La muerte de Carlos Timoteo Griguol conmocionó a todo el mundo del fútbol, porque el Viejo fue una persona muy querida y admirada por todos.
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La muerte de Carlos Timoteo Griguol conmocionó a todo el mundo del fútbol, porque el Viejo fue una persona muy querida y admirada por todos.
Hubo un momento especial a finales de la década del 90 que grafica ese respeto que los rivales tenían por él. Fue el 7 de diciembre de 1997, cuando Gimnasia recibió a Boca en el Bosque por la fecha 16 del Torneo Apertura de ese año que ganaría River.
En la última jugada del partido y cuando todo parecía indicar que finalizaría 0 a 0, Martín Palermo metió un cabezazo para darle la victoria agónica al Boca del Bambino Veira y desatar de esta manera la locura en la tribuna visitante, totalmente repleta.
El goleador, identificado fuertemente con Estudiantes, salió corriendo descontrolado para festejar uno de sus goles más gritados, pero en el medio de la carrera y al darse cuenta de que estaba Griguol parado con toda la bronca y el desconsuelo por perder el partido, frenó y le extendió su mano, como pidiéndole perdón, en un gesto que todo el mundo interpretó como algo genuino y sincero que le surgió de adentro únicamente por el respeto que el Viejo se había ganado día a día, que hoy es más grande que nunca.