“Un accidente en la calle lo puede tener cualquiera. Pero de ahí a abandonarlo, no saber si le quebraste un hueso o lo mataste, es demasiado. Y ponele que te asustaste y te fuiste, entraste en crisis. Pero al otro día andá y presentate en la Comisaría, no seas basura. Eso es lo que no podemos entender: el encubrimiento, la impunidad”, sostiene María Laura Rebagliati, tía de Kevin Michi, el adolescente de 16 años que fue asesinado en Olmos el pasado viernes 28 de septiembre.
Era de noche y circulaba en bicicleta junto a su novia y dos amigos más, iba a comprar pochoclos a un kiosco para internarse a ver una maratón de series en Netflix. Pero en la esquina de 44 y 187 fue embestido por un Volkswagen Fox negro que circulaba a alta velocidad. Por el impacto, el auto terminó subiéndose al cordón, dejando un pedazo de carrocería en la vereda. Después se fugó. Kevin no tuvo otra oportunidad: murió en el acto.
Ahora su familia y amigos ruegan por una pista, un dato o un testigo que pueda esclarecer el homicidio. “Algún vecino, comerciante, el que arregló el auto en un taller. Alguien tiene que haber visto algo. Queremos tocarle la fibra íntima a alguien y que se apiaden del dolor de mi cuñada”, dice María Laura con la voz cargada de dolor. Paola González, la mamá de Kevin, no puede hablar sin romper en llanto.
Homicidio culposo, así fue caratulada la causa por la muerte de Kevin. El delito podría ser agravado por la fuga y la fiscal, María Scarpino, podría pedir una pena de hasta seis años de prisión según estipula el artículo 84 del Código Penal. El hecho ocurrió precisamente a las 23.30 del viernes 28 de septiembre en la localidad platense de Olmos y aunque los amigos de Kevin intentaron identificar al homicida, lo único que pudieron reconocer es la marca del auto, que huyó del lugar con una llanta reventada.
Aunque en esa esquina no hay cámaras de la Municipalidad, sí se pudo chequear otra particular que grabó el incidente, aunque no registró la patente del auto. La familia de Kevin, redes sociales y teléfonos en mano, busca conseguir registros audiovisuales de empresas o comercios cercanos que puedan dar cuenta del momento de la fuga.
El mismo sábado los amigos de Kevin declararon en la Comisaría 15° de Olmos. Más allá de la investigación judicial, que según informaron fuentes judiciales a 0221.com.ar está en curso, con un informe accidentológico y a la espera de otras medidas en sede policial, la familia también se mueve por fuera del sistema judicial. “Hablamos con algunos talleres para ver si habían arreglado el auto, nos contestaron que no, pero que cualquier cosa nos avisaban”, cuenta María Laura y asegura que “la gente colabora mucho: por ejemplo, una chica que iba caminando por la calle vio un auto negro con el frente abollado y nos mandó una foto, pero lamentablemente no era”.

La búsqueda de pistas y testigos también se refuerza con cientos y cientos de folletos en blanco y negro, impresos con la cara de Kevin, que piden justicia por el crimen. Pueden verse en la zona de Olmos, donde el joven vivía, pero también en Los Hornos, cerca de la escuela N° 53 donde cursaba la secundaria. A un mes del homicidio, la identidad del conductor o conductora todavía permanece entre las sombras.
A LA ESPERA DE JUSTICIA
Una fila india de bicis yendo a comprar pochoclos al kiosco más cercano. La promesa de una noche de desvelo mirando series y películas por Netflix. Es una escena cualquiera en un barrio de la periferia platense, que terminó de la peor manera. Aunque no hace falta, quizás condicionada por algunos medios de comunicación que justifican muertes si la víctima era delincuente o andaba en “cosas raras”, María Laura no se cansa de repetirlo: Kevin estaba yendo en bici a comprar pochoclos.
Cuando le preguntan por la personalidad de su sobrino, no duda: “Era un ser divino, una criatura sana que estudiaba, no digo que le fuera perfecto, pero estudiaba”, sonríe. Rescata una gran pasión de Kevin: las motos y los cuatriciclos. Con apenas 16 años se la pasaba en el taller de su suegro metiendo mano en los chasis, los motores y neumáticos.

“Kevin tenía una sonrisa que hacía que se te cayeran los pantalones. Era un dulce, y cualquiera que lo haya conocido va a decir lo mismo. Era comprador, un negro divino”, define María Laura. Antes de su muerte, la familia estaba compuesta por su mamá Paola y tres hermanos: su papá había fallecido en 2012, quedando Kevin al cuidado de su hermano menor cuando su mamá salía a trabajar.
“Nadie lo puede entender”, sintetiza su tía. Aunque el estupor y la tristeza nublaron a todo el núcleo familiar, María Laura aplica una rutina desde principios de octubre: se levanta temprano, hace un mate y se sienta en la computadora. Abre Facebook, entra en el grupo “Justicia para Kevin Michi”, publica en otros grupos, busca e investiga, sigue el hilo de algún comentario o rumor.
Los compañeros de la escuela de Kevin también ayudan, imprimen sus propios volantes y los pegan en sus barrios para incentivar aunque sea un testimonio anónimo que desenmascare al responsable. Hace pocos días, además, realizaron una emotiva jornada en su memoria, tocaron y cantaron la canción “Un amigo es una luz”, de los Enanitos Verdes, y soltaron globos al cielo. “Eso te demuestra realmente cómo era él”, asegura María Laura.
A un mes del homicidio, hacer una marcha o un corte de calle es una de las alternativas que se imponen. Pero la familia de Kevin quiere esperar a que la Justicia de un paso más, llame a declarar a algún testigo o consiga divisar otras cámaras. Mientras tanto, María Laura seguirá con su rutina de redes: “Todos los días alguien nuevo lo ve y si esa persona se lo pasa a alguien más, vamos sumando”, explica y asegura que siguen teniendo fe: “Dios nos tiene que ayudar a que alguien aparezca. Hay que esperar, aunque a veces el dolor supere la paciencia”.