*Por Gastón Crespo
*Por Gastón Crespo
Hubo un hecho que me marcó y hoy revivo. Yo era niño, con la vuelta de la democracia que trajo una primavera de algunos años. Se instaló el Poder Legislativo y se reactivó el pago de jubilaciones y pensiones, impagas durante el gobierno de facto. Mi abuela cobró un retroactivo después de penar años de las ayudas de los hijos, y rápidamente compró un departamento en Los Hornos.

El inicio del proceso fue postergado. Osvaldo Martínez, al que el chofer había apuntado por el cuádruple femicidio, exige que dé explicaciones en el banquillo.
Cuando fuimos a verlo, nos encontramos a los antiguos dueños: dos hermanos salieron cargando las últimas cosas en un auto pintado igual que uno de una serie televisiva, con una visible cara de angustia. Recuerdo que la madre le entregó las llaves a mi tío, y aún suenan en mi mente sus palabras: “Nos ganamos 14 millones en el Profe -popular juego de apuestas- y al final nos volvemos a la villa”.
Me acompañó durante mucho tiempo la sensación de perplejidad que tuve en ese instante. ¿Cómo alguien que había ganado el valor de muchos departamentos lo había perdido todo? “Sin dudas, por mala administración”, le había comentado esa madre a mi tío.
Cuando pienso en la realidad argentina, revivo permanentemente esa sensación de frustración. Un círculo vicioso que contamina todo.
Frustración basada en las expectativas que muestra la historia. Y un círculo que degrada la política, lo social y lo económico, y nos deja como “ciudadanos en posición de víctimas”.
El plano político muestra la ineficacia de las instituciones reales para representar a los ciudadanos frente a las acciones de las elites del sistema financiero; la precariedad de la posición local frente a la internalización de las decisiones políticas; y la falta de control de las burocracias públicas.
En el plano social, se fragmentan las identidades socioculturales; se diluye la integración y comunicación de los actores sociales; y se exacerba la exclusión social y política y el empobrecimiento de grandes masas de población.
En el plano económico, la mundialización de la economía y la primacía del capital financiero no han producido otra cosa más que una concentración escandalosa. En América Latina hace más de setenta años que nos debatimos en un movimiento pendular de un sistema a otro. Vamos de un desarrollismo que provoca una expansión y diversificación de las fuerzas productivas y de infraestructura, a un liberalismo monetarista que abre el mercado, hace caer los salarios, aumenta la desocupación, expande y concentra los capitales improductivos, se licúan las deudas. Y en esa tierra quemada, renace la semilla en una nueva fase con salarios bajos, clase obrera mansa y capitales concentrados para una nueva expansión con ayuda estatal.
No es que les falte creatividad ni inteligencia a los administradores del modelo desarrollista; sino que la fragilidad externa obliga a cerrar los mercados, a subsidiar la producción, siempre incapaz de controlar la expansión monetaria, el desequilibrio de las cuentas y el peso del crédito externo.
Por su parte, el liberalismo monetarista se practica por tiempos más cortos y con características de derrumbe. Esto tampoco puede funcionar en América Latina, ya que liberar el mercado no genera desarrollo humano sino monetario, excluyendo a quienes no están dentro de él. Mientras tanto, los capitales que crecieron al calor del mercado cerrado enfrentan sin restricciones a fuerzas inferiores, sin visibilizar que son vidas.
Entonces, ¿qué sucede en un país rico en recursos, que fue potencia mundial hace 100 años, que fue orgullo cultural del mundo, que década tras década cae más profundo, mientras sus hermanos latinoamericanos crecen y sacan año a año a su gente de la pobreza?
¿Qué es lo que hacemos tan mal? ¿Cómo rompemos este espiral decadente? ¿Qué lleva al poder político y a la sociedad a prescindir de la ética y de la responsabilidad y a ser indiferentes ante la desigualdad?
¿Por qué aceptamos la injusticia, la discrecionalidad, la corrupción y el castigo al diferente? El día que empecemos a responder estas preguntas, comenzaremos a transformar nuestra realidad.
*Concejal de La Plata por el Partido GEN en 1País