El libro Favaloro. El gran operador de Pablo Morosi bucea en aguas profundas de la vida del gran cardiocirujano platense que revolucionó la medicina con la estandarización de la técnica del bypass. Y en ese viaje descubre algunos aspectos llamativos y otros que contradicen o ponen en tela de juicio aspectos de la historia cristalizada por lo relatos orales y escritos que han circulado hasta ahora.
Uno de los datos que surgen del libro refuta ni más ni menos que su fecha de nacimiento, legalmente inscripta como el 14 de julio de 1923. Sin embargo otra historia, de circulación familiar, menciona que la fecha verdadera es dos días antes, el 12 de julio. Y que fueron motivos ideológicos los que llevaron a a fraguarla. Morosi lo plantea de entrada: “El hijo de Juan Bautista y Geni, según consta en el acta 813, que lleva la firma del jefe del Registro Civil de la Sección Tercera, Ernesto Cibeau, nació el sábado 14 de julio de 1923 “a la una” en el domicilio conyugal. El documento indica que el bebé fue anotado el miércoles 18 con el nombre de René Gerónimo Favaloro. Fueron testigos los ciudadanos españoles Antonio García y Vicente Alsina. A los padres del recién nacido se les entregó la libreta de enrolamiento con el número 2.311.189, en la que figura la fecha antes citada, que también se usó en todos los documentos oficiales a lo largo de su vida. Sin embargo, en la familia siempre se dijo que el nacimiento había sido en realidad dos días antes, el jueves 12 de julio. Eso mismo se cuenta en la semblanza de René Favaloro escrita en julio de 2007 por su primo hermano Domingo Sergio, quien, en su doble condición de biógrafo y pariente directo, lo ratificó durante una entrevista para este libro. Una versión que ha circulado en el relato filial por décadas indica que, por influencia del tío Luis Gerónimo, ligado al ideario del socialismo europeo, se decidió cambiar la fecha en honor al aniversario de la Revolución Francesa, que el 14 de julio de 1789, día de la toma de la Bastilla, dio el golpe letal al absolutismo monárquico”.
MONDONGUERO DE LEY
Uno de los mitos más elocuentes es el que indica que nació en el barrio El Mondongo. Esa versión tiene rasgos oficiales ya que está consignada incluso en la reseña que figura en la página web de la propia Fundación Favaloro. Sin embargo, durante la producción del libro, el autor se preocupó con confirmar el dato. No lo logró: “Favaloro no nació ni vivió nunca en ese barrio", dice en la charla con 0221.com.ar y agrega: “Nace en una casa en 68 entre 1 y 2, en el límite de El Mondongo. Podría decirse que nació en el barrio del Policlínico. Y al poco tiempo la familia se mudó a su casa más conocida, en 5 y 69”.
Sin embargo, el niño René sí fue al Jardín de Infantes y a la escuela primaria en ese barrio. Y pasaba mucho rato en lo de sus abuelos, que viven a la vuelta de la escuela. También frecuentaba sus calles camino a la cancha de Gimnasia o en visitas a sus amigos, muchos de los cuales son residentes mondongueros. Pero más allá de esas disquisiciones geográficas, lo cierto es que el cardiocirujano tenía una identidad y un sentido de pertenencia tan fuerte que la Biblioteca Euforión le dio un diploma de “mondonguero emérito”. Morosi concede: “Adoptó a El Mondongo como su lugar. Por lo que podría decirse que fue criado en el barrio”.
En el libro dice que “la verdad es que, aunque estaba muy cerca, la familia siempre vivió fuera de su perímetro, delimitado por las avenidas 1, 60, 122 y 72”.
EL MÉDICO RURAL
Una de los datos biográficos más instalados es que Favaloro se fue a Jacinto Arauz, el pueblo pampeano donde hizo sus primeras armas, apenas recibido. Sin embargo poco se sabe de su paso por una pequeña sala sanitaria de Magdalena, en la que recala para estrenar su diploma después de perder la posibilidad de asumir un cargo en el Policlínico San Martín, por negarse a firmar una adhesión al gobierno peronista. “Estuvo poco tiempo pero fue el estreno de su título médico, en un puesto al que accedió gracias a José María Mainetti”, cuenta el autor del libro. “Así fue que una mañana fresca y soleada de fines de octubre de 1949 descendió, maletín en mano, en la estación desierta de Hipólito Vieytes, un caserío desolado en el distrito de Magdalena, 45 kilómetros al sur de La Plata. Apenas pisó el andén respiró hondo el aire diáfano en aquel escenario bucólico y apacible. Tenía veintiséis años y toda una carrera por delante, pensó como consuelo”, relata en el libro. Poco tiempo después le llegó la propuesta desde La Pampa.
EL PROTOCOLO DEL BYPASS
El logro médico que le otorgó el mayor prestigio, el bypass, tampoco está exento totalmente de discordia, porque era una técnica que ya se usaba cuando él la describió y la publicó. “Lo que hace es escribir cómo debe hacerse, cómo debe prepararse una operación y cómo debe desarrollarse. Hasta ese momento el bypass se realizaba sólo ante una emergencia, cuando un paciente llegaba en paro cardíaco y no quedaba otra salida. Pero nadie había escrito como programarlo y cuáles eran los pasos. Eso es lo que realmente tiene valor porque, a partir de ese momento en todo el mundo se empezaron a programar las operaciones de ese tipo”, cuenta Morosi.
En las páginas del libro se menciona el logro como la “estandarización” de la práctica y dimensiona su alcance: “A partir de 1968 fue el principal trabajo de su carrera, ya que gracias a ello cambió radicalmente la cura de la enfermedad coronaria y posibilitó salvar la vida de millones de personas que habían sufrido un infarto agudo”. Pero no esquiva la controversia: “Durante largo tiempo se discutió la paternidad del bypass. En el mundo médico norteamericano no fue fácil aceptar el reconocimiento para un extranjero, y menos para un latinoamericano”. Y el propio Favaloro relativizó la idea de haber protagonizado un descubrimiento. “En medicina nadie inventa nada, todo es evolución –repetía–. La idea del puente aortocoronario viene desde lejos y empezó nada menos que con las contribuciones de Alexis Carrel a principios de este siglo”.
EL ROCE POLÍTICO
Desde su regreso al país en 1971, Favaloro usó su perfil campechano y su fama para alimentar una intensa vida social que lo llevó a vincularse rápidamente con quienes pudieran facilitarle la concreción de su sueño: la Fundación. Pero mucho más adelante, en los años 90, su figura fue apetecible a nivel electoral. Nunca se concretó nada pero en 1995 lo sondearon como posible candidato a gobernador del peronismo, en reemplazo de Eduardo Duhalde y un año antes, cuando Carlos Menem obtenía el derecho constitucional de ir por la reelección, el Diario Popular llegó a titular en su portada que la fórmula presidencial sería Menem - Favaloro. Todo ello ocurrió pese a la resistencia que su figura siempre generó en el peronismo, donde muchos le cuestionaban un supuesto elitismo en su conducta. Durante la gobernación de Duhalde tuvo un acercamiento concreto al IOMA a través de un médico amigo, Rubén Laguens. Morosi describe a esa época como “oscura”, en la que la obra social era atravesada por denuncias de la Agremiación Médica Platense por supuestos desvíos de operaciones cardiológicas a la Fundación, perjudicando a los médicos y las clínicas locales.
LA RELACIÓN CON LA DICTADURA
Los vínculos de Favaloro con la última dictadura no son soslayados en el libro de Morosi, donde se exponen algunos episodios elocuentes. El autor ofrece su mirada a 0221.com.ar: “Alguien puede decir que tuvo actitudes de colaboración, porque fue a Malvinas (cuando asumió Luciano Benjamín Menéndez después del desembarco argentino de 1982), y antes había ido al Beagle con (Jorge Rafael) Videla a ver a los soldados. Pero hay que entender que el Favaloro principista, aquel que había rechazado un trabajo por no firmar una adhesión al peronismo, no era el mismo que volvió en 1971. Él no solo maduró y se transformó en otra cosa por sus logros científicos, sino que además se le abrió la cabeza de otro mundo. Vuelve para hacer su proyecto y ese es su norte. No sé si le importaba tanto quién estaba acá en el gobierno mientras lo habilite para llevar adelante su proyecto”.