Recicladores Unidos nació hace 8 años y desde entonces no para de crecer. Con dos plantas de separación de residuos en la región, todavía piensa en expandirse.
La Cooperativa de Recicladores Unidos de La Plata, Berisso y Ensenada nació en 2013, impulsada por Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) para garantizarle derechos laborales mínimos a los cartoneros que a diario recorren la región para procurarse un plato de comida.
La organización es parte de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCyR) -que agrupa a recolectores organizados en cooperativas a lo largo y ancho del país y lucha por la inclusión en el sistema laboral formal de trabajadores que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad- y desde su nacimiento no para de crecer: ya cuenta con dos plantas de reciclado y más de 200 empleados que se encargan de limpiar las calles y recuperar los desechos para convertirlos en materia prima para el sistema industrial.
El hombre pescó al animal en el Río de la Plata y lo donó a un grupo de científicos de la UNLP y el CONICET, que lo buscaban desde hace tiempo para estudiarlo.
Juan Carlos Romero es un conductor de aplicaciones de La Plata y ofrece un servicio inédito a todos los pasajeros que lo eligen para trasladarse.
Las decisiones, como en cualquier cooperativa, se toman entre todos. Los cartoneros eligen autoridades, planifican el sistema de trabajo, penalizan a quienes cometen faltas y se reparten el dinero recaudado, según es acordado en asambleas periódicas.
En 2013, los cartoneros de La Plata atravesaban una situación crítica. La Policía Bonaerense no los dejaba usar caballos como herramienta de trabajo y por ello un grupo de carreros se juntó con militantes del MTE para enfrentar la persecución. Hicieron asambleas, plantearon la problemática y actuaron.
Para que los efectivos los dejaran trabajar, identificaron sus carros con las siglas del MTE y los últimos números de su DNI. Además, desparasitaron los caballos y los engordaron. Luego, se propusieron vender los residuos en conjunto y repartir las ganancias y finalmente se integraron a la FACCyR. El proceso duró más de 2 años, hasta que el proyecto de la cooperativa se materializó.
Los propios cartoneros trazan las rutas de sus recorrido y se dividen el mapa de la ciudad. Un camión pasa, de lunes a viernes a las 16 por las principales plazas del centro -Olazábal, Italia, San Martín, Rocha, España, Moreno y Paso- y lleva los carritos con sus respectivos bolsones vacíos. Los carreros recorren las calles de la zona y 2 horas después, vuelven al punto acordado, devuelven los bolsones cargados y les ponen su nombre en una etiqueta, para identificar cuántos kilos juntó cada uno y cuánto les corresponde cobrar por ello.
Pero los carreros no son los únicos integrantes de la Cooperativa que realizan trabajos en la calle y es que entre los miembros de la misma también destacan las promotoras ambientales: muchas de ellas son excartoneras, que se reubicaron laboralmente luego de tirar del carro durante años, cuando el cuerpo no les dio para más; y hoy se encargan de concientizar a vecinos, estudiantes e instituciones sobre la importancia de la separación de residuos en origen.
La cooperativa cuenta hoy con dos galpones que funcionan como plantas de reciclado, donde los trabajadores reciben la basura y separan los materiales -vidrio, plástico y cartón, entre muchos otros- que luego venden como materia prima para la fabricación de papel, envases y cajas. Una se encuentra en la localidad platense de San Carlos y la otra en Ensenada.
El espacio de 144 entre 47 y 49 cuenta con maquinaria para que los recicladores puedan trabajar sin lastimarse el cuerpo: enfardadoras para prensar los materiales y venderlos en cantidad, ya que un fardo pesa alrededor de 190 kilos; y una cinta transportadora que les permite desmenuzar las bolsas de basura y apartar los materiales reutilizables.
Según explican, la organización cuenta con diferentes modalidades de pago. El sueldo es mensual y para los cartoneros varía de acuerdo a la cantidad de materiales que juntan, pero el sistema es simple: luego de cada jornada de trabajo se pesa lo recolectado en una balanza y es anotado para sumar todo a fin de mes.
En el MTE intentan organizar a los trabajadores de la economía popular, por lo que a los cartoneros, se suman obreros textiles, productores rurales y personas que salieron de la cárcel y buscan reinsertarse. La organización busca que los trabajadores tengan derechos laborales y por eso se hacen cargo de gestionar programas vinculados a la salud, a los aportes jubilatorios y al cuidado de sus hijos y se aseguran que puedan contar con días de licencia.
El organización también tiene una guardería a disposición para que los trabajadores dejen a sus hijos en el horario laboral y los ayudan, por ejemplo, con trámites como los del Monotributo Social. La UTEP cuenta además con una obra social -la Asociación Mutual Senderos- que brinda asistencia para el personal del sector.
Verónica San Martín es de Villa Catella, Ensenada; tiene 42 años y fue elegida por sus compañeros como presidenta de Recicladores Unidos. "Por ser presidenta no sos nadie. Somos compañeros como siempre, no nos tenemos que olvidar de eso", dice en diálogo con 0221.com.ar.
Ella trabajaba como empleada de mantenimiento en una clínica privada hasta que cerró y se quedó sin trabajo, por lo que tuvo que salir a cartonear, con sus hijitos -de 3 y 6 años- de la mano.
Aunque comenzó de manera independiente, se enteró se enteró del movimiento que estaba surgiendo y se unió para luchar por los derechos básicos de los cartoneros. "Al trabajar sola en un carrito, la Policía me paraba. (el exintendente Julio) Garro hizo una persecución bárbara, nos sacaba caballos, nos trataba como si fuéramos chorros y estábamos mal vistos. Les presentamos una propuesta, que si no nos dejaba trabajar individualmente íbamos a trabajar en conjunto", recuerda Verónica y agrega: "Cuando logramos tener la cooperativa dijimos 'bueno, abrimos guardería'. Los chicos no tienen que salir a la calle".
Miguel Cabello también es de Villa Catella, tiene 36 años y empezó a trabajar como cartonero a los 12. Durante las tardes, trabaja en el polo de reciclaje que tiene la Cooperativa, separando residuos.
"No me hace mal, no me hace daño, es algo que hice toda la vida y me gusta, me encanta lo que hago. Ayudas al medio ambiente también y eso es bueno", dice con orgullo y, además, se alegra de cuánto han cambiado las cosas para los recicladores urbanos: "Por ahí, hoy por hoy, capaz que te ven con la ropa de la Federación y te ven como un trabajador y antes por ahí salías con ropa normal o con un carrito y eras un ciruja o un croto, así te veían", recuerda.