policía, a la ley, a los jueces, a los fiscales, al guardia cárceles, a la propia vida, sale con un revólver a enfrentarse al mundo. Cuando estuvo Gendarmería fue lamentable lo que hicieron los gobernantes. Cuando entramos en turno invitamos a los jefes para trabajar en conjunto. Se hablaba del corredor seguro y ni siquiera les habían dado un mapa de la ciudad. Estos pobres hombres y mujeres caminaban por avenida 44 desde el hipódromo hasta Los Hornos ida y vuelta, todo el día, después los llevaban a dormir al Batallón de Comunicaciones de City Bell. La avenida 44 era un corredor seguro, qué hacían los ladrones, robaban sobre las calles 43 o 45. El delincuente, cuando ve un policía, roba al lado. Cuando le ponen una cámara, se encapucha. Muchas veces miran a la cámara y después salen en Facebook donde muestran el botín, las armas, las caras, sus tatuajes, sus apodos. Es desconocer la psicología básica del delincuente. “Más policías en las calles” es un slogan que no sé qué gurú de la comunicación, de los que pululan hoy, se los dará a los gobernantes, esa frase ya está perimida, no tiene validez y el delincuente se ríe de nosotros, pero todos los ministros de Seguridad la siguen imponen.
Otra que hace los ministros es dar a conocer las estrategias, muestran fotos dónde informan en qué lugares están las cámaras de seguridad, los puestos de control policial. Avisan todo. Le están diciendo al delincuente qué van a hacer para neutralizarlo. Hay una necesidad muy grande del maketing político, también obra de los gurúes. No me imagino a un General del ejército informando dónde están la vanguardia y la retaguardia. Acá la política obliga a la Policía a contarle al delincuente qué es lo que hará para neutralizarlo.
-¿Cuál es la solución?
-Se necesita inteligencia criminal, no chusmerío de peluquería, que es lo que hacen los gobiernos con sus servicios de inteligencia. Tiene que haber un sistema de inteligencia que se adelante al accionar del delincuente. Tenemos un servicio de inteligencia que es uno de los mejores del mundo y que no está en el ámbito penal, que es la AFIP. Ellos no se meten en nuestra intimidad, no escuchan conversaciones, no le importan quiénes son nuestras parejas o amigos, nada de eso, no saca fotos, no escucha audios. Simplemente cruza datos públicos y oficiales, con eso logra una inteligencia financiera feroz. Hagamos lo propio con la materia criminal, no tenemos que meternos y violar garantías constitucionales, pero cómo no vamos a poder saber dónde están los aguantaderos, dónde se vende droga, quiénes son los que la venden, quiénes son los que, en autos ostensiblemente vistosos, traen la droga. Eso es inteligencia criminal, no meterse en la intimidad de las personas como hace cierto espionaje estatal.
-¿Qué sintió cuando se enteró que Carolina Piparo fue electa diputada?
-Un orgullo gigantesco, fue tal vez el caso más emblemático de mi carrera. Durante el juicio oral forjamos una amistad que después se fortaleció en Usina de Justicia donde ambos participamos. Cuando me comentó que había sido tentada, la alenté, ella tenía que estar en la legislatura, ella no usó su tragedia para acceder a una banca, me consta que la fueron a buscar, no pidió nada. Se indigna con algunas cosas de la política, pero está haciendo un gran trabajo.
-Desde el punto de vista del marketing político fue una estrategia acertada la candidatura de Piparo. Ya está la víctima en funciones legislativa ¿Estará el fiscal del caso encabezando la lista de Senadores de La Plata en 2019?
-(Risas) Si me llegan a proponer una cosa así la evaluaría, sería un honor, pero no voy a hacer ninguna gestión porque no corresponde, soy un magistrado judicial, no actúo en política. Me gustaría trabajar en áreas como seguridad o justicia. Estoy volviendo a la docencia, pero no me veo con muchos años más en la actividad. Quiero dedicarme a estudiar y cumplir el sueño de hacer periodismo, no como salida laboral sino como vocación.