Por Máximo Randrup
Animación: Sergio Sandoval
Por Máximo Randrup
Animación: Sergio Sandoval
El 4-2-3-1 es un excelente esquema para aquellos equipos que acorralan a sus adversarios a través de la posesión y, por lo tanto, juegan buena parte del tiempo plantados en campo adversario. Permite tener cuatro jugadores cerca del arco rival (una referencia de área y tres delanteros de apoyo), cuatro para escoltar los ataques (los volantes centrales y los laterales que se proyectan) y dos iniciadores de los avances (los defensores centrales, parados cerca de la línea media). Tenencia. Situaciones de gol. Oponente ahogado.
La teoría es bellísima. La puesta en práctica, en los entrenamientos, quizás también lo es: resulta fácil imaginar a los titulares dominando a los suplentes. El problema (¡grave!) es cuando se quiere trasladar ese plan idealista a los encuentros oficiales y no se cuenta con la materia prima para sostenerlo.
¿Qué puede ocurrir si un entrenador desea utilizar ese dispositivo sin los elementos apropiados? Que el equipo se divida en dos y que, como consecuencia de eso, los mediocampistas centrales tengan demasiado terreno para cubrir.
Eso, justamente eso, le sucedió a Estudiantes en las dos primeras fechas del año. En ofensivas simples del adversario, quedó partido. El Pincha, ante Vélez y San Martín de San Juan, fue una estructura porosa. Permeable. Su mediocampo no fue un tejido de contención. De los cinco goles que recibió, tres fueron por haber quedado fragmentado (cuatro hombres de campo muy adelante, y seis para tratar de frenar al rival y fracasar en el intento).
EL REPASO
- En el primer gol del Fortín, una mala entrega en ataque hizo que Estudiantes quedase absolutamente descompensado. Vélez necesitó dos pases para colocar a un futbolista mano a mano con un defensor. Matías Vargas hizo el resto.
- En el primer tanto de San Martín de San Juan, un pase del elenco local -desde la izquierda hacia el medio- dejó a un mediocampista desmarcado para que rematase de afuera del área. La pegada de Mauro Bogado fue perfecta, pero dispuso de un cómplice: el mediocampo del Pincha, que lo dejó solo.
- En el segundo gol del conjunto sanjuanino, un toque sencillo por el centro rompió la línea de volantes y otro pase halló a un jugador con llamativas comodidades para tirar el centro (tuvo tiempo de parar el balón y levantar la cabeza antes de concretar el envío). Luego, los centrales de Estudiantes descuidaron a Palacios Alvarenga, aunque esa distracción es una falla de otra historia.
¿Qué logra el Pincha con el 4-4-2?
- Que los mediocampistas externos lleguen a zona ofensiva, pero sin esperar allí. Esto representa dos fichas más para la recuperación de la pelota.
- Que proteja sus zonas defensivas más vulnerables: los dos laterales. El fuerte de Facundo Sánchez no es la marca y Leandro Benítez aún busca su N° 3 titular.
- Que a los volantes centrales (¿lo mejor que tiene Estudiantes?) la cancha no se les transforme en una estancia inabarcable. Al encontrarse más rodeados, disponen de ayuda para la contención y -además-están con mayor frescura para realizar la otra función: la distribución.
Cuando asumió como interino a mediados de 2017, el Chino decidió que Estudiantes volviera a las bases y construyó dos líneas de cuatro; ganó los tres partidos sin recibir goles. Este año soñó con una estrategia superadora… ¡hasta que lo frenó la realidad! El entrenador parece haber comprendido que el 4-2-3-1 era una quimera. Una verdadera utopía. Por eso recalculó.
Una grata noticia para el Pincha, que debería alejarse de sistemas de moda, dejarse ser y sellar un extenso pacto con el 4-4-2. Al menos, hasta tener un plantel de jerarquía.