Tomy tiene 47 años y es uno de tres chimpancés que quedan en Argentina. Actualmente, uno de los 400 animales de variadas especies, que todavía permanecen en el Bioparque de La Plata, ubicado en el corazón del Bosque. En ese marco, su cuidador desde hace más de cuatro décadas, Martín Davids, cuenta acerca de la relación que construyeron, sus dificultades para socializar con otros de su especie y cómo es su vida.
"Es un viejito afectuoso. Solo quiere estar con gente que lo trate bien, a pesar de lo que nunca aprendió a ser chimpancé", asegura Davids en diálogo con la periodista Florencia Illbele, de Infobae, y recuerda la primera imagen que tiene de Tomy, cuando el chimpancé tenía poco más de 3 años y era un “cachorrito”. Iba caminando sujetado por una correa que sostenía un entrenador de un circo de Brasil.
Era enero de 1980 y Davids llevaba casi una década trabajando en el zoo como guía. El entrenador brasilero había resuelto depositar al animal en el Zoológico de La Plata por su "mala conducta". En un intercambio que mantuvieron, el hombre le sugirió a Davids que, para infundir respeto, golpeara a Tomy con manguerita con arena. Esa recomendación iba en contra de todos sus principios. Por eso, cuando le ofrecieron ser el cuidador del chimpancé, aceptó sin vacilar. Hoy Tomy tiene 47 años y, junto con Johnny (en el Zoo de Luján) y Toti (en el Zoo privado Bubalcó, en Río Negro), se encuentra entre los únicos tres chimpancés machos que quedan en el país.
Martín dice que desde que tenía once años soñaba con ser cuidador de animales libres en África. En esa búsqueda, a los 17 años, llegó al zoo platense y se encontró con un montón de animales salvajes, entre ellos hipopótamos y leones, con un apetito enorme de caricias. “Para paliar el mal cuidado decidí quedarme y, de alguna manera, yo también quedé enjaulado”, señala.
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El chimpancé Tomy, del ex Zoológico de La Plata, tiene 43 años y es uno de los tres que todavía quedan en el país.
Foto: Marcos Gómez | AGLP
A Tomy, sin embargo, lo conoció 10 años después. “Era travieso y juguetón, como cualquier niño chimpancé”, describe. De los primeros intercambios, Martín se recuerda a sí mismo alcanzándole bananas, uvas y tomates, hablándole dulcemente para diferenciarse de los cirqueros que lo maltrataban y mirándolo a los ojos. La conexión fue inmediata. “Con mis dedos empecé a tocarle el pelaje. Él se ponía de espaldas y yo lo acariciaba. También lo sacaba a pasear y él se subía a mi espalda. Jugaba conmigo, trepaba a los árboles y me mostraba qué frutas le gustaban”, recuerda. Hace una pausa y agrega: “Hoy me considero un padre de crianza de Tomy”.
Durante 20 años, Martín y Tomy fueron el uno para el otro. Recién en el 2001 llegó la chimancé Judy y, en 2002, se sumaron Punya y Pweke, de la misma especie. “Ahí la cosa se complicó. Tomy no sabía ser chimpancé. Mucho menos ser un buen líder. Como él era el macho más fuerte, acaparaba las bananas y la paja que se les daban para dormir. Su socialización fracasó”, explica su cuidador y profundiza acerca de la problemática de los animales que han vivido muchos años en cautiverio.
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Martín Davis junto a Tomy, de quien se considera su "padre de crianza".
“El chimpancé es el pariente vivo más cercano al hombre. Lo más importante en la historia de vida de un niño chimpancé es el grupo social en el que se cría. Todo lo que va a necesitar para vivir lo aprende en ese grupo social. Pero Tomy no tuvo ese grupo y, por lo tanto, no aprendió a ser chimpancé. Como cuidador, si bien traté de hacer con él todas las conductas que haría un chimpancé —como buscarle los piojos entre el pelo, que es la caricia más común entre los chimpancés— la realidad es que yo no soy un chimpancé. Además, no vivía permanentemente con él”, cuenta Davids.
Fue en ese contexto que, en 2004, Judy, Punya y Pweke atacaron por primera vez a Tomy. Un año después, en 2005, el conflicto escaló y la vida de Tomy corrió peligro. “Pweke rompió la puerta que separaba sus ambientes y se encontraron cara a cara. Ahí, entre los tres, casi lo matan”, recapitula quien fue su cuidador. Como consecuencia de la pelea, a Tomy le destruyeron el ano externo. “Lo operaron y, con parte del tubo digestivo, le reconstruyeron el ano”, lamenta Martín que, al momento del ataque, no estaba trabajando en el zoo.
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Tomy jugando con sus cuidadores: Martín Davids delante y Damián Dieguez, detrás.
Foto: Marcos Gómez | AGLP
Además de ese “susto”, Davids recuerda otro episodio que lo hizo salir corriendo de su casa directo al zoo. Aunque la anécdota no es muy feliz, el recuerdo deja en evidencia lo que para él simbolizó el amor incondicional que Tomy le tenía.
Sucedió cuando lo llamaron para avisarle que Tomy, que ya era un chimpancé adulto, se había escapado de su ambiente. “Menos mal que vivía cerca. Tenía terror de que lo acribillaran a tiros. Porque los chimpancés, cuando están nerviosos o ven algo que no les gusta, hacen un alarde de fuerza, tiran cosas y van como zapateando para asustarte. Cuando llegué lo encontré en un lugar alejado del perímetro externo del zoológico”, dice.
Y sigue: “Sin imponerme, traté de que él no se alejara y, de a poco, intenté que me siguiera para entrar jugando a su ambiente. Pero no ocurría: pasaron dos, tres horas y nada. En ese momento todavía vivía un chimpancé adulto al que nunca juntaron con Tomy, justamente para evitar que lo dañara. Se llamaba Jesús. ¿Qué hice? Aproveché que Jesús hizo un grito, me acerqué a él y empecé a gritar como si me estuviera atacando. Surtió efecto. Tomy, que estaba ‘disfrutando’ de su paseo por el zoológico, se olvidó de ese disfrute y para defenderme volvió a meterse en su ambiente. Me sentí un traidor, pero aliviado porque sabía que era lo mejor para él”.
Jubilado desde 2017, actualmente, Martín Davids es el Presidente de la Fundación Zoo Arca de La Plata, una organización sin fines de lucro integrada por trabajadores y ex trabajadores del zoo local, devenido en un Bioparque tras la muerte de la elefanta Pelusa, en 2018. Tiempo antes, el cuidador quiso llevar a Tomy y a Judy a “Sorocaba”, el mayor santuario de chimpancés de América Latina, que está en Brasil.
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Seis años atrás intentaron llevar a Tomy a un santuario de Brasil pero el proyecto no prosperó.
Foto: Marcos Gómez | AGLP
“Yo había estado allí y conocía al dueño. Hicimos toda la documentación y, al final, la oportunidad se cayó. Me quise morir porque a mí me jubilaban del zoológico y, para mí, no había mejor lugar en ese momento que el santuario de Sorocaba. Incluso hasta había pensado en tratar de ir a visitarlo seguido”, recuerda Davids.
En 2019, Judy murió. Su deceso puso sobre la mesa un tema que disparó un proyecto para declarar a Tomy “Sujeto de Derecho”. Martín lo explica así: “Tras su muerte, la madre crianza de Judy, que ahora vive en España, quería recuperar las cenizas de ella. A pesar de nuestros reclamos, lamentablemente, no pudimos lograrlo. Mandaron sus restos a la Facultad de Veterinaria y nunca más nos atendieron”, explica Davids y reflexiona al respecto: “El ‘Sujeto de Derecho’ para Tomy tiene que ver con este lamentable antecedente de Judy. Cuando él fallezca también pretendo que donde tiren mis cenizas -porque las voy a hacer desparramar en algún lugar natural- las junten con las cenizas de Tomy”.
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Foto: Marcos Gómez | AGLP
Por estos días, Tomy es uno de los 400 animales, de variadas especies, que aún permanecen en el espacio del Paseo del Bosque del Bioparque platense y está a cargo del cuidador Damián Dieguez. Martín, sin embargo, lo visita una vez por semana. Fue en una de esas visitas que el fotógrafo Marcos Gómez los retrató juntos. Al igual que hace cuatro décadas, el ex cuidador le sigue llevando frutas y, también, flores. “Como ahora está acá, le planté un árbol de Hibiscus para que las flores le caigan en su espacio y pueda jugar con ellas. La ventaja que tiene esta rosa china es que da flores casi todos los días”, dice Martín y cuenta que, en este tiempo, hubo un segundo intento de llevarlo a Sorocaba pero no se concretó.
“Para establecer cuál es el mejor lugar para un animal es fundamental, ya que él no lo puede decir, establecer qué es lo que preferiría. Por su historia, Tomy no puede estar en la selva porque moriría a los pocos días. En un santuario, con otros chimpancés, quizás volvería a ser atacado. Además, sería muy difícil socializar. Podría estar solo o con otro chimpancé como estuvo con Judy, pero teniéndome a mí y a Damián es imposible transferir a otro chimpancé esa relación. El punto es qué es lo mejor para él. Justamente, lo de declararlo ‘Sujeto de Derecho’ tiene que ver con eso, no solamente con las cenizas. Si el día de mañana la situación cambia, nadie puede impedir que Tomy se vaya a otro lugar mejor para su vida si donde está dejara de serlo. Hoy ese lugar en La Plata, pero en el futuro no lejano, quizás cambie”, explica.