Tras la muerte del Papa Francisco, la Iglesia Católica se prepara para un nuevo cónclave. Esta tradición, que nació en el siglo XIII, establece cómo se elige un Papa mediante un estricto ritual en la Capilla Sixtina, con normas secretas, símbolos únicos y curiosidades históricas que se mantienen vigentes hasta la actualidad.
La palabra "cónclave" proviene del latín cum clave (“con llave”) y alude al encierro al que son sometidos los cardenales durante el proceso de elección de un nuevo Papa. Esta institución, fundamental en la Iglesia Católica, tiene su origen en el siglo XIII como una forma de evitar presiones externas.
El primer cónclave documentado ocurrió en 1241, cuando los cardenales fueron encerrados para elegir a Celestino IV. Sin embargo, el más recordado es el que siguió a la muerte de Clemente IV en 1268, en Viterbo. Allí, el proceso se prolongó hasta 1271 debido a desacuerdos internos. La población, cansada del estancamiento, encarceló a los cardenales, les quitó el techo del Palacio Papal y les negó comida y agua para forzar una decisión. Así nació formalmente la tradición del encierro, más tarde regulada por el Papa Gregorio X.
Con el tiempo, las reglas se suavizaron. Incluso se permitía a los cardenales ingresar al cónclave con coñac. Esta práctica persistió hasta al menos 1878, cuando fue elegido León XIII. En 1958, el futuro Juan XXIII también recurrió a una copa de coñac para calmar los nervios antes de su elección, según anécdotas conocidas.
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El cónclave es un acto secreto que se realiza para elegir al nuevo Papa.
Hoy, los cardenales cuentan con comodidades modernas. Se alojan en la Casa Santa Marta, restaurada por Juan Pablo II, donde cada uno dispone de su habitación privada. Francisco incluso optó por vivir allí en lugar del tradicional apartamento papal.
El ritual del cónclave
El proceso comienza con la entrada de los cardenales a la Capilla Sixtina, entonando el cántico "Veni Creator". Al cerrar las puertas, el cardenal camarlengo pronuncia la frase "Extra omnes" (todos fuera), señalando el inicio del aislamiento.
Luego, los cardenales juran en latín guardar el secreto absoluto sobre todo lo que ocurra durante el cónclave. Este voto incluye una promesa solemne de no divulgar información, ni permitir influencias externas en la elección.
Cada cardenal escribe el nombre del candidato elegido en una papeleta, la presenta en el altar y jura en voz alta que su voto refleja su conciencia. Los votos se depositan en una urna, se cuentan y se leen en voz alta. Se requieren dos tercios de los votos para que haya Papa. Si no hay acuerdo, se realiza otra votación. Las papeletas se queman y el humo indica el resultado: negro, si no hubo consenso; blanco, si ya hay nuevo Pontífice.
Para evitar confusiones como las que ocurrieron en 2005, cuando la fumata fue grisácea, se implementaron químicos para que el humo sea claramente blanco o negro, y se acompaña con el sonido de campanas.
Secretismo, aislamiento y anécdotas históricas
La Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, firmada por Juan Pablo II, regula el proceso actual del cónclave. Ordena un aislamiento total de los cardenales: sin teléfonos, sin prensa, sin contacto externo. También estipula revisiones para impedir dispositivos de espionaje en la Capilla Sixtina.
Las votaciones deben comenzar entre el 15° y el 20° día después de la muerte o renuncia del Papa. Y si bien el elegido suele estar presente, no es requisito. Puede ser un cardenal ausente o incluso un religioso que no sea obispo (aunque debería ser ordenado inmediatamente).
Según la tradición católica, San Pedro fue el primer Papa, designado directamente por Jesucristo. Luego le siguieron Lino, Cleto, Clemente y Sixto, todos mártires. Con el tiempo, las influencias políticas llevaron a la necesidad del cónclave para garantizar la independencia del proceso.
Algunos datos curiosos: Adriano II, elegido en 867, había rechazado el papado dos veces antes y fue uno de los pocos papas casados. Sergio III, en el siglo X, tuvo un hijo que también fue Papa (Juan XI).
El tradicional “habemus papa” se pronuncia cuando el nuevo Pontífice acepta el cargo. Hasta hoy, ninguno ha elegido el nombre Pedro, en honor al primer obispo de Roma.
El legado del papa Francisco
Durante sus doce años de pontificado, el Papa Francisco celebró nueve consistorios y nombró 142 cardenales, de los cuales 113 son electores. Provenientes de 70 países, 22 de ellos nunca antes habían tenido un cardenal, lo que refleja el carácter global de su gestión.