La dinámica diaria de las redacciones, especialmente en las que se trabaja con un ritmo minuto a minuto, constituye uno de los grandes desafíos de los periodistas que se encuentran expuestos a cometer errores si sólo se guían por fuentes y voceros que tienen un interés particular sobre el tema que informan.
Los hechos policiales suelen ser un terreno fértil para la desinformación. Generalmente la primera versión que se conoce es la de las propias fuerzas de seguridad. Fotos, videos, identidades y datos emanados por esa fuente transitan sin mediación -muchas veces primero en redes sociales de los periodistas- hasta llegar a ser publicados en portales, radios, canales de televisión y medios gráficos.
Cotejar esas voces con las de los protagonistas o los testigos directos de los hechos no suele ser una práctica común y los daños pueden ser de difícil reparación.
EL ACCIDENTE QUE NO FUE TAL
En plena pandemia, a última hora del 7 de octubre de 2020, un joven repartidor de comida murió al caer de su moto en un barrio de La Plata. El hecho apareció al día siguiente en casi todos los portales de noticias de la ciudad y los diarios impresos. Los datos habían llegado a las redacciones en el parte policial que indicaba que un transeúnte “observó tendido en la vía pública” al joven, por lo que dio aviso a la Policía. Unas fotos del lugar, con la moto sobre la vereda y a varios metros el cuerpo de la víctima, completaban la información. Se indicaba también que el golpe contra el asfalto fue determinante en la muerte y que habría perdido estabilidad por circular a gran velocidad. El hecho quedó enmarcado en los preocupantes índices de mortalidad por accidentes de tránsito.
Sin embargo, esa primera versión fue revertida algunas semanas más tarde por los resultados de una investigación que encaró la familia del joven. Con testimonios de testigos, imágenes de cámaras de seguridad de la zona y algunas pericias se probó que el joven viajaba a baja velocidad y que, en los minutos previos a su caída mortal, había sido seguido por tres policías que circulaban en otras dos motos. Un año y medio después, el caso se instaló con un fuerte pedido de justicia y el Ministerio de Seguridad provincial decidió que los tres policías involucrados -que al principio habían sido suspendidos preventivamente- fueran definitivamente expulsados.
Si bien aún no se hizo un juicio para determinar lo que sucedió y cuál fue el rol de los policías, en lo que tiene que ver con el tratamiento de la información hay claros indicios de que hubo un intento de ocultamiento para direccionar la investigación. El primer paso fue el de manipular para desinformar con los datos que se remitieron a los medios.

"AUTOLESIÓN" EN EL PATRULLERO
Otro caso más reciente, que ayuda a reflexionar sobre el rol de los periodistas, es el de una persona que fue detenida después de un robo, también en la ciudad de La Plata, y que “cuando la trasladaban a la comisaría comenzó a autolesionarse, provocándose una herida en uno de sus ojos”. Así lo informaba una comunicación de las fuerzas de seguridad y así fue replicada en al menos seis portales bonaerenses y la versión impresa de un diario. En algunos casos la “autolesión” llegó a ser título.
Más allá de lo que pudo haber pasado realmente, la circunstancia referida debió haber demandado alguna prevención en las redacciones previa a su publicación. Si no es posible el ideal, como un chequeo con la contraparte de la noticia, sí parece necesaria una referencia que dejara planteada una duda, remarcando que se trataba de una versión policial.

MEDIOS, REDES Y PERIODISTAS
La desinformación promovida por fuentes interesadas en que determinadas versiones de los hechos se instalen como verdad no es una condición exclusiva del ámbito policial y las redes sociales agregaron en la última década otro ingrediente.
El panorama es preocupante si se tienen en cuenta datos de la investigación del Foro de Periodismo Argentino (Fopea) y Thomson Media con financiamiento de la Unión Europea, que relevó 60 sitios informativos de todo el país y detectó que sólo tres tienen una política de corrección de errores. Además, reconocen estar “solos” para lidiar contra la desinformación: 4 de cada 10 expresaron no tener políticas claras de verificación de información en el medio donde trabajan.
Parece una cuestión elemental en la práctica intentar evitar los errores, pero también lo es que los medios generen un contexto en el que se revalorice el tratamiento responsable de la información para que la desinformación sea la excepción y no la regla.