domingo 10 de marzo de 2024

La Plata en clave roja: los cinco crímenes que más conmocionaron a la ciudad

Desde las empanadas del "Griego" al cuádruple crimen de La Loma, pasando por la masacre de la Planta Transmisora, el secuestro y homicidio de Oriel Briant y la cacería de Ricardo Barreda, las diagonales dejaron su marca macabra en la historia criminal argentina.

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Con cuchillos y balas, prolijamente planificados y hasta los que transitaron el oscuro camino a la impunidad: en 136 años, La Plata quedó en los anales del policial argentino con historias estremecedoras. La realidad que supera la ficción, escenas del crimen indescriptibles y cuerpos violentados, fueron las características de algunos de los episodios que conmocionaron a la región y llegaron a la primera plana nacional. 

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Criminales que generaron todo tipo de reacciones, como el más enérgico repudio o escandalosas muestras de apoyo en la calle, que se mantienen pese al paso del tiempo, la revolución feminista y las marchas de Ni una menos. 0221.com.ar recopiló los grandes casos que además de dejar su huella en la memoria platense, erigieron a la ciudad cuadrada como capital de los relatos siniestros. 

Un hombre descuartizado y el mito de las empanadas de carne humana: el caso del “Griego” Harjalich 

Juan Harjalich había llegado a Argentina en 1948, tras participar de la Segunda Guerra Mundial. En 1950 se casó con Elefteria Suculla, que tenía dos hermanos. Uno de ellos era Andrés, con quien al parecer no llevaba una buena relación. El “Griego” abrió un bar sobre avenida 1, a metros de la Estación de Trenes y lo llamó “El Partenón”. El 16 de enero de 1963 se dirigió con una valija a la casa de un conocido. En ella llevaba el cadáver descuartizado de su cuñado. Pese a que el comerciante relató que el familiar se había quitado la vida y que él solo quería incinerar los restos para no quedar envuelto en una causa, su amigo lo denunció.



Los investigadores nunca le creyeron y las pruebas tampoco lo ayudaron. La Justicia dio por sentado que lo mató de un tiro -con un arma que le había comprado a un policía- y luego redujo el cuerpo para ocultar el crimen. Partes del cadáver fueron halladas en las bocas de la cloaca maestra del Río de la Plata. La historia también dio lugar a especulaciones: muchos aseguraron que usó la carne de Suculla para hacer empanadas, que después habría vendido en su propio local. El móvil del crimen nunca pudo ser determinado, aunque creen que estuvo vinculado a una cuestión económica porque la víctima era propietaria de unas 10 fincas. Harjalich fue acusado y encerrado en la cárcel de Olmos, donde murió dos años después.

El secuestro y asesinato de la profesora de inglés de City Bell: el crimen de Oriel Briant 



Aurelia Catalina –su verdadero nombre- fue arrancada de los brazos de su hijo más chico en la noche del 8 de julio de 1984 en la puerta de la casa de calle 7 entre 10 y 11. La encontraron el 13 de julio en Etcheverry al costado de la ruta 2: su cuerpo desnudo presentaba 23 puñaladas y dos disparos. El mismo día del hallazgo detuvieron al vidriero Alberto Mensi, con quien había comenzado una relación tras separarse de su marido. Fue liberado por falta de mérito. Luego, el juez Julio Desiderio Burlando apuntó hacia la expareja de la víctima, Federico Pippo, un profesor de Literatura y con fuertes vínculos policiales.  



Lo arrestaron por primera vez el 1 de agosto, quince días después obtuvo la libertad provisional, pero el 15 de septiembre volvió a ser encarcelado, junto a su hermano Esteban y a su madre, Angélica Rosa Romano. Cayeron por el testimonio de Néstor Romano –un primo de Federico-, que aseguró que la noche que desapareció Oriel la familia pasó con la mujer por su stud de Lobos. Pero se desdijo. El fiscal Casteller pidió el sobreseimiento del clan, concedido el 18 de septiembre de 1985 y que se hizo definitivo en 1988. Los investigadores seguían la hipótesis de que Oriel solicitaba el juicio de divorcio por lo que su suegra habría instigado a sus hijos para que la hagan desaparecer y así no arriesgar los bienes familiares, pero no pudieron demostrarlo debido a los errores cometidos durante el levantamiento de rastros. A 34 años, sigue el misterio.

Una familia respetada, la versión de "conchita", la confesión y el salto a la fama: la cacería de Ricardo Barreda 

La escopeta Víctor Sarrasqueta humeante no llamó la atención de nadie aquel domingo fresco y soleado del 15 de noviembre de 1992. El reconocido y respetado odontólogo Ricardo Barreda acababa de matar a su esposa Gladys McDonald (57), a su suegra Elena Arreche (86), y a sus dos hijas, Cecilia (26) y Adriana (24) en la casona de 48 entre 11 y 12. Luego de desacomodar la vivienda, arrojó las vainas en un desagüe y tiró el arma en el Arroyo del Gato. Más tarde fue al zoológico, pasó por el cementerio, entró a un hotel de alojamiento con su amante y comió pizza en Bacci. Más tarde volvió al domicilio, llamó a la policía y contó la historia de un robo. Así comenzaba a desplegar su coartada. 

La mentira no duró demasiado. El comisario Petti -que había sido alertado de la presencia de Barreda en una charla sobre derecho procesal- le dejó el ejemplar del Código Penal abierto en la página donde se establece la inimputabilidad y el femicida confesó la masacre. "Andá a limpiar, que los trabajos de ‘conchita’ son los que mejor hacés". Esa, según el dentista, fue la frase que desencadenó la matanza, por la que en 1995 lo condenaron a prisión perpetua. Volvió a tener pareja, con quien vivió en el barrio porteño de Belgrano, cumplió su pena, apareció abandonado en un hospital de Pacheco y dijo llamarse Alberto Navarro en un video que se viralizó en 2016. Ahora pasa sus días en una pensión de mala muerte en el partido de San Martín, cerca del centro. Almuerza siempre en el mismo bodegón, donde -pese a que le fastidia- suelen pedirle autógrafos y selfies. Una fascinación macabra. 

Una faena policial, dos condenados y un prófugo: el triple crimen de la Planta Transmisora

La mañana del viernes 19 de octubre de 2007, Cintia Lemos se despertó, prendió el televisor y se enteró que habían matado a tres policías. Salí corriendo, uno era su marido. Los oficiales Alejandro Vatalaro (27) y Ricardo Torres Barboza (26) y el sargento Pedro Rodolfo Díaz (45) fueron asesinados en la Planta Transmisora Policial de Arana, en 7 y 630. Los ultimaron a puñaladas y tiros. Con saña. En 2014 el Tribunal Oral Criminal N° 2 condenó a cadena perpetua a Marcos Casetti -un efectivo que también hacía guardias en ese lugar- y a Mariano Ezequiel Filippi Medina. Pero todavía hay un prófugo. Se trata de Fernando Darío Maciel, a quien se le adjudica la participación junto a los dos sentenciados. Pese a que sobre él pesa una orden de captura nacional e internacional, nada se sabe de su paradero.  

En cuanto a las hipótesis, la pesquisa se centró en la ligada al robo de los costosos equipos de comunicaciones y armas, como así también la influencia en el tráfico de drogas. Se investigó también una banda mixta de policías y civiles, que en su momento derivó en varias detenciones. A más de una década, las familias de las víctimas continúan reclamando nuevas investigaciones para profundizar sobre la participación de otras personas como autores materiales e intelectuales. Años después del fatídico episodio, las autoridades provinciales blindaron el lugar. Solo se mantiene el verde del descampado.

Cuatro muertes, un condenado, falsos testimonios y un fiscal contra las cuerdas: el cuádruple femicidio de La Loma 

El 27 de noviembre de 2011 a las 6.30 Facundo González salió al pasillo para ir a trabajar y encontró unas pisadas de sangre y la puerta abierta del PH de 28 N° 467 entre 40 y 41. Minutos después, la policía se abrió puertas al horror: los cadáveres de Marisol Pereyra (35) y Susana De Barttole (63) en la cocina, el cuerpo desnudo de su hija Bárbara Santos (29) en el living y el de su nieta Micaela Galle (11) en uno de los dormitorios. Todas asesinadas a golpes y cuchilladas. El primero de los detenidos tras el hecho fue Osvaldo Martínez, el novio de Bárbara. 

El joven que practicaba karate estuvo unos 180 días tras las rejas con prisión preventiva, pero llegó excarcelado al juicio oral. Todos decían “El caso del Karateca” aunque no se hallaron sus rastros genéticos en el departamento. Los restos de saliva y piel pertenecían al albañil Javier "la Hiena" Quiroga, a quien detuvieron el 3 de mayo de 2012 y condenaron a cadena perpetua en 2014. Además, el remisero Marcelo Tagliaferro y Nilda Godoy fueron procesados por "falso testimonio agravado" durante el juicio oral. Tras su absolución, Martínez pidió la expulsión del Poder Judicial del fiscal Álvaro Garganta. El móvil que llevó al cuádruple femicidio varió desde la vetusta postura de "lo pasional" a lo económico, pero aún es un enigma.

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