El 19 de noviembre de 1982 La Plata festejaba su centenario. Las autoridades de facto debían cumplir el cometido de abrir la cripta ubicada en el centro de la Plaza Moreno donde el gobernador Dardo Rocha había depositado objetos y documentos bajo la piedra fundacional de la ciudad. En el mismo acto los funcionarios de la dictadura colocarían nuevos testimonios para ser rescatados por las generaciones por venir, en 2082.
Ese día, el grupo de Madres de Plaza de Mayo de La Plata publicó una solicitada que contenía los nombres de las personas que permanecían desaparecidas en la región y cuyos casos habían sido denunciados pública y judicialmente.
El régimen de facto se había ensañado especialmente con el Gran La Plata donde confluía una fuerte actividad política por ser sede de la gobernación, el activismo estudiantil con base en la universidad, además del aspecto sindical concentrado en el polo fabril ligado al polo petroquímico, al Astillero Río Santiago y a los gremios estatales. La mayoría de las denuncias de desapariciones provinieron del mundo universitario y sindical.
Aquel viernes soleado, poco antes del mediodía, se desarrollaría el tradicional Tedeum en la Catedral donde participarían los principales representantes del gobierno. En medio de una gran convocatoria a la ciudadanía el grupo de Madres se ubicó desde temprano cerca de las escalinatas del templo. Cuando se acercaba la hora en que estaba previsto el arribo de los principales jerarcas militares, las mujeres desplegaron varios carteles y banderas reclamando por la aparición con vida de sus hijos. Al advertir ese movimiento, los responsables de seguridad dispusieron un vallado conformado por policías y civiles que se pararon delante de los carteles para impedir que fueran vistos por la comitiva oficial.
Varias de las manifestantes cruzaron hasta la plaza. En un primer momento los agentes de seguridad pensaron que se trataba de un repliegue pero minutos más tarde, las Madres regresaron con sus manos llenas de globos de colores. Rápidamente comenzaron a atar los globos inflados con gas a los extremos de uno de los carteles que se elevó por encima de las cabezas de todos los presentes.

Esa misma tarde estaba convocada una marcha de la civilidad frente a la Municipalidad, en la que participarían distintas organizaciones, peñas, clubes y ligas de fomento. Las Madres decidieron desfilar. Como no estaban anotadas de antemano los organizadores las querían mandar para el fondo de la fila. Finalmente cerca del palco oficial los gritos de las mujeres y un tibio aplauso de la concurrencia hizo que los policías que las rodeaban tomaran distancia. Después de hacer parte del recorrido, las Madres dieron media vuelta y desfilaron en sentido contrario al establecido.

Una de las presentes aquel día fue Hebe Pastor de Bonafini quien suele recordar la jornada como una batalla ganada al temor: “nadie esperaba que nos atreviéramos a tanto”.