martes 15 de abril de 2025
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BARRIO, MÚSICA E HISTORIA

Poeta de la periferia: la vida y obra de Jorge Alorsa, el tanguero de Tolosa

Creador de La Guardia Hereje y fallecido a sus 38 años, sus letras perduran en una identidad barrial que hace veinte años creó un nuevo movimiento tanguero

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Jorge “Alorsa” Pandelucos escribió desde su lugar, el barrio de Tolosa: desde la periferia y no desde el centro. En ese barrio, pre-existente a la fundación de la ciudad de La  Plata, Alorsa construyó un corpus poético, que subrayó lo cotidiano y destacó ciertas creencias, costumbres, tradiciones y hábitos que dieron cuenta de una memoria y de una identidad barrial. Asumiendo el lenguaje de la calle y a través de la metáfora, expresó desde allí las alegrías, las tristezas, las inquietudes y los prejuicios del pueblo.

“Por extrañar los churrascos, los mates de la vieja, por los amigos y el barrio al final me quedé acá”, entonaba Alorsa, mientras escuchaba en compactos a Carlos Gardel. Y ese “acá” da cuenta de una atmósfera doméstica y cotidiana que respiraba en la plaza Bocha Esperanza de Tolosa -528 y 6-, de esas calles de tierra y silencio, de esa esquina repleta de encuentros y de charlas. Fue allí, en Tolosa, donde Jorge Alorsa moldeó su dimensión de poeta. Desde ese barrio apuntaló su poesía, que en los años ´90 se refugió en un tango maldito y malparido. Y de ese modo dio cuenta de esa “sabiduría de barrio, propia, nuestra, suburbana, a la que es muy difícil ser ajeno, porque de alguna manera -decía- el tango nos toca a todos”.

Una de las calles que transitó desde pequeño

GÉNESIS DE ARRABAL 

Hace más de setenta años la familia Pandelucos desembarcó en aquella comarca que comenzó a poblarse junto a Doña Sabina “La Gatera” -así se conocía a quien Jorge le afanó un famoso enano de jardín, según él mismo admitió-, Nelly “Pituca” Enjo y su mamá Doña Lola -su pileta refrescó a todo el piberío, incluso al poeta y a su hermano-, como también Doña María y Doña Pepa. Señoras supersticiosas, amables solteronas, mujeres, madres y vecinas que supieron acurrucar a sus hijos en canciones y tener “sueños de ramera al son del escobillón”.

Ese viejo barrio de Tolosa supo ser también de Don Ernesto Matheu de Ibieca, de Contini, de Tancredi, de Juan Furia, bandoneonista y ferroviario, de quinieleros y cabuleros, pinchas y triperos, muchachos macanudos, veletas de barrio, a los que la guita nunca les alcanzó. Todos, al decir luego del adulto tanguero, buenos vecinos que nunca supieron de las dotes musicales del menor de los Pandelucos. Entre esa gente, pegadito a las vías del tren, Alorsa jugó a la pelota sin orsai, hizo pan y queso en la plazoleta inventada por Don Esperanza y corrió detrás de sueños y pesadillas. Todas esas imágenes y postales que atesoró en su infancia se convirtieron en la materia prima de Alorsa, creador de “La Guardia Hereje” -un cuarteto platense de guitarras, percusión y cantor que desde 2002 refrescó la letrística del tango-, y que murió repentinamente a sus 38 años en 2009. “Fue además de un buen tipo, un artista talentoso, creativo y tesonero”, lo despidió aquella vez el periodista Carlos Bevilacqua. 

Como alma mater del grupo, era un auténtico hombre orquesta: él escribía las letras, colaboraba en su musicalización en formas de tangos, milongas y candombes, se ocupaba personalmente de producir los discos, de armar el cronograma de conciertos y hasta de hacer la prensa. “Hay un placer en hacerlo así, a pulmón”, solía decir. A pesar de llevar la pelota, Alorsa supo repartir juego al crear el Tango Criollo Club, un espacio pensado para compartir escenario con El Yotivenco, La Chicana y La Orquesta Típica Fernández Fierro, entre otros grupos rioplatenses. Luego de un año en un local de 7 y 42, el ciclo logró recalar en Buenos Aires.

La Guardia Hereje había editado en 2004 Tangos y otras yerbas, su único disco íntegramente compuesto por piezas propias que pronto parió un hermano en vivo con varios recitados como atractivos bonus tracks. Luego de siete años de trajinar por el circuito “under”, llegó a presentarse por primera vez en el marco del Festival y Mundial de Tango. La Guardia preparaba la presentación en La Plata del material para un segundo cedé que pensaba titular “Canciones para mandinga" pero la repentina muerte de Alorsa lo dejó trunco. En el camino los herejes llenaron dos veces el teatro Coliseo Podestá, un escenario que no suele ser accesible para los amantes del tango. 

TAXISTA Y DOCENTE 

Jorge Marcelo “Alorsa” Pandelucos nació y vivió en Tolosa y fue parte de una familia histórica del arrabal fundado en las “Lomas de Ensenada”. Fue taxista e hincha de San Lorenzo, como su papá y su hermano. Y en la Escuela Técnica Valentín Vergara fue docente de Ajuste a mano, uno de los talleres que forma parte de esa enseñanza técnica vinculada con el hacer y con el trabajo. Algunas materias rendidas en la Facultad de Ingeniería le permitieron dar clases en dicha institución. El cantor fue por las horas de Matemáticas o de Física pero se quedó con las de ese taller donde los viernes a la noche, calibre en mano, medía las dimensiones exactas de un dado que los alumnos debían realizar -entre otras cuestiones- para aprobar la materia vinculada con la unión, la adaptación o acomodamiento de diferentes piezas mecánicas. 

Fueron noches de mates y charlas alrededor de pibes y pibas (Nancy Cáceres, Claudia Toiran, Maximiliano Gaudio, Claudio Hermida, los hermanos Kraff, Andrés Funes y Facundo Peralta, entre otros) que buscaban completar sus estudios. En ese colegio repleto de buscavidas y calaveras, Jorge, que todavía no era Alorsa, supo de aquel fulano que sin que se avivara el del buffet, vendió frola y chegusán en los recreos, y supo también del sanatero y de aquel otro que largó los broli por un fatito fenomenal que al final no se dio. Sin dudas, el profesor Pandelucos encontró allí parte de la argamasa que luego volcó en sus canciones y en sus recitados. Aquella experiencia y un viaje posterior a Europa fueron parte de la base fundamental de las primeras composiciones que Alorsa grabó en Siglo XXI, el primer demo de La Guardia Hereje. 

Mural en homenaje a Alorsa

A ese barrio de calles de tierra, poblado por trabajadores humildes, llegó Jorge Alorsa el 24 de noviembre de 1970. Allí abandonó los pañales y el chupete, vio a Piluso y a Minguito en blanco y negro, a Monzón, a Willi y en junio del 78 gritó los goles que Mario Alberto Kempes convirtió en aquel Mundial de fútbol con el que la dictadura genocida buscó tapar las atrocidades y los descalabros económicos que generaron desde marzo de 1976. En ese barrio de calles de tierra y matones, de pedradas y tangos, de zanjas, calas, grillos y perros vagabundos, Alorsa descubrió la milonga, el rock, el blues, el saxo y la guitarra. En ese arrabal sencillo y querendón, con aroma a tabaco y frío, se forjó la base de la poesía alorsiana. 

Desde sus más recónditos suburbios se fue modelando una prosa áspera y plebeya, que habló de aquellos guachos cara sucia de sonrisas gastadas, que en corrió en potreros, que resistió ante los embates de los proyectos inmobiliarios, que gambeteó meriendas y deberes. En ese barrio que surgió antes de la famosa ciudad dibujada por aquel franchute de apellido Benoit, supo Alorsa de buscavidas, malabaristas, tatuadores y murguistas que cada día se la rebuscan de mil maneras porque "San Cayetano aún no se quedo sin laburo y el kilo de carne sigue estando muy caro". 

Repiqueteaba su poesía entre los tambores que cada mayo despertaban el barrio al ritmo del candombe. En aquel kiosco de Contini donde se pedía por el fiado y se reclamaba la yapita, en los musiqueros a la gorra y en aquellos malabaristas de luz roja.  La esquina, el almacén, la plaza y el patio escolar fueron las postales de este hijo de familia con descendencia griega. 

Irónica y marginal, poblada por personajes antiheroicos, reivindicó aquella poética tanguera de los años ’40. Alorsa habló de chantapufes y charlatanes, de un pobre enano de jardín, de una princesa guaraní y de aquellos partidos disputados sin orsai y sin árbitros bomberos en aquel campito que se transformó en Hipermercado. “Carrefour me robó dos canchas”, diría angustiado el poeta, que supo describir a esos buscavidas y calaveras, a esos don Juanes y mujeriegos, que acodados en el estaño le andaban pidiendo al diablo un pacto eterno. 

Entre ellos nació esa poesía sensiblera, con un costado nostálgico y una inventiva singular que se plasmó en la autodenominada “Aplanadora del Tango”. Desde Tolosa, Alorsa dio cuenta de un sentir “platense” más allá de aquel cuadrado fundacional, más allá de los tilos y las diagonales. Alorsa, el más rockero de los tangueros, moldeó su dimensión de poeta en el arrabal que supo ser de mil casas, de brujas, de mitos y leyendas: allí nació ese tango que definía como pedorro, con tufo a porro, a vino y a querosene. 

Enano de jardín que confesó haber robado a una vecina

VUELVE EL TANGO 

Durante los primeros años de la década del ´90, en tiempos de souvenirs baratos y playeras marca top, el tango volvió a sus fuentes. Una juventud harta de tanto glamour y de la pizza con champagne buscó reencontrarse con el origen popular y colectivo del género.

Los que quisieron salvarse con Carlitos habían encerrado al tango en museos repetidos y en telarañas de sombras de versiones, lo habían exportado y lo habían crucificado en la resurrección de cumparsitas, escribió Alorsa en “Vuelve el tango”.  

“Los viejos tangueros se quejan de que los chicos no escuchan tango, pero ¿cómo alguien puede identificarse con algo que está escrito hace tantos años? No puede una persona joven sentir nostalgia por el tranvía, porque no lo conoció. O sea, que no es culpa de los jóvenes, sino que a veces es culpa del tango también”, explicaba Alorsa. Y consideraba que “debería ser normal que los jóvenes toquemos tango. Queremos que el tango vuelva a ser popular. ForExport es la soja”. A partir de la imitación y la repetición constante, subrayaba, el tango había caído en cierta decadencia que le hizo perder la vigencia que había tenido en otra época. 

Hacia mediados de la década del ´90, en tiempos donde los diarios destacaban que el negocio del tango crecía y que los extranjeros invadían las milongas,  apareció entonces en escena una nueva generación de músicos dedicados al género. Ellos fueron quienes comenzaron a darle forma a ese movimiento denominado, según diferentes autores, como "tango nuevo", "tango joven" o "tango actual". Muchos de esos jóvenes músicos eran estudiantes o egresados de la escuela de Música Popular de Avellaneda (EMPA), donde tenían como profesores a viejos conocedores del género como Horacio Salgán y Rodolfo Mederos. Asumiendo el análisis de Sebastián Hernaiz, lo nuevo debe ser entendido a partir de esa búsqueda artística de caminos alternativos que, desde un presente, investiga aquellos valores, aquellas tradiciones, aquel canto y aquella danza.

Tolosa fue epicentro de su poesía

En ese tiempo, entonces, donde la globalización impuso sus maneras de pensar, de creer y de soñar, muchos jóvenes como Alorsa sintieron la necesidad de asumir la condición de habitantes de este lado del mundo y de ese modo se aferraron a esa música que había nacido “maldita y mal parida, en pesebres de patios y quilombos” a principios del siglo XIX. 

Como pocos, aggiornado a las nuevas tecnologías, Alorsa supo aprovechar las bondades de internet para hacerse un lugar en los oídos de la gente. Además de grabar en forma independiente, vendía sus discos a precios accesibles por canales no tradicionales y durante su último verano decidió liberar su obra por internet a través de una descarga gratuita a pedido. “Por cada disco que alguien se descarga hay diez personas que cantan nuestras canciones en diferentes lugares del mundo”, había dicho en una nota.

Alorsa llegó al arte de una manera oblicua. Luego de estar a punto de graduarse como ingeniero electrónico, trabajar como profesor de matemática y viajar como mochilero-guitarrero por América latina, estaba manejando un taxi cuando sintió que tenía que hacer algo con esos papelitos que llenaba con apuntes de lo más disímiles. Nacieron entonces las primeras canciones, que después trascenderían como “La pesadilla”, “Para verte gambetear” o “Ezeiza”. Esas que convidaba en un bar con amigos o en la Radio Estación Sur, que solía frecuentar a cambio de unos mates o algún vino tempranero. 

 

Fue líder de la mítica "La Guardia Hereje"

GILES, CALAVERAS Y BUSCAVIDAS 

La obra de Jorge Alorsa, en efecto, formó parte de ese tango que nació con un nuevo sonido, con otras estéticas y una mixtura emparentada con el rock, con el hip hop, el blues, el vals, el pop y lo electrónico y que sin el apoyo estatal ni difusión de ningún tipo dio cuenta de una ciudad oculta a la vista de todos, según Juan Vattuone. 

Un tango que hablaba de los pibes en las calles ofreciendo caramelos, estampitas y canciones, de cartoneros y de inmigrantes mal pagos y estigmatizados, de los que cuidan autos, limpian vidrios y hacen malabarismo en las esquinas. En el contexto de un país atravesado por el hambre y la desocupación, Alorsa dio cuenta en su canción de giles, calaveras y buscavidas y también de la esquina, el barrio y de amores no correspondidos. Atravesada por un sonido de guitarras acústicas al ritmo del tango, la milonga y el candombe relató gambetas, rabonas, patadas y goles, celebrados en un campito que desapareció en los estragos de la globalización. “Estamos parados en la milonga y desde ahí nos movemos hacia ritmos vecinos como el tango, el candombe, la murga, algún aire folclórico y lo que llamamos canciones criollas o rioplatenses, difíciles de encasillar en algún género pero que tienen un fuerte dejo regional”, decía Alorsa. 

Entre sus referentes estaban, además de Gardel, nombres como Juan “Tata” Cedrón y Juan Vattuone, un poeta popular de las nuevas composiciones del tango. 

En ese “tango con onda” como siempre lo llamó y en el lunfardo de estos tiempos, encontró Alorsa la manera de canalizar aquellas conversas que se daban cuando manejaba su taxi y en las calles de Tolosa. Sus tangos fueron crónicas atravesadas por el humor y por cierta picardía. “Su tango fue irreverente y rompió con algunos mandatos de forma, nació y creció en una ciudad caracterizada por un espíritu joven y controvertido. Tal vez, como la misma Guardia”, explicó el escritor Marcelo Estefanell.

Esas historias aparecían primero en una vieja libretita donde iba escribiendo todo aquello que le contaban los pasajeros en el taxi. “Es increíble todo lo que puede decirle un pasajero a un taxista que habla poco”, decía entonces el poeta. Allí asomaron los amigos, la esquina, el almacén, el baldío, la cancha, el tablón y sus hinchas. Y en su obra apareció también una representación de la mujer, que en algún sentido se emparentaba con los maneras de aquel tango de los años ´20, donde la mujer apareció en sus letras atravesada por cierta moral social y por un fuerte sentido católico imperante entonces en la Argentina del poscentenario. 

El arrabal, cuna del tango

CHANTÚN ARGENTO 

De esa forma, Alorsa formó parte del surgimiento de una nueva camada de letristas de tango que sin constituir un grupo homogéneo propuso, en algún aspecto, una ruptura con la línea poética de generaciones anteriores. Compartió una misma forma junto a Alejandro Swarczman, Ernesto Pierro, Bibi Albert, Marta Pizzo, Acho Estol y Alfredo Rubin, entre otros. El poeta tolosano pronto sería bautizado como “el gran fileteador”, “tanguero sanguíneo”, “pibe atorrante de barrio”, “rufián melancólico e inofensivo” y “chantún argento de bodegón”. 

Según manifestó el cantor y poeta en “Toca madera”, programa musical que se emitía por Canal 7, La Guardia Hereje fue “un grupo musical que produce canciones propias. Hacemos tango, milongas, candombe, murga, por ahí un aire más folclórico campero. Para mí es un concepto artístico que excede lo musical, y que tiene que ver con una imagen, una puesta en escena, con un sonido, con un mensaje”.

Una mezcla bien rioplatense más que la búsqueda de una pureza en el tango.

Alorsa con una guitarra eléctrica en Cosquín

De esa fusión popular que Alorsa expresó en “La cría del plata”, surgió, entonces, una nueva forma cultural de pensamiento y de sentir. “De ese puchero surgió una idiosincrasia llena de virtudes, códigos, valores, lealtades y traiciones”, escribió Silvana Boggiano en el libro Tango oculto. Ese abrazo por venir.

Y así lo entendió Alorsa, quien dio cuenta de lo que somos más allá de la Reina del Plata y comprendió que nuestra lengua es también la lengua del negro, del mulato y del zambo. Alorsa supo que aquello siempre fue parte de nuestra historia, esa que nace del otro lado de la zanja de Alsina, que es también la del indio y del gaucho montonero y su conciencia americana, la del esclavo y el mensú. Esa cultura concebida a partir de nuestras contradicciones, de nuestro carácter incompleto, que se fundó a partir del hambre de los gringos y la pasta de los tanos, esa cultura que crece, se reproduce y se carga de sentido, en el tablón, en el cordón de la vereda, en las barriadas y en el barro del potrero, tuvo su lugar en la canción de Alorsa.

Sobre la poesía alorsiana dijo Marcelo Estefanell: “Alorsa abrió la puerta de aquel tango criollo, y con esos sonidos supo -como pocos- describir historias de su tiempo. Relatos que no recurrieron a tranvías ni a guapos recostados sobre farolitos de una época muy anterior, que ya el género había explotado hasta el cansancio. Rescató lo más genuino de esta música, sin disfraces que pudieran seducir -falsamente- a públicos diversos. A ello sumó una poesía notable, logrando que los jóvenes pudieran apropiarse de ese tango. En esa búsqueda, sin dudas, hay una evolución trascendental para que el tango continúe su camino”.

Y sobre si La Guardia Hereje hacía un tango tradicional para jóvenes o un tango nuevo pero algo viejo y nostálgico, el escritor respondió entonces que era un poco las dos cosas. “Porque es muy difícil plantearse que un joven sea ajeno totalmente al tango”, decía. “Para mí una pareja de rollingas es tanguera aunque no lo sepa. Lo que sucede es que siempre se asocia el tango con algo viejo, tétrico, nostalgioso y abolerado. Hoy existe un nuevo lunfardo que todos utilizamos y que se ve todos los días en las calles, donde el tango, la milonga el candombe, la murga y el rock, son la banda de sonido que se escucha en la ciudad”.

Una esquina emblemática del barrio de Alorsa

Alorsa habló de la amistad, el odio, la frustración, el éxito, la alegría y la desazón. “En el caso de las letras todo lo que fue el lunfardo en el tango terminó siendo apropiado por el rock barrial y por la cumbia villera. El tango se refugió en frases armadas y perdió”, explicaba Alorsa. 

La Guardia Hereje desarrolló su vida artística entre 2002 y 2009 y de manera independiente grabó dos discos: “Tangos y otras yerbas” (2005) y “13 canciones para mandinga” (2009). Además editó un CD/DVD grabado en vivo en Ciudad Vieja y un demo que dieron en llamar “Siglo XXI” y que grabaron en los estudios del músico platense Toby Villa. Dos veces se presentaron en el Teatro Municipal Coliseo Podestá de La Plata a sala llena con un público de alrededor de 700 personas. Durante 2006 se presentaron en el Cosquín Rock y en el VIII Festival Buenos Aires Tango. Tras un recambio de integrantes, La Guardia Hereje quedó finalmente establecida con los guitarristas Sebastián Marín y Fernando Tato y el percusionista Leonardo Gianibelli. 

Sus discos fueron difundidos esencialmente a través del boca en boca. “Como suele suceder, su enorme talento era inversamente proporcional a su fama. Los vastos públicos, esos que tineliza la televisión, no lo conocían”, dijo el profesor Juan Carlos Jara y agregó: “Un poco porque su labor en el tango era reciente y mucho porque la poesía de Alorsa era sabiduría popular en estado puro y esto para los gerentes de contenidos de nuestros medios representa lo que una ristra de ajo para Drácula o para Superman la piedra Kriptonita”.

Placa en la plaza Bocha Esperanza

La obra de Alorsa fue declarada de Interés Cultural por el Concejo Deliberante de la Municipalidad de La Plata. “La pluma de Alorsa está entre los tres primeros compositores y poetas más importantes del nuevo tango”, señaló Leonardo Gianibelli. Y, de acuerdo, a Estefanell: “Hagamos cotidiana su memoria. A través de su obra, lógicamente, y de todo registro que ayude a conservar el nombre de quien tanto contribuyó a la música y a la poesía, ambas expresiones del arte, que son y serán siempre, orgullo y patrimonio de la ciudad de La Plata”. 

TATA DIOS NO ES ARGENTINO 

El 31 de agosto de 2009, Jorge “Alorsa” Pandelucos partió hacia el gran silencio justo antes de ver en la calle su segundo trabajo discográfico. A los 38 años se fue sin decir adiós, dejando 23 canciones editadas que son hoy una marca ineludible para desandar la historia de ese tango nacido a mediados de la década del ´90.

Su partida insospechable y cruel es mucho más dolorosa si tenemos en cuenta lo mucho que el arte popular esperaba de su talento. Alorsa es el poeta que el tango estaba esperando desde la desaparición de mitológicos creadores como Homero Espósito y Cátulo Castillo. Sus tangos, sus milongas y valses poseen la frescura y la profundidad que los grandes maestros supieron inspirarle a nuestra canción, con el agregado del soplo nuevo y renovador de nuestro tiempo”, opinaba, entonces, Juan Carlos Jara, profesor de historia y poeta lunfardo.

Todavía quedan veredas con el antiguo empedrado

Luego de su inesperada muerte se le hicieron varios homenajes. Los Domingos con Alorsa en la plaza Bocha Esperanza de Tolosa (528 y 6) fueron muchas veces la excusa de encuentros para honrar su poesía, su música, su generosidad. Hace poco tiempo apareció una grabación del 6 de diciembre del 2006 que se encontraba perdida y que La Pulseada Radio volvió a poner al aire en 2021. En ese momento, Alorsa estrenó una guitarra regalada por sus amigos y cantó una milonga de Francisco Amor y Alberto Acuña.

“Nosotros estamos intentando empezar después de ese bache y después de nosotros vendrán grupo más talentosos. Esperemos alguna vez nos recuerden por haber plantado otra vez la semilla”, decía el cantor sin comprender que su poesía, urbana o suburbana, andaba ya entreverada, en aquel barrio, entre brujas, mitos y leyendas.

Fusionada entre verborrágicos, varones calaveras, langas y picaflores, alimentados a gofio y pororó, esa poesía sigue hoy invitándonos a soñar con un mundo mejor, sin árbitros bomberos, ni traidores agazapados en cada esquina. A trece años de su partida las palabras del profesor Juan Carlos Jara comprenden una figura que trasciende el paso del tiempo: “Quien supo escribir no sé si soy feliz o la tele me ha engatusado, quien supo decir Jesús se las tomo y dejé una cruz de identikit, quien supo cantar no es posible un mundo mejor con árbitros bomberos, no se puede ir así no más. Por eso, me inclino a profetizar que la huella de Alorsa va a perdurar en el género que otrora honraron los Manzi, Discépolo, Cadícamo y Celedonio”. 

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Begum es un segmento periodístico de calidad de 0221 que busca recuperar historias, mitos y personajes de La Plata y toda la región. El nombre se desprende de la novela de Julio Verne “Los quinientos millones de la Begum”. Según la historia, la Begum era una princesa hindú cuya fortuna sirvió a uno de sus herederos para diseñar una ciudad ideal. La leyenda indica que parte de los rasgos de esa urbe de ficción sirvieron para concebir la traza de La Plata.

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