domingo 20 de abril de 2025
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A 7 años del suicidio de Lara Tolosa en un aula del Nacional, habla la madre: "El colegio me abandonó"

En una profunda entrevista, Julissa Erretegui cuenta cómo procesó esta historia y sus sensaciones al volver a pisar el establecimiento tanto tiempo después.

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—¿Y si mejor charlamos después del acto, con más tiempo? —acordamos con Julissa.

Así, el miércoles siguiente al homenaje en el Colegio Nacional y con una tranquilidad que no se condice con la locura que se vive en diciembre en las calles de La Plata, Julissa espera paciente en la vereda de su casa. Nos saludamos y luego caminamos hasta la vuelta mientras elegimos el bar en el que pasaríamos las siguientes 2 horas.

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Hace calor y el sol golpea las mesas de afuera del local de 17 y 51, a metros del Ministerio de Salud bonaerense y frente a la rambla llena de árboles que tiene a Plaza Moreno de un lado y a Plaza Malvinas del otro.

—¿Se podrá adentro? —preguntó en voz alta antes de entrar a consultar. No se puede, pero en la vereda justo se levanta una señora y así nos acomodamos en la mesa que todavía está cubierta de sombra.

Julissa Erretegui tiene 43 años y es la mamá de Lara Tolosa Chanetón Erretegui. Lara tenía 15 años cuando se disparó en un aula del Colegio Nacional "Rafael Hernández" de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) frente a sus compañeros y una docente la mañana del jueves 3 de agosto de 2017, y murió 4 días después en el Hospital San Martín. A 7 años de aquel momento, Julissa acepta charlar de esta historia que el paso del tiempo parece silenciar. "Que no haya notas ni se haya tratado el tema responde a una intencionalidad, es una posición política", reflexiona con la mirada puesta en las autoridades del Nacional y la UNLP.

El pasado viernes 6 de diciembre se realizó un acto en el histórico establecimiento educativo de 1 y 49, en el que se colocó una placa con el nombre de Lara. Sin embargo, la iniciativa vino desde otro lugar: fue Giselle Fernández, exalumna del Nacional y hermana de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien se contactó con Julissa para proponerle ir a charlar al colegio y organizar el homenaje. En ese encuentro, la mamá de Lara pisó la escuela por primera vez en 7 años, aunque sigue sin encontrarse con quien era la directora en 2017 y hoy es vice.

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Julissa Erretegui, mamá de Lara Tolosa, 7 años después del suicidio de su hija en un aula del Colegio Nacional.

Julissa Erretegui, mamá de Lara Tolosa, 7 años después del suicidio de su hija en un aula del Colegio Nacional.

De vuelta al Colegio Nacional, 7 años después

En el acto se colocó una placa en la puerta del aula con una serie de dibujos de Lara, su nombre y la frase "que tu luz nos ilumine para que esto nunca más vuelva a pasar. Estás en nuestros corazones". Julissa leyó al micrófono unas palabras ante la atenta mirada de amigos, familiares y "cuatro personas del colegio".

"Solo se me acercó un profesor muy afectuosamente al final del acto, no me acuerdo su nombre, que me dijo 'Julissa, te quería acercar mi afecto'. Es miembro de una organización de profesores por la memoria. Y después, la persona más compungida que lloró cuando entramos al aula fue la portera. En este mundo los que están más al costado son los más humanos", dice quien actualmente trabaja en la Facultad de Artes de la UNLP, donde se recibió de Profesora y Licenciada en Artes Plásticas con orientación en Grabado.

De esta manera Julissa -que también fue alumna del Nacional- volvió a pisar el colegio por primera vez después del suicidio de su hija.

—¿Cómo se gestó el reciente homenaje a Lara en el Colegio Nacional y por qué se hizo ahora, a 7 años de lo que pasó?

—En realidad lo que pasó fue que yo conocí a Giselle Fernández, la hermana de Cristina, por una situación casual. Ella se empezó a atender en septiembre con mi hermano odontólogo y no sé cómo terminaron hablando de esta historia. Nosotras no nos conocíamos. Me mandó un regalito, un angelito, un gesto de afecto, y entonces yo le agradecí con un mensaje diciéndole que su regalo me llegó al corazón. Me dijo que le gustaría conocerme y fuimos a tomar un café al centro. Estuvimos como 2 horas hablando y yo le conté toda la historia de Lara. Ella me contó su paso por el Nacional y que también había sufrido situaciones de hostigamiento. Me contó que a ella la salvó la militancia, ponía el foco ahí, pero que el colegio es bravo, que no hay una contención hacia los chicos desde siempre y entonces es un ambiente difícil. Nos contamos nuestras vidas y me ofreció intentar tener una reunión con el colegio para pedirles que se coloque una placa y se comience a hablar de Lara. Porque en realidad lo que yo supe en estos 7 años por muchas fuentes diferentes allegadas al Colegio Nacional es que a Lara no se la puede prácticamente nombrar; es como si no hubiese sucedido lo que sucedió. Entonces es terrible, es como un error muy grande.

Siempre que paso por el colegio es una mezcla de sensaciones: bronca, dolor y tristeza. La última vez que yo había entrado al Nacional fue a mediados de 2016 para pedir ayuda por Lara.

—¿Quiénes estuvieron presentes en esta reunión y cómo se desarrolló?

—Yo acepté la propuesta de Giselle y ella pidió la reunión. Entonces fuimos a reunirnos con la dirección, nos recibió la directora actual (Dominique Suffern Quirno), pero la directora en 2017 (Ana María García Munitis), que hoy en día es la vicedirectora, no estaba en la reunión porque aparentemente tenía otra importante en el Rectorado ese día. No la pude conocer hasta el día de hoy.

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El viernes 6 de diciembre se descubrió una placa con el nombre de Lara Tolosa en el aula del Colegio Nacional.

El viernes 6 de diciembre se descubrió una placa con el nombre de Lara Tolosa en el aula del Colegio Nacional.

Fue una reunión de 2 horas con mucho respeto de todas las partes pero fue dura, porque yo volví a hablar de todo lo que había atravesado -en realidad por primera vez hablé con ellos-, de mi desesperación por ver que Lara estaba cambiando rotundamente, que de golpe había hecho un cambio drástico en su personalidad, que fue muy marcado. Todos los que conocieron a Lara no podían creer que Lara haya cometido el suicidio. Nadie se imaginó que Lara podía insultar a sus compañeros así, que dijo que quería matarlos. Eran todas cosas muy ajenas a ella, a su personalidad, que no tuviese amigos, que no hiciera amigos, era algo muy raro. Y entonces yo les conté todo mi proceso de 2016, con la desesperación de no saber qué hacer por Lara, cómo ayudarla, que por eso me acerqué al colegio e inclusive el preceptor en ese momento naturalizó completamente que Lara estuviese sola. Me dijo "sí, Lara está sola todo el día. Es más, está con una amiguita nueva como ella, que si la amiguita falta o ella falta, la otra se queda sola, completamente sola las 5 horas de clase". Cosas que una figura pedagógica no puede pasar por alto, que no puede ignorar, porque ese es el rol más importante que tiene. Conté todo y les dije que me abandonaron antes, durante y después.

—¿Qué te respondieron cuando les planteaste eso?

—Nada, me escuchaban, pero no me decían nada muy reparador. Sólo lo traumática que había sido la situación. La verdad que la actitud de la directora era como de mucha defensa, como siempre hicieron, como justificando su no accionar. Pasaron 7 años, tuvieron tiempo de acomodarse, de hablar con los chicos, de hablar en el colegio; por ahí a mí no se me acercaban, no me parece mal, pero bueno, ni siquiera eso.

Les dije que lo único que me habían ofrecido ellos fue cambiarla de división, y entonces ahora me dijeron "nosotros siempre ofrecemos esa posibilidad porque por ahí hay chicos que se adaptan mejor a otra división y no a esa". Bueno, esa fue la única respuesta. Yo también les comenté que a mí me había llegado por medio de una conocida que era preceptora del Nacional en 2017, que en 2018, o sea, al año de lo que pasó, el colegio emitió una especie de panfleto como de reflexión sobre lo sucedido. Ella estaba sorprendida porque el tono del mensaje era como que nos cayó un rayo acá en el colegio y ahora qué vamos a hacer cuando pasa eso y no estás preparado, no teníamos herramientas. Y además ponían información errónea, como que Lara había empezado en 2017 el colegio, cuando había sido un año antes. Eso me pareció una falta de respeto. Entonces se los conté en la reunión y me dijeron "no puede ser, no, no, Julissa, estás equivocada. Debe haber sido algo que emitió el centro de estudiantes. Nosotros institucionalmente nunca sacamos nada”. La verdad, no me iba a poner a discutir con ellos...

"No sabes lo traumático que fue para nosotros; tuvimos el aula un año entero cerrada", me dijo la directora. Y el aula cerrada no sirve de nada, tiene que estar abierta y tienen que hablar de lo que pasó ahí. Es la única manera de que esto no vuelva a pasar. Hablen de lo que pasó, que los chicos reflexionen sobre lo que pasó, no cierren el aula ¿de qué sirve eso? Es como el fantasma, el tabú de lo que pasó.

El otro día una amiga me decía 'bueno, si ellos mínimamente tienen un gesto de disculpas, un mínimo de empatía, están reconociendo y asumiendo su responsabilidad; entonces ellos van a tener esta actitud de frialdad hasta lo último'. Y eso que yo no hice nada, porque yo no fui a hacer ningún tipo de denuncia, y podría haberlo hecho.

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Uno de los retratos de Julissa y Lara que conserva la madre.

Uno de los retratos de Julissa y Lara que conserva la madre. "Siempre vuelvo ahí", repite.

—¿Nunca pensaste en iniciar una denuncia?

—En un primer momento, te voy a ser totalmente sincera, quise hacer una denuncia. Mi primer impulso fue ese. Yo pedí ayuda, no me escucharon, me ignoraron. Yo les advertí que Lara estaba mal.

Mi otro hermano mayor es profesor de computación en un instituto penal de menores, está muy vinculado con lo social, ha hecho siempre un trabajo muy dedicado a los chicos, es muy protector, muy paternalista; un día fue a mi casa y me dijo "mirá Yuli, este no es el momento (de hacer la denuncia). Yo voy a estar acompañándote en todas las decisiones que tomes y no me parece mal, estás en lo correcto, pero no es el momento. Vos ahora tenés que atravesar este duelo que te va a llevar mucho tiempo y si te metés en eso vas a perder tu vida ahí. Va a ser desgastante, y además estás yendo contra los molinos de viento, estás yendo contra la UNLP, ahí se juegan muchas figuras de poder".

Me parece que la vicedirectora no puede estar ocupando ese puesto. Porque si no es como que las consecuencias siempre son para los más desprotegidos. Lo mínimo que tienen que hacer es correr del cargo a esa persona.

Los llamados de atención

Lara tenía 15 años cuando ingresó al Colegio Nacional, en marzo de 2016. El ciclo lectivo estaba recién empezando y ella ya había hecho tan solo una semana en el Colegio Albores de Gonnet. Ese cambio repentino -producto de una liberación de un cupo en el Nacional- fue el segundo que sufrió Lara en poco tiempo, ya que hasta 2015 ella había ido a la Escuela Italiana y tuvo que pasar a otro establecimiento tras ser víctima de "violencia institucional por parte de las autoridades". "Ese fue el primer quiebre", dice hoy Julissa.

Después de cursar toda la primaria y primer y segundo año del secundario en la Italiana, los padres de Lara se encontraron con un planteo por parte de los directivos que los sorprendió para mal, ya que según entienden, la privaron de rendir los exámenes de la Licencia Media y entregar su tesina con la intención de descartarla para el año siguiente. Todo ese proceso afectó mucho a Lara, y hoy a la distancia es visto como el inicio de una depresión que fue escalando por una serie de episodios que se profundizaron en el Nacional.

Cuando recuerda esos momentos, Julissa tiene muchísimo para decir. Sin esconder nada cuenta cómo su hija sufrió los cambios de colegios y la transformación de su personalidad, algo que le llamó la atención de manera paulatina y hoy, a 7 años de su muerte, le produce una mezcla amarga de sensaciones que hace que le brillen los ojos cuando lo exterioriza.

—¿Cómo fuiste procesando en todo este tiempo la historia de Lara? ¿Qué palabras encontrás para referirte a ella y a todo lo que pasó?

—Lo fui procesando con dolor todo el tiempo. Hoy en día a veces me despierto llorando, la sueño todo el tiempo, la extraño, la extraño mucho, no hay otra palabra. La extraño a ella, extraño su voz, extraño hablar con ella, extraño su humor, su forma de ser, era una persona por demás divertida, de buen humor, agradable, empática, tenía un montón de cosas que a Lara la hacían única.

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"Lara era histriónica, divertida y graciosa", la recuerda Julissa.

Nunca me sentí culpable. Ella además dejó hasta escrito en su carta de despedida un agradecimiento hacia mí por preocuparme, dijo que me amaba. Entonces, yo nunca me torturé con lo que pasó. Por supuesto que siento la desesperación un montón de veces de solo pensar ¿Por qué no hice esto o aquello? ¿Por qué no la saqué del Nacional en 2016? La tendría que haber sacado y punto ¿Por qué no decidí que se quedara en el Albores, que era un colegio súper chiquito y de contención? Obviamente el dolor por la responsabilidad que implica mi rol de madre, la impotencia por sentir que Lara sufría y no poder ayudarla. Sí... me arrepiento de un montón de cosas, pero hay que seguir adelante.

Ella siempre aparece, ella está todo el tiempo dándome señales, me aparecen recuerdos, aparece en las cosas que le gustaban, está muy presente para mí Lara, siempre, y yo convivo con eso, con su recuerdo muy vívido. Siento dolor y la extraño mucho, pero nunca estuve en una situación de tortura mental, nunca necesité medicación, nunca me sentí así como en un extremo. Durante esos primeros meses posteriores a lo que pasó, fui a un grupo y hoy yo tengo un recuerdo hermoso de ellos. Inclusive me escribieron ahora cuando se enteraron del acto: "Yuli, te acompañamos todos". El grupo se llama Renacer en las diagonales, son padres y madres que perdieron hijos en distintas circunstancias como suicidios, accidentes, y de varias edades. Ellos se reúnen y tratan de ayudarse, me pareció algo hermoso, a mí me ayudaron un montón. Y después, a finales de 2018 comencé terapia pero se cortó por pandemia, yo no quise seguir por Zoom. Ahora volví hace poquito a una nueva terapeuta, que mirá cómo la conseguí: a mí me pasaron dos o tres teléfonos y con la única que pude coordinar fue con ella... que se llama Lara. El destino quiso que fuera con ella.

—Decís que el primer quiebre en la personalidad y forma de ser de Lara ocurrió en la Escuela Italiana ¿Cómo fue ese episodio que derivó en los cambios de colegio hasta llegar al Nacional?

—El primer quiebre es producido, y lo vamos a decir así lisa y llanamente, por violencia institucional ejercida por el secundario de la Escuela Italiana. La primaria, en cambio, siempre tuvo otra impronta, con una dirección súper humana que a mí me había dejado muy conforme. Lo que pasa es que de segundo a tercer año, la Italiana tiene un sistema de exámenes que se llama Licencia Media: son cuatro exámenes que se toman en idioma italiano con profesores que vienen de Italia, junto a una tesina que los chicos tienen que preparar. Es un trabajo de investigación en el que ellos eligen un tema X y lo tienen que relacionar con cinco materias, prepararlo y exponerlo. Los padres nos enteramos de eso a principios de año en una reunión que no sabés lo que es: ahí es donde todos los padres nos tendríamos que haber reunido para desactivar esa situación, porque te advierten que los chicos pueden sufrir descompensaciones, que hay que prepararlos porque son instancias de mucho estrés. Los exámenes son de 3 horas como mínimo y los chicos no se pueden levantar, tienen que ir al baño antes y llevarse una colación por si tienen sed y hambre, una locura.

Después de las vacaciones me pidieron una entrevista a mí. Yo siempre iba con mi pareja, o sea, el segundo papá de Lara. La directora me dice "mirá, Julissa, te citamos porque Lara bajó mucho el rendimiento y no sabemos si va a rendir bien los exámenes. Te queremos avisar que por favor le transmitas que tiene que subir el nivel académico". Nos sorprendió porque a Lara siempre le fue bien, solo se había llevado Matemáticas una vez, en primer año. "Lari, ponete las pilas porque vienen los exámenes, acordate", le dijimos a Lara, que para ese momento ya estaba preparando su tesina: había elegido El Principito. En noviembre nos vuelven a citar, esta vez ya para decirnos que Lara no va a rendir los exámenes, que es una decisión institucional y que esa decisión es para cuidar al alumno, porque si no va a ser un fracaso asegurado. Y esa frase a mí me quedó guardada, yo no lo podía creer. De esa reunión me fui horrorizada y a la vez convencida de que tenía que sacarla de ahí. Pero bueno, eso no es lo mismo para mí que para Lara. Fue como que su familia le diga de golpe "mirá, ya no estás a la altura de esta familia, correte. Esta familia ya a vos no te integra, te integró desde el jardín de infantes y ahora ya no vas a pertenecer acá".

Fue un filtro, una selección de perfil de egresado, de perfil de familia, etc. Y no solo le pasó a Lara, también les pasó a varios chicos: me contaron compañeros de ella que a todos los que se iban por una decisión institucional los cambiaban de aula porque no tenían que preparar los exámenes, entonces los dejaban jugar, los infantilizaban; como no están a la altura, bueno, jueguen un rato, los demás se tienen que preparar para los exámenes importantes de italiano. Lara traía a casa de vuelta siempre en la mochila la tesina que había preparado, que habíamos impreso: no la entregaba porque no se la querían recibir. Un día agarré la tesina, fui al colegio, me encontré con la profesora de italiano y le dije: "Vos la tesina se la recibís porque aunque ella no vaya a rendir, ella hizo el trabajo y merece que se lo reciban". Bueno, la agarró y nunca más supe si la leyó, si no la leyó, nada.

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Algunos de los mensajes que Lara dejó en una cajita y hoy conserva Julissa.

Algunos de los mensajes que Lara dejó en una cajita y hoy conserva Julissa.

Ese año lo terminó con cuatro materias para rendir, dentro de las cuales estaba Historia Italiana, algo muy llamativo porque a ella le encantaba e incluso decía que quería seguir italiano. La preceptora me dijo que no hacía falta que la rindiera porque en otro colegio no se la iban a pedir. Bueno, ahí fue cuando la anoté en una lista de espera del Nacional, por si se liberaba algún lugar. Entonces ella empieza en Albores, que me convenció por su bachillerato de arte, y a la semana me avisan del Colegio Nacional que la vacante se había producido. Me pidieron que fuera el lunes con todos los papeles para que el martes empiece Lara. Ahí me informaron que tenía que rendir Historia Italiana porque si no no podía entrar, entonces fuimos a la Italiana a pedir explicaciones y nos dijeron que era porque se trataba de un colegio de Nación y ellos no se habían dado cuenta de ese detalle; entonces en dos segundos imprimieron el boletín con la nota aprobada. Mirá cómo se manejan... y después son tan estrictos con la tesina y la Licencia Media, hipócritas. Volví a llevar los papeles y en el Nacional ahora sí recibieron todo sin problemas.

Te cuento esto: cuando Lara se entera de que la decisión de la Escuela Italiana era que ella se fuera, que ya la decisión estaba tomada porque no la dejaban ni rendir, ese día fue la primera vez que yo veía a Lara con una crisis en la que se tiró al piso y se empezó a golpear la panza. Me acuerdo que estábamos con mi pareja en ese momento en Ringuelet y dijimos "no, Lara, no, por favor, no te sientas así. Vamos, salgamos de casa". Fuimos a tomar aire a la plaza de Tolosa y caminamos un rato para convencerla: "Mirá Lara, esto es el indicio de que no tenés que estar en ese lugar. Esto simplemente nos está diciendo vayámonos de acá... Y ella decía “no, no, pero mis amigos…”. Y claro, es otra cosa, uno cree que un chico va a entender lo que un adulto, y no pasa así. Lara, al igual que otros chicos, fue discriminada por su colegio de toda la vida y ese es un dolor muy grande.

—Con Lara ya en el Colegio Nacional ¿Cuándo empezaste a notar que no la estaba pasando bien y cómo fue tu acercamiento hacia las autoridades para plantear la situación? ¿Qué respuestas te dieron y qué acciones se llevaron a cabo para seguir su caso?

—Lara entró al Nacional y a mediados de 2016 yo me empecé a sentir muy preocupada porque ella no quería ir y porque me decía que había mucho maltrato, no solamente entre compañeros, sino también de algunos docentes hacia los chicos. Ella ya en 2016 empezó a estar muy encerrada, y esto no es un dato menor: ella desde el jardín siempre había ido de mañana, y en el Nacional empezó de tarde. Para ella fue rarísimo, salía de noche, en invierno. Ahí vivíamos en City Bell y fue la primera vez que empezó a viajar sola en micro, entonces se perdía, yo me volvía loca porque me decía "mami, no sé, creo que me tomé otro micro". Eso del turno hizo que no pudiera cruzarse con sus amigos de la Italiana porque iban de mañana. Bueno, fue un año muy difícil, muy difícil.

Yo me acuerdo patente que un día le dije a Lara "bueno, voy a ir a hablar al colegio". Y ella me dijo "no, no, mami, no". Como que no quería pasar la vergüenza de que yo, la mamá de Lara, fuera a hablar. "Mirá, lo que vamos a hacer es esto: yo te voy a dejar en el colegio, vos entrás, yo mientras tanto estaciono y después entro sola", le dije. Así hicimos. Entonces voy para preceptoría, que yo ya sabía dónde era. Me presento, el preceptor me atiende bastante distraído y me dice: "Ah, sí, la mamá de Lara". "Mirá, estoy preocupada porque Lara no quiere venir al colegio, no se siente bien, no sé qué pasa", le digo, y entonces me responde "sí, es que la división es terrible, hay una figuritas terribles y está ella siempre solita. Está con su amiga pero cuando una falta es un problema porque se queda la otra completamente sola".

Bueno, pedí una reunión con la psicopedagoga porque me parecía que la situación iba a escalar. Ahí enseguida fui con la psicopedagoga, me acuerdo que me atendió en un lugar que era como una oficina chiquita con una ventana. Yo me senté y le conté toda la historia de Lara, toda. "Yo vengo acá a que me ayudes", le dije.

Le conté que con el papá de Lara estábamos separados desde que Lara tenía 4 años, y que en ese momento Lara también estaba sufriendo una separación (la de mi ex pareja durante 10 años) que para ella era muy importante. En la Italiana, que fue su segundo hogar -almorzó más ahí que conmigo-, de golpe la dejaron afuera, no la dejaron rendir. Yo sé que ella se siente frustrada y avergonzada por esto. Nos mudamos a City Bell y le está costando el cambio de turno. Le conté todo. "Sí, además la división es terrible. Lo único que te puedo ofrecer es cambiarla de división", me dice. Y otra cosa más: "Vos quedate tranquila que para el año que viene si le preguntás si se quiere ir del Nacional, no se quiere ir ni loca".

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Una de las pinturas hechas por Lara, que también amaba dibujar.

Una de las pinturas hechas por Lara, que también amaba dibujar.

En la Italiana, todos querían sentarse con Lara. En el Nacional no solo no pasó eso, sino que además la hostigaban, porque eso me lo contaron compañeras de ella: la trataban de sucia, de infantil, de que le faltaba un golpe de horno. Y la psicopedagoga me dijo "quedate tranquila, es simplemente una cuestión de adaptación, es que ella viene de una escuela muy chica en donde cumplía un rol que acá no está cumpliendo; es este año, el año que viene va a estar chocha".

En todo 2016, el único contacto que tuve con el Colegio Nacional fue ese pedido, mi acercamiento personal y voluntario. Nunca me llamaron. Nunca me dijeron nada, y estaba a las claras que Lara se estaba ocultando, estaba entrando cada vez más en una depresión que se veía en su cara, en su actitud corporal y en su estado de ánimo. 2017 lo empezó con una pequeña esperanza, por así decirlo: Lara me había contado a principios de año que había dos chicos nuevos que habían repetido; me contó que con la chica se llevaba re bien y que el chico le gustaba. Pero eso no duró mucho; enseguida volvió a estar muy introspectiva. Y del colegio no hubo ningún acercamiento.

Aquel agosto de 2017

Para Julissa, el cambio más drástico se produjo en el verano entre 2016 y 2017. Lara pasó de ser una persona histriónica, divertida y graciosa, a refugiarse en su computadora y a aislarse en la biblioteca del colegio. Pero muchas de estas situaciones fueron saliendo a la luz después.

Siempre escuchó mucha música y en el último tiempo se había volcado al metal: se había hecho fanática de Ricardo Iorio y de Metallica. Hoy, Julissa trae al presente muchas anécdotas que grafican esa etapa de la adolescencia en la que todo parece ser un torbellino emocional, aunque analizándolo en perspectiva, con el tiempo lee entre líneas y descubre que había mensajes ocultos.

Julissa cuenta cómo fueron esos últimos meses de Lara y su relación con los dibujitos, el celular, las películas, Internet y las redes sociales.

—¿Cómo era la relación de Lara con Internet y las redes sociales y cómo creés que eso influyó en su suicidio? ¿Cómo notás hoy en día ese vínculo entre los adolescentes y la tecnología y cuál es el mensaje que les das a los padres?

—Lara tuvo celular a partir de los 12 años más o menos, que fue un regalo de mi mamá. Yo estaba un poco en contra, pero sí era necesario porque con esto de que se iba a lo del padre a veces era como hasta una tranquilidad para mí. Igualmente en esa época el celular no era lo que es ahora, era más mensajito, llamada y listo.

Después sí, cuando fue más grande y empezó el secundario, cuando nos mudamos a Ringuelet, tuvo su propia computadora. Ahí sí yo siento que Lara empezó a estar en Internet sin tanto control de mi parte. Ella antes usaba mi computadora y yo me quedaba tranquila porque ella tenía un universo que elegía y en el que se vinculaba, que era súper infantil. Lara empezó el Colegio Nacional con un álbum de figuritas de Mi Pequeño Pony. Me acuerdo que se lo compré ese verano y luego Josefina, su amiga que había ingresado al Nacional como ella, proveniente del Normal 3, vino a mi casa después de la muerte de Lara y me dijo "Yuli ¿Sabés cómo me di cuenta de que íbamos a ser amigas con Lara? Porque le vi un álbum de Mi Pequeño Pony en la mochila y me pregunté ¿Cómo se anima a traerlo al Colegio Nacional?".

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Julissa también es fotógrafa y muchos de sus retratos tienen como protagonista a Lara, que siempre fue su modelo.

Julissa también es fotógrafa y muchos de sus retratos tienen como protagonista a Lara, que siempre fue su modelo.

El universo de Lara pasaba por esos lugares, dibujitos, música y muchas películas. Hacía unos años que tocaba la guitarra y había empezado piano en el Conservatorio, en 2016. Sí Internet fue una ventana al mundo adulto, tanto como el cine, y esto no lo digo como una autocrítica, porque no me arrepiento: Lara veía por ejemplo a Los Simpson, de toda la vida. A mí en la Italiana había padres que me decían "¿Cómo la dejás ver Los Simpson?", y yo decía "¿Cómo no lo va a ver?”. Y así con el cine: Lara vio mucho cine porque aparte mi ex pareja estudió Cine y yo también siempre fui muy fan, entonces ella veía películas de memoria. El último tiempo usaba de perfil de WhatsApp una imagen de Dr. Strangelove, una película de Stanley Kubrick, en blanco y negro. Ella veía películas que por ahí otros chicos todavía no habían visto. Se había hecho re fan de Taxi Driver en el último tiempo, la veía tres, cuatro veces y se la sabía de memoria, era muy apasionada.

Ese verano de 2016 a 2017 fue la bisagra y para mí la decisión ya la había tomado, por esto: ella dice en su carta que se va a matar en una materia, pero en realidad la materia termina siendo otra; ella pone Francés en su carta, y la materia resulta ser Geografía. Lo que pasa es que es la misma docente que el año anterior le había dado esa materia. Bueno, en ese verano me mandaba mensajes extrañamente en el zócalo de una foto. ¿Y qué foto era? Era un fotograma de la película de Elephant (la de la Masacre de Columbine en 1999) en la que están los dos chicos con sus ametralladoras, antes de suicidarse. Yo le preguntaba a Lara por eso y me decía que se lo hacía solo el celular. No sé si al final era un mensaje que nos estaba dando y nadie lo pudo ver. Eso con el diario del lunes...

Ella escribe en su carta de despedida que en el último tiempo se refugió en Internet. Pero la culpa no es de Internet, la culpa es que una persona -y más aún un adolescente- se tenga que refugiar en Internet. En Internet vas a encontrar de todo, es el mundo mismo. Yo considero que desde el Estado debería haber un nivel de control mayor para que los chicos no puedan directamente navegar por estas páginas como fue Voxed, donde ella ponía que se iba a matar y todos decían ‘sí, matate’. Pero la culpa no es de eso, eso es un medio. Ella misma pone "me refugié". "Me refugié" porque lo que falló fue su entorno real, ahí hubo un quiebre, no porque Internet sea el demonio.

Yo en la computadora no encontré nada sorpresivo, sí mucha cosa de Internet: una catarata de descargas hechas en dos meses, a lo último. Eran muchísimos memes y cosas agresivas, políticamente incorrectas, fotos, imágenes, por ejemplo bromas con el presidente de Estados Unidos y las Torres Gemelas explotando. Había una carpetita que tenía fotos violentas, lo que se dice imágenes gore, con personas accidentadas y mucha sangre. Me parece que es difícil para cualquier padre hoy en día controlar este tema de Internet. Eso es algo que tienen que hacer también el Estado y los colegios para regularlo y que los pibes estén por sitios seguros.

—¿Por qué pensás que el Colegio Nacional, con el prestigio histórico que tiene en La Plata, no puede solucionar estas situaciones de bullying entre los chicos?

—Hay un sistema de segregación que tiene el Colegio Nacional, que es muy silencioso y sutil, pero que te das cuenta que existe. Yo he hablado con gente de distintas generaciones que pasaron por el colegio; yo también fui al Nacional. En el acto de la semana pasada había cerca de cien personas y con solo cuatro de ellas yo me había relacionado en el ámbito del colegio; o sea, nunca me sentí identificada con el Nacional, todos mis amigos estaban por fuera de ahí. Hasta el día de hoy solo conservo cuatro amigas y dos amigos que me ayudaron a transitar esto. Mi división estaba toda dividida, el problema es histórico. Nunca fuimos a fiestas del colegio ni nada que tenga mucho que ver con la institución. Mis intereses estaban por fuera.

El Nacional tiene una idiosincrasia muy compleja que viene arrastrada desde la Escuela Anexa. Yo ingresé proveniente del Normal 3, pero me han contado que ya en la Anexa hay casos de hostigamiento, discriminación y señalamiento. Y eso se refuerza en el Nacional con la complejidad de contar con once divisiones. Para chicos de 13 años eso es una locura, es algo que tiene que cambiar, tendríamos que pedir legalmente que se desarme. ¿Cómo los ayudas? ¿Cómo contenés a esa cantidad de pibes? Es imposible.

A los más de barrio, los más tímidos, los segregados, a los que les iba peor en las materias, el colegio los va sacando de a poquito, sutilmente, hacen una segregación. Eso de la inclusión es mentira. El Colegio Nacional es lo menos inclusivo que hay. Entonces vas pasando los años y los pibes empiezan a desaprobar y nadie hace nada, y uno trata de zafar, de que te vaya bien y te terminás olvidando de tus propios compañeros que van quedando atrás, porque el colegio mismo no trata de contenerlos ni de incluirlos. Así como esos chicos entraron, se fueron. ¿Entraron por sorteo? Bueno, el colegio los saca después. Es de terror.

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"Lara era una persona única y realmente increíble", la recuerda Julissa.

—¿Esto que planteás ni siquiera cambió después del suicidio de Lara?

—No, ni cuando pasó lo que pasó en 2017, ni siquiera ahí. Y que Lara lo haya hecho en el colegio es un mensaje en sí mismo. Lo podría haber hecho en la casa del padre donde estaba esa arma escondida, que era un lugar grande, con cuatro habitaciones en la planta alta y toda la privacidad a su alcance. Aparte tuvo todas las vacaciones de invierno inclusive, con lo que significa el invierno, estaba sola, con tiempo, el clima horrible, me acuerdo que en esos últimos días antes de que se reanudara el ciclo lectivo había llovido mucho.

La posibilidad estaba a la mano de hacerlo en la intimidad y ella no quiso que fuese íntimo. Giselle Fernández, en la reunión -que estuvo excelente- habló después que yo y dijo "bueno, después de todo este prólogo nosotros lo que venimos a pedirle al colegio es un mínimo acto de reparación. No hace falta ser especialista para saber que un suicida elige dónde se suicida porque deja un mensaje en sí mismo con ese lugar". Lara además dejó todo escrito por qué lo iba a hacer en el aula. Entonces el colegio no puede ignorar eso, y sin embargo lo ignora, lo tapa. Conozco un profesor del Nacional que no voy a dar su nombre para cuidarlo y respetarlo, que me dijo que cuando pasó lo de Lara, la orden institucional hacia todos los docentes fue prohibido hablar con la prensa, y ante cualquier consulta, la respuesta es "no sé".

Si esto pasa en un colegio de provincia, no queda nadie. Y acá sigue la directora ocupando un cargo de jerarquía, porque hoy es la vicedirectora. ¿Cómo puede ser eso? Vos en un colegio de provincia, un chico se te corta o se golpea en el recreo y tenés un sumario, por el cuidado que tenés que tener. Esto es el poder, estamos hablando de las esferas del poder. Es aterrador.

—¿Recordás cuándo fue la última vez que viste a Lara?

Me acuerdo mucho patente, todo, cada segundo de la última vez que nos vimos...

El fin de semana anterior habíamos comido en la casa del padre en plan de despedir las vacaciones. Estaban la hermana, el papá y la ex del papá y mamá de su hermana -que yo me llevo recontra bien-. Era un día de tormenta, Lara se tenía que quedar en lo del papá y me dijo que se quería volver a City Bell, así que pasó el domingo conmigo y también se quedó a dormir del lunes al martes en mi casa.

Ese lunes a la noche fue hermoso porque me acuerdo que la mimé como siempre -siempre trataba de re mimarla, era muy de darle los gustos, ella era re fan de la comida chatarra y yo la llevaba a comer una hamburguesa-. Ese día me acuerdo que le había comprado arrolladitos primavera, que le encantaban, esos de masa filo, y los había hecho fritos, cosa que me negaba siempre rotundamente por el olor, la salud y demás. Estábamos en el sillón comiendo y viendo Los simuladores -ella se había hecho fan y no podía creer cómo yo no los había visto-. Bueno, estábamos de lo más contentas riéndonos con Los simuladores y de golpe pasó algo raro para mí, no raro por lo que pasó, sino por su cara, porque yo vi algo ahí, Dios, advertí algo que era como inexplicable, yo sentí en su mirada algo extraño: me levanté a buscar agua y ella justo también se levantó, nos cruzamos en la cocina y ella me para como en el medio del pasillo, me acaricia así la mejilla y me dice "mamá, vos sos hermosa". Yo le dije "ay, vos sos más linda. Yo estoy vieja, tengo arrugas". Era algo normal que nos decíamos pero esa vez yo vi en su mirada algo raro, te juro. Me quedé descolocada. Eso fue como un mensaje hacia mí.

Nos sentamos, seguimos comiendo y después de comer a la nochecita le pregunto si quería ir a dormir conmigo para ver una película. Entonces nos acostamos y ella estaba como de lo más emocionada, cosa que era normal en ella, porque Lara aparte era súper mimosa, no tenía problemas en demostrar su afecto a todo el mundo. Lara abrazaba, besaba, nunca tuvo problema con eso, conmigo, con el papá, nos abrazábamos, nos hacíamos cosquillas, era muy normal en ella, se me colgaba… Pero esa noche nos fuimos a la cama y ella estaba muy movediza y me decía te amo y te amo y te amo y me abrazaba y te amo y te amo… había algo más, como subrayado. Yo percibía algo más intenso en eso. Nos dormimos, al otro día la levanté, hicimos un café con leche, nos fuimos al colegio y la dejé en la esquina.

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Otro de los escritos de Lara que Julissa conserva como un tesoro.

Otro de los escritos de Lara que Julissa conserva como un tesoro.

Ella dormida en el auto, como siempre, porque Lara era muy dormilona y le costaba levantarse temprano. Me acuerdo de las típicas aclaraciones: Lari, por favor, el celular en el bolsillo, cuando estés por la calle estate atenta que no te lo agarren, cuando vuelvas a lo de tu papá estate atenta al camino, no te pierdas… Bueno, esa fue la última vez que yo vi a Lara. Entrando al Colegio Nacional, que la dejé en la puerta.

Ese día ella se volvió a lo de su papá. Hablamos por WhatsApp al día siguiente, tengo todos los WhatsApp guardados. Me dijo que faltó al colegio ese miércoles porque se había levantado muy tarde. "Fuimos al centro con papá y me compró un juego de video", me dijo. Ese fue el famoso juego que ella decide dejar en la mochila, que creo, yo no sé muy bien, hay una película o una historia en la que alguien hace eso, como que antes de suicidarse les deja un juego a los que quería lastimar. Eso lo sacó de algún lado. "Mañana andá al colegio", le dije. "Sí, sí". Y ese jueves ya no hablé con ella.

—¿Cómo te enteraste de lo que pasó la mañana del 3 de agosto?

—Ese día yo me había despertado unos minutos antes de las 8 de la mañana. Recuerdo que miré el celular y me dispuse a seguir durmiendo; estaba cansada porque la noche anterior habíamos estrenado la obra de teatro Protección, en el Coliseo Podestá, y ese jueves teníamos la segunda función. Fue extraño porque justamente no me había puesto el despertador. Sentí que intuitivamente me desperté con el disparo, porque no me alcancé a dormir nuevamente que sonó mi teléfono. Cuando atendí, una mujer que llamaba del Colegio Nacional me decía que Lara había tenido un accidente.

Yo vine desde City Bell hasta La Plata pensando en que a Lara la había atropellado un auto o un micro cruzando calle uno, o que subiendo la escalera apurada por no llegar tarde se tropezó y se cayó. Cuando pasaba cerca de 13 y 32 me vuelven a llamar para decirme que fuera directamente al Hospital San Martín, porque la habían trasladado. Me quedé hasta el martes siguiente durmiendo en casa de amigos y desde ahí nunca más tuve contacto con el Nacional.

En ese momento me enteré que el colegio lo primero que hizo ahí, 8 y media o 9 de la mañana, a través del vocero, es decir a los medios que no había casos de bullying. Cuando llego al hospital me recibe mi papá, que estaba blanco en la puerta y me dice “Yuli, Lara se pegó un tiro”. ¡¿Qué?! ¡¿Qué?! No, pará, despiértenme porque esto es un sueño, no, no ¿Dónde? ¿Cómo? Porque no puede ser. Aparte yo ni siquiera sabía que había un arma en la casa del papá, nunca había estado enterada. Era algo que Lara encontró en esa casa muy grande y llena de cosas viejas.

Lara deja en mi casa una carta larga en la que cuenta un poco su crisis existencial y dice que el mundo es una mierda, que cómo podemos vivir así, que no tiene sentido esta vida, que quiere matar a sus compañeros, etc. Las últimas palabras son: así se despide una paralítica emocional, carente de aceptación social. En la casa del padre deja otra carta en la que enumera pasos. Fue todo un plan muy premeditado para hacerlo en el colegio, para tener un impacto en el colegio, para dejar un mensaje en el colegio. Incluso lo quería transmitir en vivo, es muy fuerte.

"Lara me salvó la vida"

Cuando acordamos esta entrevista faltaban algunos días para la realización del homenaje a Lara en el Nacional. ¿Quiénes irían a escuchar a la madre? ¿Cómo la mirarían las autoridades? ¿Qué diría ella? ¿Qué sensaciones la atravesarían? ¿Qué imágenes reaparecerían en las cabezas de quienes presenciaron aquel momento en 2017? ¿Qué diría Lara de esto?

Las dudas son infinitas y el desafío de preparar una charla cara a cara con Julissa es enorme. ¿Cómo hablarle de lo que le pasó cuando hay tanto dolor de por medio? ¿Qué palabras usar? Con mucha naturalidad, Julissa respondió todo el cuestionario y en la mesa del café en esta esquina de La Plata ambos nos damos cuenta de que hablar y traer al presente a Lara es sanador.

Tiempo atrás, algunas personas se fueron acercando a ella con la misma timidez, después de atravesar una etapa lógica de duelo y de respeto. Hoy Julissa valora eso y la ayuda a recordar a su hija, de a ratos sorprendida por el descubrimiento de viejos episodios que pintan a Lara una y otra vez como "una persona única, realmente increíble", que en el último tiempo sufrió mucho en silencio.

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"A Lara la sueño todo el tiempo, la extraño mucho", repite Julissa.

—¿En todo este tiempo estuviste en contacto con amigos y compañeros de Lara? ¿Te enteraste o comprendiste situaciones pasadas que en su momento no pudiste ver?

—Desde hace rato yo fui recibiendo un montón de mensajes, porque la gente a la larga se va acercando, se va animando. Lógicamente en el momento, y sobre todo por una conmoción tan grande, no se me acercaban por miedo a que yo me lo tomara mal, sin conocerme.

Hay una chica que egresó en 2017 del Colegio Nacional, que iba al aula de al lado de Lara. Esa chica me escribe en 2021, se presenta y me dice que estuvo buscándome mucho en las redes hasta que me encontró: "Te cuento. Cuando Lara se suicidó en el colegio, yo iba sexto año en la división de al lado. Te tengo que decir, Julissa, que a mí Lara me salvó la vida. Yo estaba día a día pensando en matarme porque a mí ese colegio me arruinó la vida. Mi mamá es psiquiatra y ya no sabía qué más hacer. Y bueno, de 2017 hasta acá en terapia prácticamente a la persona que más nombré fue Lara, porque para mí fue una señal; lo que hizo Lara fue como decir ‘no, no, pará, no lo hagas’".

No sabés la cantidad de casos anónimos que hay... gente que ni vive acá y que me ha dicho "mirá Yuli, me siento en total empatía con lo que sucedió porque lo vivo". Pero esa historia de la chica que me escribió es muy fuerte. "A Lara yo la veía, me acuerdo en los recreos, siempre me llamaba la atención porque era muy tímida", me dijo otra compañera. ¡Y no era así encima Lara! Si vos preguntás en la Italiana o hablás con la familia u otros amigos, vas a ver que era todo lo contrario: Lara era histriónica, amaba hacer teatro en la escuela, no tenía problemas de mostrarse ni de su imagen y en el Nacional se ocultó, no quería que la vean, fue muy drástica la transformación.

Ahora conocí a sus dos compañeros que habían repetido y coincidieron en cuarto año con Lara, y me encanta, porque en aquel momento yo no los conocía tanto, entonces ahora me resulta hermoso. También hablé vía zoom mucho tiempo con una compañera de tercero y me contaba cosas de Lara que me hicieron preguntarme cómo la conoció tanto en tan poco tiempo. Me contó que compraban chipá y se iban siempre corriendo a la biblioteca a jugar al ajedrez. Y claro, después nos dimos cuenta que para Lara la biblioteca era un lugar de resguardo, no quería estar expuesta en el patio porque ahí no la pasaba bien, ahí había tenido situaciones concretas y entonces ella elegía escaparse.

Después, nunca me llamaron, nunca se acercaron a mí, ni el colegio, ni los padres, solamente una mamá y estos casos de chicos que te cuento. Me acuerdo de otra chica que me dijo "Yuli ¿Vos podés creer que en el último año no me dejaron faltar el día que se cumplía un aniversario de la muerte de Lara? Pedí faltar y no me justificaron la falta". Un destrato, de terror.

—¿Conservás sus cosas?

—Todo, todo, todo, todo. Aparte escaneé un montón de cosas para no perderlas. Y tengo que hacer un resguardo de todo lo que tengo en la computadora también.

Mirá, cuando ya está empezando 2018 yo necesité desarmar su habitación en City Bell por una cuestión propia, la transformé en un estudio para mí con mis cosas, mis instrumentos. Entonces doné muchas cosas de Lara, que a veces pienso ay, tal libro, tal cosa… bueno, no me arrepiento igual porque se las doné a amigos de ella. A las mejores amigas y a los mejores amigos les he dado sus prendas más favoritas, a su hermana también un montonazo de ropa. Muchas otras cosas me quedé y sigo usando.

Pero sí, conservo muchísimas cosas de ella. Tengo de todo, fotos, videos, dibujos de ella, pinturas, escritos, hay un material inmenso, y no me quiero deshacer de nada.

Siempre vuelvo ahí. Siempre vuelvo ahí a reencontrarme con su magia.

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