domingo 16 de febrero de 2025

El relato en primera persona de la bailarina platense que recorrió el mundo con su danza

Se trata de Marianela Bidondo, bailarina clásica profesional y parte del cuerpo del ballet del Teatro Argentino de La Plata. Comenzó a bailar desde muy pequeña y a 15 años ya estaba junto a Iñaki Urlezaga, con quien recorrió el mundo y pisó los escenarios más importantes. Divide sus días entre los ensayos diarios y el estudio, ya que además de la danza se dedica a la nutrición. En una nota exclusiva con 0221.com.ar cuenta su historia y revela su fuerte deseo para que la situación actual del Teatro, un tanto olvidado, cambie.

-¿A qué te dedicás?

-Soy bailarina clásica.

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-Ah… qué bueno, ¿pero de qué trabajás?

-Soy bailarina profesional y me pagan por eso.

Esa suele ser una conversación habitual en la vida de Marianela Bidondo, una joven platense de 27 años que con mucho esfuerzo y dedicación logró convertir su hobby por el baile en un trabajo. Tal es así que hoy forma parte del cuerpo de ballet del Teatro Argentino de La Plata. El desconocimiento de las personas sobre la posibilidad de bailar en forma profesional o la falsa creencia que la danza solo se remite al arte, llevan -por momentos- a menospreciar una disciplina que conlleva muchos años de estudio, disciplina y sacrificio.

La carrera de Marianela, según cuenta, "es como la de un jugador de fútbol pero con el tutú puesto y en puntas de pie". Es que claro, ella siempre comparó mucho el fútbol con la danza por ser la sexta de cinco hermanos varones, donde todos tuvieron vinculación o jugaron a la pelota. Sus primeros pasos en la danza clásica los dio a los cinco años (hoy tiene 27) en el estudio “Lilian Giovine” de La Plata, que pertenecía a la tía del gran bailarín Iñaky Urlezaga, con quien después tendría la posibilidad de trabajar.

“La actividad cuando sos chico es súper divertida, con los años se va poniendo más serio y disciplinado, pero para mí fue súper natural todo; seguí bailando sabiendo que iba a hacerlo toda mi vida, pero sin saber que me iba a dedicar a eso”, explicó Marianela a 0221.com.ar, desde una de las plazas secas que se encuentra dentro del imponente Teatro Argentino, en 53 y 9.

Su gran oportunidad llegó cuando tenía 15. Sin buscarlo ni planearlo quedó seleccionada para reemplazar a una bailarina en el Ballet Concierto de Iñaky Urlezaga. “Fue de casualidad, yo estaba en lo que era la escuela y me probaron para ver si podían zafar esa función”, contó recordando aquel particular momento que marcó el inicio de su presente. La gira se hizo, le fue muy bien y a partir de ahí comenzó a trabajar formalmente en el Ballet con funciones sueltas, y luego oficialmente.

¿Qué significó eso? Dejar la parte de escuela con clases diarias de técnica y preparación, para pasar a tener un trabajo, con horario fijo, organización, funciones programadas y su propio sueldo.

Claro que paralelamente a eso Marianela se la rebuscó para seguir con la escuela, iba al Normal 1, donde recibió gran ayuda por parte de los profesores para que pueda rendir y terminar octavo y noveno grado. Después la historia se hizo aún más difícil, ya que las giras exigían mucho tiempo fuera viajando por el mundo, por lo cual tuvo que dejar sus estudios, sus amigos y todo lo que eso significa. Luego, y tras la insistencia de uno de sus hermanos que le repetía y repetía “no podés ser el Tévez de la danza” -de vuelta se mezcla el fútbol con el baile- finalizó el colegio varios años después rindiendo de forma libre.

Las funciones fueron por toda Argentina y el mundo. Centroamérica, Estados Unidos, Estonia, Tailandia, China, Turquía, Israel, Nueva Zelanda, España, Italia y Francia, fueron algunos de los destinos en los que Marianela dividió sus años y prácticamente vivió gran parte de su adolescencia, ya que era la más chica de la delegación. Ya no era sólo una diversión, sino que pese a su corta edad, tuvo la gran responsabilidad de afrontar ese desafío, del cual aprendió y creció artísticamente, ya que realizaban cerca de 120 funciones anuales.

“Estuve recorriendo y bailando donde y con quien se te ocurra, con grandes invitados porque Iñaky tenía llegada a primeros bailarines mundiales, compartí escenario con los Messis de la danza y eso es hermoso. Además de que te enriquece muchísimo”, cuenta entre risas, mientras nuevamente usa personajes futboleros para realizar una comparación y dejar claro la dimensión de los artistas que conoció.

Luego de varios años de girar por distintos lugares, ya con 19, las ganas de establecerse en su ciudad y estar más cerca de los suyos llegaron y con fuerza. “Lo pensé y era irme a otro país a seguir mi carrera o disfrutar a mi familia, y no lo dudé, tenía ganas de vivir y estar con ellos además de que estaba por nacer un sobrino; yo nunca estaba para un cumpleaños, no estaba para nadie”, sostuvo, a su vez que recordaba el momento donde tomó la decisión y pensó en aprovechar la posibilidad de tener en La Plata al segundo teatro más importante del país.

Se trata del Teatro Argentino, donde pronta a dejar la compañía del Ballet Concierto, se enteró de una audición donde sólo ingresaban dos bailarines y puso todas sus fichas a ocupar uno de esos ansiados lugares. Tal fue así que aprovechó unas vacaciones familiares en Estados Unidos para prepararse y realizar allí un curso de invierno que duró poco más de un mes, donde contó con grandes maestros, que la alistaron para lo que se venía. “Yo ya estaba decidida a que me quería quedar en La Plata, entonces estaba enfocada en que iba a entrar, me la tenía que jugar”, relató.

Por eso volvió a la ciudad, se presentó y quedó. Toda su preparación había dado sus frutos: era nueva bailarina del cuerpo de baile del gran Teatro Argentino.

“El teatro es un mundo mágico, vos estás armando el ballet y tenés a la orquesta que está ensayando para tocar tu música, la gente de sastrería que está armando los trajes, los de peluquería haciendo las pelucas, los de maquillaje y los de escenografía, todos haciendo lo que sea para que vos bailes; es increíble el combo que se arma en el mundo de un teatro lírico”, contó la joven que se ganó un lugar desde entonces y que habitualmente ensaya de martes a sábados de 11 a 17.

Si bien Marianela forma parte del cuerpo de baile del Teatro, hace dos años se desempeña en roles de solista y primera bailarina. Según cuenta, su debut como solista fue al realizar la obra “Pájaro del fuego” donde fue elegida por un coreógrafo exbailarín del Teatro Colón. Luego de mucho trabajo, sacrificio, ensayos y una búsqueda constante de seguir creciendo, llegó el momento de subir un escalón más y representar el rol de primera bailarina. Fue de la mano de Maricel Dimitri -ex primera bailarina del Teatro Colón- y Martín Miranda, quienes tomaron la dirección del Teatro y fijaron su vista en ella. “Me dieron grandes oportunidades, son excelentes artistas y sacaron lo mejor de mí, me dieron la confianza de creer que podía ocupar ese rol”, sostuvo, mientras recordaba su debut en la obra “Don Quijote”, justamente su historia preferida.

Actualmente su día se divide en pilates por la mañana, ensayo desde el mediodía hasta la tarde, y cursada hasta la noche. Es que claro, luego de terminar el colegio -quizás de una manera  no tan convencional- tuvo ganas de seguir estudiando y comenzó la carrera de Nutrición en la Universidad Católica de La Plata (UCALP), la única institución que se adaptó a sus horarios de baile, donde hoy transita el tercer año de estudio. “Me gustó la idea de estudiar porque quería tener la experiencia del contacto con los compañeros, como no fui al secundario me gustaba pensar en juntarme a estudiar, ir a cursar o rendir, antes me era imposible estudiar y en ese momento ya estaba establecida”, explicó, sobre la carrera en la que le gustaría desempeñarse en el futuro ya que la danza tiene tiempo de caducidad. Si bien depende de cada físico y demás, desde que un bailarín ingresa al teatro tiene veinte años de recorrido y luego se jubila, por lo cual Marianela lo haría cerca de los 40.

Además del duro entrenamiento, lo acompaña con una alimentación “súper consciente” como cuenta, ya que la misma actividad y cuerpo exige estar en condiciones para poder responder. “No me limito en comer nada porque también lo gasto, pero siempre que puedo me alimento lo más sano posible”, agrega, mientras a su vez reconoce que “Lamentablemente esta danza es muy estética” y en muchos casos llega a tal exigencia que hay muchas chicas con trastornos alimenticios. “En la escuela del Colón todos los martes tenés pesaje, si no pasás la materia que es física no pasás de año aunque seas una buena bailarina, en ese sentido es cruel”, señala, aunque de todos modos cree que los maestros actuales tienen mayor tacto que los de antes para tratar este tipo de cuestiones. También cree que, al igual que un deportista, resulta clave un acompañamiento físico con una nutricionista a lo largo de la carrera, con dietas específicas para mejorar el rendimiento arriba del escenario.

Hija de Omar Bidondo y Susana Burgois, hermana de Mauro, Ignacio, Julián, Augusto y Mariano, considera que el soporte familiar es necesario en una carrera tan competitiva y donde llega “el que le pone más garra y haciéndolo con respeto al otro”.

 “No sé si mi carrera es un ejemplo o no, pero yo siempre me divertí, si uno baila con el corazón no hay nada que pueda fallar”, dice con sus ojos iluminados, mientras insiste “Siempre bailar va a ser una motivación para ser feliz, el día que no tenga esa satisfacción lo voy a dejar. La danza es una pasión, esta profesión si no la amás y no te genera esa sensación interna de la desesperación por bailar, no es lo tuyo y seguramente estás destinado a otra cosa”, finalizó.

DÍA NACIONAL DE LA DANZA

Justamente el 10 de octubre se conmemora el Día Nacional de la Danza, en homenaje a nueve bailarines del Teatro Colón que fallecieron en 1971 cuando se dirigían a Trelew para realizar una presentación. Se trató de un accidente donde el avión cayó al Río de la Plata tras una falla en los motores, y no hubo sobrevivientes en lo que fue una de las peores tragedias aéreas.

Aquel hecho cortó las exitosas carreras de los bailarines Norma Fontenla y José Neglia -de quienes se realizó un monumento en plaza Lavalle al año siguiente de la tragedia-, en compañía de Sara Bochkovsky, Rubén Estanga, Margarita Fernández, Marta Raspanti, Carlos Santamarina, Carlos Schiaffino y Antonio Zambrana.

LA SITUACIÓN DEL TEATRO ARGENTINO

Hace cerca de dos años que los bailarines del Teatro Argentino de La Plata, ubicado en 53 y 9, no pueden trabajar con regularidad. Esto sucede debido a varias problemáticas como roturas en la ventilación de la sala de ensayo, falta de aire acondicionado y calefacción, que complica para realizar sus tareas con normalidad. Si bien los bailarines se la rebuscan para trabajar con ventiladores, organizando horarios y demás, la situación se agrava con el correr de los días y las respuestas no llegan. “Yo estoy re agradecida de tener en mi ciudad la oportunidad de trabajar en un teatro tan importante, hoy por hoy no estamos trabajando como a mí me encantaría y siento mucha pena, porque la carrera del bailarín es súper corta y dos años en ella es muchísimo tiempo”, cuenta Marianela, que cree que “la gente no tiene ni idea de lo que pasa acá adentro”.

Pese a la limpieza importante en las afueras del teatro, con nuevas luces LED, plantas y plazas secas, adentro la realidad es otra. “Hay una tristeza artística increíble, hay una desidia tremenda, nosotros nos buscamos los lugares para seguir trabajando y todo es con lo mínimo para poder seguir. El teatro no se cerró porque la gente quiere seguir trabajando”, sentenció la joven bailarina.

“Esperamos que esto se arregle, quisiera que salga adelante y que podamos volver a darle la confianza al público”, cuenta, de una de las cuestiones que más la marcó ya que se organizan funciones que luego no se llevan a cabo y “El ballet es una reliquia que se está perdiendo”, como añadió.

“Estos últimos dos años fui mucho más estudiante que bailarina y a veces estudio mucho más de lo que bailo; yo no lo quiero, pero no me queda otra”, dice Marianela, quien además se la rebusca cerrando funciones y eventos afuera, junto a la Compañía Argentina de Arte y Tango, que la creó junto a otros compañeros.

Funciones programadas que se suspenden, falta de zapatillas de punta que no llegan, falta de agua y aire, lugares no aptos para ensayar con pisos que no son los mejores y pueden dañar el cuerpo de los bailarines, resultan moneda corriente en un Teatro que supo brillar pero que hoy está oscuro y espera pronto relucir. “Si te roban dos años más de carrera te matan porque eso te liquida, te cortan las piernas y te hace daño a la cabeza”, cerró.

Por lo pronto, luego de tres funciones en abril en el Coliseo Podestá, las próximas presentaciones del cuerpo de baile del Teatro Argentino serán en el Coliseo de Buenos Aires el 27, 28, 30 y 31 de octubre, donde estarán interpretando tres obras de Oscar Araiz, Director del Teatro y destacado coreógrafo e iniciador de la danza contemporánea en Argentina.

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