jueves 13 de noviembre de 2025

Viajó en avión para cubrir a un compañero de trabajo y murió sin saber que iba a ser papá

Rubén Demaría reemplazó a un colega que se iba a perder el primer cumpleaños de su hijo, subió a la aeronave y murió sin saber que su esposa estaba embarazada.

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A pesar de que la tragedia del vuelo de la aerolínea Sol dejó 22 personas fallecidas, la historia de una de las víctimas fatales fue la que provocó una enorme conmoción. Se trata de Rubén Demaría, quien estuvo por puro azar en el fatídico avión que se estrelló hace 11 años y murió sin saber que iba a ser papá.

El hombre subió a la aeronave para cubrir a un compañero que se iba a perder el primer cumpleaños de su hijo y falleció sin enterarse de que su esposa estaba embarazada. Todo ocurrió en la noche del 18 de mayo de 2011, cuando el avión Saab 340 despegó ya teniendo algunas fallas que no le permitían volar y, en pleno viaje hacia el aeropuerto de Comodoro Rivadavia (CRV), la nave sufrió "engelamiento severo" y se estrelló en una meseta de Río Negro, provocando la muerte de 22 personas, entre pasajeros y tripulantes.

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De esa manera, el fatal destino quiso que Demaría formara parte de una de las tragedias más grandes en la historia de la aeronavegación comercial en la Argentina. "Rubén llegó a ese vuelo por ser generoso", resumió Milca Mora, su viuda, en una entrevista con TN. Según su relato, él pudo haberse quedado en su casa de Neuquén ese miércoles, jugando con su hija Delfina de tan solo un año y medio.

Pese al temor que tenía Rubén por viajar en los aviones de esa aerolínea, eligió reemplazar a un compañero de trabajo que se perdería el primer cumpleaños de su hijo si viajaba a Comodoro. De haberse quedado con su familia, Rubén no sólo habría salvado su vida, sino que también se habría enterado de que iba a ser padre por segunda vez.

"Se encontró con un colega de trabajo que se lamentaba por tener que viajar a Comodoro en la fecha del primer cumpleaños de su hijo. Rubén no lo toleró y le dijo que no fuera, que se quedara con su nene porque él había lamentado perderse el cumple de Delfina por motivos laborales", relató Milca. "Hasta el final pensó siempre en el otro", agregó. Ese mismo día, Rubén la llamó por la tarde y le avisó que el miércoles siguiente se volvía para el sur.

Aquel 18 de mayo de 2011 caía la noche y Milca le daba la teta a Delfina, esperando el tradicional mensaje de Rubén tras la llegada a destino. A las 22.10 solía avisar que estaba todo bien, pero no llegó ningún chat. Su mujer se quedó dormida y se levantó exaltada, angustiada y asustada. Eran las diez y media de la noche.

"¿Dónde estás?", le escribió Milca por celular cuando advirtió que su esposo no se había comunicado. Dejó a la beba en la cuna y se quedó dormida con el celular en la mano. "En ese sueño tuve la imagen de un accidente de avión en llamas. Ya había visto toda la película de terror. Me levanté transpirada y en llanto", confesó con tristeza.

A las 7 del día siguiente, una camioneta de la empresa en la que trabajaba Rubén la pasó a buscar para llevarla hasta el lugar donde se estrelló el avión, a 15 kilómetros de la localidad rionegrina Los Menucos. Milca arribó cerca de las once de la mañana y los bomberos ya alertaban a los familiares: "No hay nada para reconocer". El paisaje era desolador.

De acuerdo a sus palabras, los días siguientes "fueron un horror" y pedía no tener a Delfina cerca suyo para que no absorbiera la tristeza. El empuje fundamental para salir adelante se lo dieron sus dos hijas, aunque todavía no sabía que la segunda estaba en camino.

Dos semanas después de la tragedia, Milca comenzó a sentir los mismos síntomas de cuando estuvo embarazada por primera vez. Pasó por la farmacia, se hizo el test y dio positivo.

Le surgieron todo tipo de contradicciones. "Pasé de no querer tener al bebé a pensar si eso se trataba de un mensaje divino. Pasó un mes y no se lo podía decir a nadie porque en la familia estábamos de duelo por Rubén. Fue algo horrible", se sinceró Milca. Lo cierto es que Francesca estaba llegando a su vida y describió cómo fue la elección del nombre: "Me desperté un día, lo busqué en Internet y el significado era mujer que viene con mucha fuerza. Entonces dije: es éste, no hay otro".

Ni Rubén ni los otros 18 pasajeros imaginaban que ese avión no estaba en condiciones de volar. Así lo determinó meses después de la tragedia la Junta de Investigación de Aviación Civil (JIAAC) ya que, entre otras cosas, la nave tenía vencida una de las Directivas de Aeronavegabilidad (AD) relacionada a la hélice. "No debía estar en el aire", sostuvo Romina Barreto, abogada de la querella en la causa penal que tramitaba el Juzgado Federal de Primera Instancia de San Carlos de Bariloche.

Gracias al informe de la Junta de Investigación, se reveló que ni el piloto, Juan Raffo (45), ni su copiloto, Adriano Bolatti, pudieron averiguar sobre las condiciones climáticas de la ruta hacia Comodoro Rivadavia. Sucede que la oficina del Servicio Meteorológico en esa ciudad funcionaba de 9 a 16 y el último parte se había emitido a las 15, según la abogada Barreto. "Con lo cual, estaba muy desactualizado", remarcó.

Por este motivo, Raffo le consultó al comandante Hugo Rodríguez, quien venía de pilotear un vuelo reciente desde Comodoro, sobre el estado de la ruta. La respuesta de su colega fue que "estaba buena, normal", según el informe de la Junta. "Sin embargo, la azafata de ese vuelo declaró luego que habían tenido turbulencias por engelamiento y serios inconvenientes para arribar sanos y salvos", detalló la letrada.

Con ese parte informal e incorrecto sobre el clima, la tripulación debía prepararse para despegar de Neuquén a las 20.05. Debían aterrizar en Comodoro Rivadavia a las 21.58, pero a las 20.50 se emitió una alarma en la que se declaraba el estado de emergencia. De acuerdo al informe de la Junta, el avión perdió el control debido a una "formación severa de hielo" en las alas: el fenómeno que se conoce como "engelamiento".

Menos de media hora más tarde se estrellaron en el paraje Prahuaniyeu, en plena estepa rionegrina y no hubo sobrevivientes. Desde hace más de 11 años, la esposa del piloto y el papá de uno de los pasajeros fallecidos son querellantes en la causa penal contra los directivos de la aerolínea Sol: Danilo Alberto Pojmaevich, Horacio Gabriel Angeli y Juan Alberto Nyffenegger (fallecido en julio de 2020), que se desempeñaban como gerente de operaciones, presidente y vicepresidente de la compañía, respectivamente.

De acuerdo a Barreto, "las pericias fueron lapidarias. Sin embargo, los jueces y fiscales fueron selectivos con las pruebas y no tuvieron en cuenta, tal como sostuvieron los investigadores, que los pilotos no habían recibido capacitaciones sobre el sistema de protección antihielo". Y subrayó que "todas esas instrucciones eran responsabilidad de la empresa".

El 25 de junio de 2019, la Cámara de Apelaciones de General Roca les dio por primera vez una luz de esperanza en su pedido de justicia: revocó el sobreseimiento de los directivos y ordenó al juzgado que continuara con las investigaciones. Sin embargo, la misma Cámara rechazó el año pasado la apelación de los querellantes particulares, Juan Carlos Ruiz y Marcela Bastit, y confirmó la sentencia que declaraba la prescripción de la acción penal. El planteo para dar por extinguida la causa se debe a que los empresarios eran acusados de “estrago culposo agravado”, correspondiente al artículo 189 del Código Penal (CP), con penas máximas de 5 años de prisión.

Pero los familiares de las víctimas plantearon el cambio de carátula al artículo 190, que castiga por "estrago doloso agravado al que a sabiendas ejecutare cualquier acto que ponga en peligro la seguridad de una aeronave que terminare con muerte". Tiene una pena de hasta 25 años de cárcel, por lo que su plazo de prescripción es de 12 años.

Pese al nuevo revés judicial de la Cámara, la querella no se dio por vencida y apeló a Casación Penal. En tanto, la letrada que representa a los familiares advirtió que, si es necesario, recurrirán también a la Corte Suprema de Justicia para que no declaren prescripta la causa penal.

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