Las dos tardes primaverales post Mundial Italia 1990, cuando el mismo fútbol mágico que desplegaban Estudiantes y Gimnasia llevó a los dos equipos a lo que sería, una histórica final de la Sexta División a los viejos estadios de Primera.
Las categorías 1973 de Estudiantes y Gimnasia tuvieron un capítulo en la vida que no olvidarán nunca.
Las dos tardes primaverales post Mundial Italia 1990, cuando el mismo fútbol mágico que desplegaban Estudiantes y Gimnasia llevó a los dos equipos a lo que sería, una histórica final de la Sexta División a los viejos estadios de Primera.
En esa categoría y en todas donde se enfrentaron dejaron la vara muy alta y no solo la que suele medir todo, la de los resultados, sino la del espectáculo. Aquel sábado 29 de septiembre fue la revancha en el Estadio del Bosque y en los penales levantaron los brazos triunfales del Pincha, ya que habían empatado 3 a 3 en el resultado global.
Nacido en La Plata, llegó a los 9 años a Estudiantes, jugó con Juan Sebastián Verón y escribió la historia grande de un club del interior. Conocé la historia.
Eran pibes de 16 y 17 años que se ganaron la fama temprana de que iban a jugar en la Primera en un futuro cercano. Queridos, a tal punto que la hinchada albirroja escoltó la llegada a pie del equipo del Eduardo “Bocha” Flores hasta el estadio del clásico rival. Y la hinchada local preparó las banderas, que después del partido llevaron derecho y sin escalas en un micro hasta Corrientes, donde jugaban los profesionales por el Clausura 1990.
Entonces, cursaban el cuarto año del nivel secundario. Los de Gimnasia usaban melena en su mayoría, y los de Estudiantes lucían con el cabello corto, tradición del club en sus categorías formativas. El historial de las categorías ‘73 fue siempre apasionante, de principio a fin. Casi siempre le sonrió al Pincha, ya que ganó el torneo de Prenovena de 1986 y el de Novena 1986-1987, mientras que el año 1987 finalizó con un torneo corto a favor de Gimnasia, con clásico incluido, 1-0.
En Octava y Séptima volvió a ser fiesta estudiantil. Y esta vez en Sexta, el clásico venía recargado, en los estadios principales y con entrada gratis. “Si hubieran existido las redes sociales se llenaba”, cuenta Leonel Casiano, a los 51 años, el capitán Pincha que inauguró desde chico ese equipo emblema. “En el grupo de wathsapp que tememos los ex compañeros de Estudiantes coincidimos que esa vez teníamos más para perder nosotros por que veníamos de ganar los campeonatos de Prenovena, Novena, Octava y Séptima”, agregó Leonel.
Lo cierto es que era la primera vez, y hasta ahora única, que se disputaba una llave de finales y que adjudicaba título consagratorio entre ambos clubes desde que el fútbol es profesional en 1931 (hubo un registro de partido definitorio en Cuarta, año 1930, pero no se definió un torneo anual sino el ganador de una zona).
Quedaron mil anécdotas y todas felices, pero en su momento hubo momentos tensos, rebeldías de juventud, que involucraban a los hermanos Gustavo Barros Schelotto y Guillermo Barros Schelotto, en una disputa futbolística que estaba al borde de las trompadas con Martín Palermo. Esa “pica” se fue incubando en el patio del Colegio Sagrado Corazón donde coincidieron en los estudios, pero en diferentes aulas.
Según Palermo, aquella definición de Sexta “fue el primer choque fuerte antes de jugar profesionalmente”. Del otro lado, hoy se percibe así. “Fueron dos partidos magníficos justo cuando empezás a imaginarte un futuro”, revivió Guillermo. “Cuando jugaban las 73 no solo se disputaba la rivalidad del clásico, sino que había cuestiones futbolísticas que tratábamos de discutir adentro de la cancha, y obviamente se extendían hacia afuera, aunque nunca hubo grandes problemas”, admitió Gustavo Barros Schelottoen diálogo con 0221.com.ar.
Una situación ilustra el amor que desbordaba a esos pichone cuando, en algunas ocasiones que se cruzaban en el Bosque haciendo algún trote por la avenida Pereyra Iraola, cerca del lago, no faltaban las voces que gastaban al rival y hasta cruzaban amenazas para el inminente partido. Entonces, los cuerpos técnicos llegaron a ponerse de acuerdo y definieron como límite a las Grutas, una suerte de frontera que no podían sobrepasar. Era mejor que no se vieran.
“Pero esa bronca pasaba en la época de los partidos porque mirá que muchos fuimos al mismo colegio, el Normal 2 —turno noche— y no pasaba a mayores, salvo las puteadas para los clásicos”, jura Ponciano Ramírez, defensor tripero, hoy músico, mientras que Javier Lavallén, arquero del Lobo desde infantiles, asegura que “esa final fue muy hablada, había una rivalidad extra, ya que las ‘73 representaban mucho en los clubes, por el juego que brindaban”.
Embalados en 1990, Gimnasia había iniciado una performance excelente, ya que le sacó 8 puntos de ventaja a Vélez en su Zona, y estaba listo cuatro fechas antes. Su técnico solía aparecer los viernes por las casas, habiendo firmado con los padres una autorización, sabiendo que eran “salidores”. Un delantero veloz Gustavo Panelli, oriundo de Ensenada, además era “tarjetero” de un famoso boliche del centro y muy amigo de los Mellizos, en cuyo domicilio de diagonal 78 entre calle 6 y Plaza Rocha este otro delantero se quedaba a dormir.
El Pincha había ganado el grupo (4 puntos más que San Lorenzo, cuando la victoria otorgaba dos puntos) exhibía aires de humildad, y belleza futbolística, en el contexto de un grupo humano que compartía desde la platea en calle 1 a la pileta del Country Club y algunas salidas bailables a un lugar conocido como Centro de Bahía, en calle 7 y 57, donde “un amigo del dueño” los hacía pasar sin pagar.
En un fútbol maravilloso clase ‘73, que tenía exponentes del viejo potrero en las antiguas canchas de tierra del fútbol amateur (Luis Medero, de Boca, Matías Almeyda, de River, Gustavo López y Javier Zanetti, de Independiente, Christian Bassedas, de Vélez, Roberto Ayala, Facundo Sava y Juan Schneider, de Ferro), los platenses se cruzaban con derecho bien adquirido como los ganadores en sus respectivas zonas.
El viernes 21 se celebraba la primavera, pero esta vez el clásico superó todo y la única motivación pasaba por salir por el túnel de 55 y jugar en la alfombra verde de calle 1. MartinPalermo y Leonardo Serfaty, los dos nueve de área que se complementaban muy bien, pintaron 2 a 0 el comienzo de la estación más bella del año. “Fue un partido cerrado y ellos en el juego aéreo te destrozaban”, opinó Panelli. En líneas generales, les “pesó” jugar esa instancia, y los tres expulsados certifican la ansiedad. Gustavo Jhonsson, figura local, vio la roja por agresión con Hugo Ponce.
Pasado el tiempo, Jhonsson todavía tiene el recuerdo de “un tabique medio desviado, pero nada que no se arregle”, y para el Tripero Ponce, toda la certeza de que “en el fútbol te dicen que sos rival y no enemigo, pero a esa edad no entendías eso, tiran mucho el orgullo y los colores”. También expulsaron a Panelli por protestar. “Y se nos lesionó Aguirre”, se lamentaba Mario Caseres, el delegado general albiazul, porque Cristian “Quique” Aguirre tampoco jugaba el 29.
“Era muy difícil poder darlo vuelta”, reconoce Guillermo Barros Schelotto, quien asomaba como “un centrodelantero hábil” (según descripción del técnico y había metido 10 de los 33 goles). El único que no perdía la fe era el DT Luis Agostinelli que organizó la semana más laboriosa. “Nos hizo trabajar toda la semana explicando cómo jugarles a ellos que iban a venir con línea de tres”, dice Guillermo, sorprendido porque se entrenó de lunes a viernes (antes lo hacían dos o tres días). “Era la primera vez que cambiábamos algo desde lo táctico, y uno cuando es juvenil no le presta tanta atención a eso”, admite su hermano Gustavo.
A las 16 del sábado 29 del encuentro del que se cumplen 34 años, con diez mil personas y un especial dispositivo policial, rodó la pelota: marca Pintier (distinta a la de los profesionales y más dura). Arbitró Hugo Barbieri y Gimnasia formó con Javier Lavallén; Ponciano Ramírez, Adrián Orué, Mariano Manikis, Martín Maiztegui; Christian Aztorica, Mario López, Pablo Luna; Gustavo Barros Schelotto; Sepúlveda y Guillermo Barros Schelotto. En tanto, Estudiantes lo hizo con Sebastián Andersen; Néstor Emilio Soria, Walter Cocimano, Germán Luna, Pablo Milanini; Mauro Amato, Andrés Rotondo, Leonel Casiano, Gonzalo Gaitán; Leonardo Serfaty y Martín Palermo.
Se recuerda un gol anulado a Estudiantes en los primeros minutos, “al gran goleador Serfaty, que era más terrible que Palermo en el área. A los 24’ Pablo Luna anotó el 1 a 0 y se colgó al alambrado para toda la vida, en el arco del Bosque. “Después no nos dan un penal clarísimo por faul a Amato”, recuerdan otros muchachos albirrojos que sufrieron el primer tiempo. Y después de esa acción polémica, a los 40 minutos, vino el 2 a 0 de Gimnasia con un contraataque de Luis Sepúlveda que tocó la pelota por encima del arquero. Todavía quedaba un tiempo.
“Le dimos un baile bárbaro, estaban como perdidos. El planteo táctico fue eficiente, Luis nos hablaba de un cuadrado, dos 5 y dos adelante (Luna y Gustavo). El otro secreto fue anular a Palermo”, comentó Martín Maiztegui, un fuerte defensor—líbero— hoy en Liverpool, conduciendo camiones.
“Mirá que mediocampo ofensivo teníamos: Amato, Rotondo y Casiano”, rememora Gabriel Bianchi, quien saltó a la cancha en el entretiempo, volviendo tras una fractura de peroné. “En la revancha era un equipo sin marca y el Bocha me pide que vaya de 5’. A esa altura, ya nos conocíamos mucho con ellos, de hecho, nos veíamos en los boliches”, cuenta el más memorioso —llegó a ser comentarista deportivo— y hoy dirige la 2014 del Pincha.
Guillermo desniveló con el 3-0 en el arco del túnel y quedaron a media hora de la consagración. Y el Lobo siguió tocando y probando al arco, donde el 1 Andersen creció y le dejó alguna vida al visitante. Recuerdan todos que la defensa también brilló ese día con un estandarte, Ponciano Ramírez, apodado “El Chato”, marca personal de Palermo. “La única indicación era que no me echaran. Nuestra preocupación eran los centros, tenían tipos altos y me puse a Palermo entre ceja y ceja”, cuenta Ramírez. Hubo un momento en que no pudo más físicamente y el técnico Agostinelli reconoce que pensó en sustituirlo por Ariel Pereyra, pero entró Pablo Asencio (más ofensivo). Sin embargo, una infracción y un centro.
Alguien del local comete infracción cerca del área y tras un centro de Emilio “Mencho” Soria, lanzado al corazón del punto penal, encontró a Palermo saltando y aplicando un cabezazo de alta escuela, cruzado y a un rincón. Faltaban cinco minutos. Se venían los penales y el “11” terminó agradeciendo con los brazos al cielo y las rodillas clavadas en el césped, junto al círculo central. A un costado, en la tribuna visitante, estaban sus familiares. Carlos Palermo, el papá del goleador, lo evoca a sus 83 años y valora ese impacto emotivo como uno de los más claros que lleva en la memoria (¡como profesional convirtió más de 200!). “Lo grabé mucho en la mente, más que en la computadora”, sonríe junto a su mujer María Juana Scorpino quien recuerda presenciar ese clásico con “Fito”, abuelo materno del ídolo y de Gabriel (estaba eufórico aquel día).
“¿Decían que Martín no tenía técnica…? ¿Y la técnica del salto…? Aparte tenía un cañón en la cabeza”, disfruta Jhonsson, símbolo juvenil de aquel Pincha, capaz de revivir más virtudes de aquel equipazo: “armaban juego Casiano y Serfaty, y tenía la velocidad del “Gallego” Mauricio Balmaceda (que entró a los 8’ del ST por por el necochense Gaitán). En el cómputo de puntos y goles de los dos partidos, quedaban iguales y debían pasar a la definición por penales, donde se impuso el visitante: Gimnasia 2 Estudiantes 4. El Pincha ganaba el quinto título.
Si existen un registro fílmico fue gracias a un jefe laboral que entonces tenía el defensor gimnasista Martín Maiztegui. No se había instalado la televisión por cable y no había en La Plata programas deportivos especiales del deporte. Pero la repercusión del partido llevó a un abogado muy futoblero (hincha de Boca), Federico Campoamor, a llegarse a la techada del estadio del Bosque y filmar a su querido empleado de una casa de fiestas que ya no existe (Nueces).
El “Vasco” jugó un partidazo pero desvió un penal en la serie. Las imágenes son acompañadas por un relato sólido de quien hizo su primer y último partido como relator, Adrián Belinche, de 23 años, que recién recibido iba a cubrir los partidos de juveniles de su amado Lobo. Extrañado vio en 2010 cómo “ese video salió a la luz en un canal importante, cuando no había salido de la casa de Campoamor por veinte años; ¡nadie lo había visto jamás, ni los protagonistas”. En 2010, le mostraron a Palermo en vivo, que se iba sorprendiendo al aire, a medida que miraba goles, festejos y vuelta olímpica (en esos días, ya “El Titán”, volvía de jugar la Copa del Mundo de Sudáfrica).
Los penales fueron en el arco de la actual tribuna Centenario, que se inauguró siete años después. Estudiantes fue certero con los tiros de Casiano, Serfaty, Milanini y Amato mientras que el remate de Soria lo contuvo “El Lolo” Lavallén (en el futuro será héroe en una final oficial de Copa Centenario). Por el lado de Gimnasia convirtieron Guillermo y Luna; Maiztegui lo tiró desviado, y el del rionegrino Sepúlveda lo adivnó el “Ruso” Andersen.
Quien definió la histórica serie fue Amato, que a sus 50 años reflexiona y agradece aquello que vivió a sus dulces 16: “El Bocha Flores me encanó, dijo ‘Amato’, y le pedí patear el quinto, pero antes de llegar a esa pelota ya lo había convertido y errado mil veces en mi cabecita. Me persigné, tiré a un palo y entró. De la emoción quedé tildado en todo el cuerpo, éramos los campeones, estaba mi familia, mis amigos y los hinchas en una tribuna inolvidable”.
El destino, la realidad, suelen tener predestinaciones que superan a las películas mejor pensadas. Walter Cocimano, un chico más que daba la vuelta olímpica aquel 29/9/1990, veinte años más tarde gozó en ese mismo césped ver el debut de su hijo en la primera de Gimnasia, dirigido por Diego Armando Maradona (Sebastián Cocimano, hoy en Chacarita). También daba “la vuelta” Gastón Sessa, quien iba a defender los dos arcos de primera de la ciudad (el Gato, con edad de Sexta, atajaba en la Quinta).
“Esa 73 del Lobo era superior a la de Boca, a River, a todas. ¿Sabes qué es lo más lindo de todo esto? Que Gustavo, Guillermo y Martín terminan siendo amigos”, se complace en contar Agostinelli a sus 70 abriles. “Las dos finales no demostraron al equipo que fue Estudiantes durante el torneo ni tampoco el nivel del que logró ganar varios títulos”, declaraba “Bocha” Flores, recordado maestro, que en esos años alternó la dirección técnica con Juan Ramón Verón (en 1991 repitieron el título en Quinta y varios lograron ganar el torneo de Reserva de 1992).
“Qué hubiera sido de nuestras vidas si hubiéramos ganado esa final”, coinciden muchos en el grupo de whatsapp de los inolvidables pibes gimnasistas. “Todos nos envidian que nos juntamos siempre, y ahora está el casamiento de Darío Fraga, que quiere que estemos todos”, deslizó Cocimano. “En el club no cuidaron a esa categoría, trajeron a jugadores de Renato Cesarini”, asegura Aguirre. En tanto, el ídolo Guillermo (debutó en 1992) advirtió que “llegaron pocos jugadores en relación a las campañas que habíamos hecho y al potencial de cada uno”.
Los pibes del Pincha firmaron contratos como nunca se vio en una camada. Once jugadores en total: Sessa, Andersen (los dos arqueros), Soria, Gaitán, Amato, Palermo, Serfaty, Sumich, Cocimano, Milanini y Claudio París (no jugó en Sexta ya que saltó de Séptima a Reserva). Una perlita: Gastón Mendoza, “El Tato” (hoy preparador físico de Palermo) integró esa Sexta pero estaba lesionado y al año siguiente se fue a jugar para Berazategui.
De los juveniles albiazules firmaron Javier Lavallén, Ariel Pereyra, Gustavo BarrosSchelotto, Guillermo BarrosSchelotto y Gustavo Dueña (llegó en el ’92 para hacer dos años en Cuarta). Entre los vaivenes del fútbol, firmaron contrato en Cambaceres, Casiano, de Estudiantes, y Ponce, de Gimnasia, y luego ambos visten los colores de Argentino de Quilmes, donde se sumó Aztorica, dirigidos por Agostinelli.
En la actualidad, en el mundo pincha continúan ligados Gabriel Bianchi (ahora entrenador) y Omar Bermúdez, quien fue uno de los ayudantes técnicos de aquella generación. “Antes nos matábamos a piñas y patadas y ahora nos juntamos y nos matamos de risa”, tiró Christian Aztorica, quien se dedica a cuidar campos de juego profesionales. Después de muchos amagues, hubo un día (antes de la pandemia) que las dos camadas se reencontraron, alrededor de una mesa amplia y una pelota.
Salió del alma de todos y de la insistencia en llamadas de Esteban Foschi (“prócer” de la 73 pincha. Fue un partidazo de fútbol 9, en una cancha del barrio La Loma, en estos días de modernos campos de sintético. Pero la esencia estaba viva, a fuerza de buena técnica, viveza, guapeza y la vocación ofensiva que identificó a esa escuela de vida. El fútbol, como un viejo justiciero, pareció agradecerles con un empate.