Antonio murió el 30 de agosto de 2020 después de una internación de casi un mes. Era licenciado en Enfermería y desde la llegada del COVID-19 fue uno de los que se puso en la primera línea de batalla y arriesgó su vida para salvar a cientos de pacientes. Su caso motivó un duro comunicado de la CICOP, la asociación que nuclea a los profesionales de la salud.
Carmen y Antonio Gil Yovera
Una selfie en el lugar de trabajo de Carmen Burgos y Antonio Gil Yovera
La historia de Antonio Gil Yovera y Carmen Burgos
Antonio y Carmen se conocieron hace dos décadas en una iglesia cristiana de Berisso, de casualidad. "Siempre oré para tener un compañero, un amigo, un confidente, una persona compinche, porque cuando yo vine de Perú estaba desorientada", recuerda quien se terminó casando con Antonio hace 8 años. "Con mi esposo teníamos muchos sueños, muchas metas", se lamenta, pero al mismo tiempo agradece por todo el tiempo que pasó a su lado y el aprendizaje constante que eso significó para ella.
Cuenta que Antonio vino de joven a vivir a La Plata. Sus padres le habían dado permiso porque en la ciudad estaba su hermano, quien se recibió de médico y lo incentivó a estudiar una carrera universitaria. Arrancó de abajo, como pintor y albañil, y juntos pudieron construir la casa de Berisso que compartieron hasta su fallecimiento.
Finalmente se recibió de enfermero. "Comenzó estudiando Ingeniería pero no era lo de él; entonces se decidió por Enfermería, se recibió y entró al Hospital de Niños", recuerda la mujer.
Casamiento de Carmen Burgos y Antonio Gil Yovera
El casamiento de Antonio y Carmen, en Berisso
"Mi marido no tomaba, no fumaba, no iba a boliches, iba de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Iba mucho a la iglesia, era muy familiero, en el barrio todos los querían, todos lo quieren y hoy me cuidan y me protegen", lo recuerda.
Y evoca que fue Antonio quien la motivó para seguir también la carrera de Enfermería. "Gracias a él soy Licenciada y hoy estudio para recibirme de Gestión Hospitalaria", dice. "Por eso su partida me choca mucho, él era muy sano, se cuidaba, no entiendo todavía por qué pasó lo que pasó", se lamenta y evoca una frase de Antonio:
—Yo lo único que te puedo dejar como herencia es un trabajo, un título —dice que le decía—. Es como que sabía que se iba a ir, pero yo nunca pensé que eso sería tan rápido.
Es como que sabía que se iba a ir, pero yo nunca pensé que eso sería tan rápido Es como que sabía que se iba a ir, pero yo nunca pensé que eso sería tan rápido
Tristeza infinita a fines de agosto
Carmen repite con dolor que todo sucedió muy rápido y de forma inesperada. Ambos trabajaban en la primera línea de batalla en los hospitales, cuando la población todavía no entendía lo que ocurría y las noticias alertaban por la propagación de un virus desconocido que amenazaba en todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Antonio Gil Yovera
La simpatía de Gil Yovera, en su lugar de trabajo
"Los dos trabajábamos todo el día y no teníamos contacto con otras personas. Cuando volvíamos a nuestra casa, nos sacábamos los uniformes, los dejábamos en un tacho con agua y un líquido especial que habíamos comprado, nos cuidábamos mucho, todo el tiempo", describe aquellos días entre abril y agosto de 2020, que fue cuando Antonio se enfermó.
El relato del desenlace es conmovedor. "Ese día vino normal, desayunamos y me dice 'Carmencita, te espero en la pieza porque estoy muy cansado'. Yo noté un silencio especial. Él tenía una perrita —que todavía la tengo— y se volvía loco con ella, pero esa vez cerró la puerta. Cuando yo la abrí, ahí se descompensó. Le hice RCP, llamé a la ambulancia y tenía todo listo para trasladarlo a una cama del Hospital San Martín, pero el protocolo me lo impidió y tuvimos que llevarlo al Hospital de Berisso", recuerda.
Carmen y Antonio Yovera
Carmen y Antonio junto a la perrita que la sigue acompañando
Fueron 28 días de internación en los que Antonio luchó hasta último momento. "Peleó y peleó; teníamos fe en que iba a salir, orábamos, hacíamos vigilia, estuvimos haciendo mucha fuerza".
"Un día antes entré y lo vi muy rejuvenecido, como si tuviese 20 años menos, no me puedo olvidar lo flaco que estaba. Le tomé la mano, le dije 'dale que peleamos los dos, tenemos que salir adelante, vos podés, no me dejes sola'. Y no sé si fue cosa mía o qué, pero sentí que me apretó la mano. Ese fue el último día en que lo vi. A las 9 de la noche llamaron a mi casa para decirme que le había dado un paro. Por eso creo que ahí se despidió de mí", rememora Carmen.
No sé si fue cosa mía o qué, pero sentí que me apretó la mano. Ese fue el último día en que lo vi y creo que ahí se despidió de mí No sé si fue cosa mía o qué, pero sentí que me apretó la mano. Ese fue el último día en que lo vi y creo que ahí se despidió de mí
El legado de Antonio Gil Yovera
"Hoy yo sé que él donde está, está cumpliendo una función. Yo en la iglesia me enojé con todo, hasta con Dios, con los pastores, con todos, porque yo no encontraba una respuesta, tampoco la encuentro ahora. Ellos me dijeron algo que me calmó, que nosotros venimos al mundo con una misión, sea chica o grande, y mi esposo la misión ya la cumplió", dice Carmen.
Además del trabajo en el Hospital de Niños, Antonio tenía una empresa de enfermería a domicilio y cuidadores de adultos mayores. Ahora la está atendiendo Carmen, dando trabajo a muchos colegas. "Así ayudamos al prójimo, como nos enseña toda la iglesia, sea cristiana o católica. Si alguna vez yo tengo que partir, sé que estoy haciendo una obra de bien y doy trabajo a la gente", se consuela Carmen.
Carmen Burgo y Antonio Gil Yovera
Carmen Burgos y Antonio Gil Yovera estuvieron ocho años casados
"A mi marido lo tengo siempre presente. Recuerdo que nunca festejaba su cumpleaños, salvo el último, que sí lo festejó, junto a tres personas, entre las que estaba yo", recuerda. Además, cuenta algo especial que dijo Antonio aquel mes de marzo y que después pareció premonitorio:
—El día que yo me muera quiero que me cremen y me lleven a mi pueblo, a Chiclayo.
—Estás loco, yo no te voy a cremar, la Biblia dice que no hay que cremar el cuerpo— dice Carmen que le respondió.
"Al poco tiempo falleció. Me lo entregaron en ceniza. Uno no se da cuenta y sin querer por ahí habla y hace referencia a su propio futuro. Yo estaba en contra de la cremación pero sin embargo su deseo se cumplió. Lo tengo acá conmigo, estoy esperando el momento en que se calme un poco la crisis económica para poder ir a Chiclayo con sus cenizas, como él quiso", rememora a 5 años de aquel momento.
Poco antes de que se cumpliera el primer aniversario de la muerte de Antonio, el COVID-19 iba a extender el drama familiar, terminando con la vida de su hermano, Lino Gil Yovera, y su sobrino de 24 años. "Todo lo hago por él", cierra Carmen con todo el dolor por las heridas que le provocaron el momento en que su vida cambió para siempre.