Damián Gómez ganó el Campeonato Mundial GPC de Powerlifting 2025 en Brasil y apenas 12 horas después de su regreso al país volvió a trabajar de Uber Moto en La Plata. En una entrevista con 0221.com.ar, contó los detalles de una historia de pasión, sacrificio y gloria.
La noche antes de ser campeón del mundo en Camboriú, el platense de 32 años no pudo dormir. Era 24 de octubre. Salió del hotel, caminó hasta la playa y, parado frente al mar, recordó su camino hasta llegar a ese preciso momento. Estaba en el mundial, rodeado de las personas que veía por Internet cuando era chico, y acompañado por un equipo de atletas que él mismo había formado. Detrás estaba el esfuerzo de su madre, la ayuda de sus amigos, las recorridas en moto por la ciudad y cada cosa de la que se privó para alcanzar su sueño.
“Tengo que encontrar la manera de generar plata sin llevar mi cuerpo a un punto en el que pueda llegar a afectar el rendimiento”, se dijo Damián a sí mismo apenas supo que iba a competir en el mundial, hace alrededor de un año. No podía sacar más ingresos de su trabajo como administrativo. Tampoco de sus clases de powerlifting, deporte que consiste en levantar el máximo peso posible en tres movimientos: sentadilla, press de banca y peso muerto.
La solución estuvo en su Yamaha XTZ 125 blanca y en la aplicación de viajes que solía usar. En su tiempo libre, temprano o de noche, empezó a recorrer las calles de La Plata como Uber mientras hacía malabares para no romper la moto. Tuvo más de un pinchazo, a veces notaba que alguien lo seguía y con frecuencia un pasajero le pedía ir hasta una esquina oscura. Damián no es alto, pero sus bíceps anchos y pecho prominente sobresalen a la distancia. Nunca sufrió un robo.
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Damián Gómez y su Yamaha XTZ 125 blanca con la que trabaja como Uber
Damián piensa que atravesar la ciudad de las diagonales una y otra vez en su Yamaha también es una buena manera de socializar en una época en la que no siempre sale bien. Eso resulta fácil en la práctica. “Se te ve un poco extraño, te vería trabajando de otra cosa, de seguridad o algo de eso”, le dicen los pasajeros. “La verdad que soy bastante pacífico como para trabajar de eso”, responde. Si la charla sigue, confiesa que es campeón del mundo.
Un camino de hierro y sacrificio
El platense tenía un deseo cuando empezó a practicar la disciplina, hace ya ocho años: “Sentía que si llegaba a ser campeón iba a tener un reconocimiento, la gente me iba a apoyar para que lo siga haciendo. Creo que desde la primera vez que salí campeón siempre quedé con esa ilusión y sentí que nunca llegaba”.
A lo largo del tiempo sufrió algunas lesiones en competencia, la mayoría durante el movimiento de sentadilla. Las piernas tiemblan en ejercicios de 200, 250 o hasta 280 kilos. Damián lo sabe y tiene una mentalidad de hierro. Por esta y más razones es el líder del equipo Berserkers, que entrena en el gimnasio de calle 19 entre 32 y 33. El nombre evoca a las élites guerreras de los vikingos y el platense comparte su espíritu. “Cuando entraban en combate no les importaba sobrevivir. Siempre fue nuestro lema: no importa si ganamos o no, hay que darlo todo para ganarnos el honor de haber competido”.
Las piernas tiemblan en ejercicios de 200, 250 o hasta 280 kilos. Damián lo sabe y tiene una mentalidad de hierro
Irene Frangi, pionera del deporte en Sudamérica, es su “madrina del power”. Durante la década de 1990, cuando los materiales de la disciplina ni siquiera llegaban al país, ella viajó al exterior para competir. Una vez aterrizó en Estados Unidos. Nadie lo podía creer: una chica, sola, que recorría el mundo y se las arreglaba como podía. “Es una de las personas que más me ayudó y siempre traté de que tenga el reconocimiento que se merece”, dice Damián con los ojos iluminados ante la mesa del living de su casa de La Loma.
En la previa del Sudamericano WABDL 2019 en Iguazú, Damián no tenía ropa para competir. “No te podés preocupar por eso, vení que te prestamos nosotros”, le dijo Víctor Giles, preparador de la Selección Argentina. El platense respondió en la plataforma: salió campeón y Víctor, el atleta que lleva 30 años en la disciplina, se convirtió en su entrenador personal. “Yo hago esto porque me gusta, no me quiero quedar con un peso porque no puedo sacar una remuneración económica de una pasión”, repetía el hombre experimentado en un torneo organizado a pulmón. Esa fue la primera enseñanza que Damián adoptó de su parte.
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Damián Gómez ganó el Campeonato Mundial GPC de Powerlifting 2025 en Brasil
Cuando conoció el gimnasio de Víctor en Longchamps, vio un estante repleto de trofeos. “Qué cosa hermosa”, pensó al instante. Mientras dominaba un sistema soviético, comenzó a entrenar con los powerlifters que habían preparado a Víctor, en un intento por absorber la modalidad completa para complementar su propio estilo en la plataforma.
El hambre de gloria había arrancado mucho antes. Con apenas un año en la disciplina, ganó el Campeonato Nacional APUA 2019 en Merlo con un récord de 140 kilos en press de banca. Incluso en la actualidad, es una marca considerable para un junior de 82 kilos.
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El atleta platense guarda sus logros en el gimnasio: tiene una repisa repleta de sus trofeos y medallas
El debut en competencia marcó a Damián Gómez para siempre, pero por una razón distinta. Su exesposa lo llevó al torneo en Mar del Plata un fin de semana de lluvia que fue inolvidable. “Era su cumpleaños y en vez de festejarlo nos fuimos hasta allá, no le importó nada con tal de que yo intentara algo que me gustara”, recuerda mientras sus ojos se vuelven vidrio. “Lamentablemente haberle entregado mucho al deporte me costó también que ella ahora no esté conmigo”, reflexiona con la voz quebrada.
De las vías de Tolosa a la gloria mundial
El platense pasó bastante tiempo en soledad durante su infancia y adolescencia. Su papá se ausentó cuando tenía diez años y su mamá se cargó la familia al hombro. Ella trabajaba sin descanso como administrativa y cuidadora de adultos mayores. Damián, solo y aburrido, miraba con fascinación videos de powerlifting en Youtube, aunque solo había contenido grabado en Estados Unidos, y con frecuencia ponía los pies abajo de la mesa del televisor y hacía abdominales en pleno almuerzo. Su mamá guarda ese recuerdo hasta la actualidad.
Cuando su hermano mayor se fue de la casa de Tolosa, dejó en el patio algo sagrado: un pedazo de vía de tren que Damián usó como barra para entrenar durante su infancia. “Desde antes de los diez años empezó esto de querer ser fuerte, levantar peso, seguir creciendo en esas cosas”, cuenta.
Su papá se ausentó cuando tenía diez años y su mamá se cargó la familia al hombro. Ella trabajaba sin descanso como administrativa y cuidadora de adultos mayores
Más de 20 años después, sobre la plataforma de Camboriú, rodeado de sus ídolos, el tiempo se detuvo. Por primera vez no estaba nervioso ni sentía miedo: estaba liberado. Sin importar lo que pasara, iba a dejarlo todo. Durante el movimiento de sentadilla, de golpe, sintió un sinfín de pinchazos debajo de la cintura. Se le habían dormido las piernas. Cayó desplomado y la barra de 280 kilos lo aplastó. Pasó segundos de desesperación y, mientras pensaba que todo había terminado, alguien le sacó el peso de encima. El alma le volvió al cuerpo.
Pasan mil cosas por la cabeza de un atleta en momentos de tensión como ese. Damián pensó que había perdido, pero seguía con vida y le quedaba el siguiente intento. Otra vez cargó 280 kilos en sentadilla, y esta vez sintió que sostenía su propia infancia. Sabía que ese era su destino y estaba a punto de cumplirlo. Apretó su cara y sus piernas temblaron. Cuando subió de nuevo, su sueño era una realidad.
“En el momento no lo podía creer”, cuenta Damián sobre su sábado de gloria. “Y no me había podido ni siquiera dar el tiempo de creer todo lo que había pasado porque todavía quedaba torneo por delante con mis atletas. Creo que me sentí realizado una vez que terminó y tuve unos segundos de paz para que mi cabeza baje de revoluciones”, agrega.
De vuelta al ruedo en La Plata
El lunes, después de llegar a las tres de la madrugada a su casa, se levantó temprano y fue a trabajar. Sus compañeros lo felicitaron y le preguntaron todo sobre el torneo. Pasado el mediodía, recorrió las calles de La Plata como Uber Moto en soledad y con la paz del campeón. Al atardecer fue al gimnasio para abrir con normalidad, y también dejó algunos elementos que se había llevado.
“Uber fue una manera para llegar al mundial, al ser un deporte amateur, solamente contamos con nuestros propios recursos. Viajamos, nos compramos los elementos de competición, y los nutricionistas, masajistas y quiroprácticos, todo eso tenemos que sacar de nuestro bolsillo”, explica.
La contraparte del obstáculo económico fue el enorme apoyo de las personas que lo rodean. “Es increíble como el powerlifting es un falso deporte individual. No hay un deporte más colectivo que ese. Porque son una familia ustedes y se apoyan el uno al otro para seguir avanzando”, le dijo un masajista hace poco, y Damián no puede estar más de acuerdo.
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La mirada de Damián Gómez, el campeón mundial de levantamiento de pesas que trabaja de Uber
La familia de Damián es el equipo Berserker. “No entiendo cómo son tan leales a vos tus chicos, van a muerte con todo”, le dice la gente con frecuencia. “A mí me educó el rugby”, responde siempre y agradece su paso por Club Universitario en su adolescencia. Su rol de líder le dio el lujo de entrenar a Franco José Leo Menazzi, apodado “Big Tilo”, el atleta más fuerte de Sudamérica: “Trascendió todo lo que alguna vez podríamos haber imaginado y es una persona que se mantiene muy humilde”.
El platense recuerda aquel deseo de reconocimiento que nació cuando empezó el deporte y que lo acompañó durante años, hasta que encontró la reflexión de un powerlifter ruso: “Nosotros no somos como los jugadores de fútbol, cuando termina el torneo y todo lo que dejaste atrás, solo queda lo que vos hiciste. Lo vamos a seguir haciendo por más que nadie lo reconozca, lo vea o lo entienda. Ganamos la satisfacción de que nos superamos. De todo eso que algún día soñamos, lo pudimos hacer”, dice con determinación.
En la casa de Damián no hay premios, reconocimientos ni pesas. Igual que Víctor, su maestro, guarda sus logros en el gimnasio: tiene una repisa repleta de sus trofeos y los del equipo, y aparte una caja con 40 medallas de cada torneo en el que participó. Aquella noche en la playa, pensó en su largo recorrido: “Qué increíble todo lo que hice”.