Luis Alfredo Sciutto Moncalvo primero fue jugador y, al lesionarse, empezó a trabajar en los medios. Llegó a dominar a ocho idiomas, trabajó en los diarios Crítica, Clarín y en otros de España, México y El Salvador. Entrevistó a presidentes, mariscales, príncipes, a Ghandi y a otras figuras que parecían inaccesibles.
El domingo 29 de junio de 1986, como uno de los momentos más sublimes del deporte, celebró el título de Argentina en la Copa del Mundo junto a su amada Aracelis Miguez, nacida en Ensenada, la mujer con la que empezó a "querer a La Plata", viviendo en Gonnet. Ella también adoraba el deporte, ya que en su juventud jugó al básquet en YPF y el Club Náutico, y al vóley en Gimnasia y Esgrima La Plata. Al morir el polifacético personaje el 3 de junio de 1995, gran parte de su archivo quedó al resguardo de los familiares, especialmente de la hija de Aracelis, en quien confió el hijo de Luis Alfredo.
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El periodista Diego Lucero junto a su esposa Aracelis Miguez, nacida en Ensenada, la mujer con la que empezó a "querer a La Plata"
Las imágenes de Diego Lucero en México '86
“Estas imágenes en el Estadio Azteca las sacó mi mamá”, expresa Adriana Galli de Miguez, docente y socia del Club Estudiantes de La Plata con su abono a platea, que habita una casa a solo doscientos metros del Estadio UNO. Como una guardiana de los recuerdos materiales y espirituales del matrimonio, toma un sobre de fotografías que al dorso dice “México, Estadio. Salida después de la final”, y nos adentramos en un partido final que hoy cumple 39 años: la Selección argentina había doblegado a Alemania Federal por 3 a 2, y un país salía a las calles con la segunda estrella, con Diego Armando Maradona como símbolo en el campo y el doctor Carlos Salvador Bilardo en la planificación del éxito.
La secuencia de fotos, que tomó la pareja con una vieja máquina allá en lo alto del mítico Estadio del Distrito Federal mexicano, asombra como la vida misma de Sciutto, al que una orden del presidente de Estados Unidos, Roosevelt, le salvó la vida en plena Guerra Civil española, luego de estar cuarenta días preso y a punto de ser ejecutado junto a otros tres periodistas. Gracias a la mediación de la embajada de Estados Unidos, fue repatriado. Sucedió en 1936 tras haber vivido los Juegos Olímpicos de Berlín, después de dejar las crónicas deportivas y pasar a España como corresponsal de guerra.
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Las imágenes de la final de México '86
Volvió a vivir y tuvo más adelante otros Juegos en Alemania, esta vez los de Múnich 1972, donde lo acompañó su mujer ensenadense. Es la hija quien hoy brinda detalles de esa relación. “Se conocieron en una cena, por amigos en común. Mamá después de viuda de unos años formalizó con Diego Lucero en 1969”.
Adriana Galli hizo gala de la buena memoria y agrega que está en contacto con Juan Manuel Sciutto (hijo uruguayo de Luis).
Su trabajo visto por sus colegas
Del fenómeno rioplatense habló una vez su colega Osvaldo Tomatti, que en una columna como “Mercurio” describió que “cada vez que había un suceso resonante en el mundo, allá viajaba Diego, pero no con grabador, sino con su inteligencia, su sagacidad, su asombrosa memoria y viveza criolla”, lo definió en sus columnas.
Adriana Galli recorre un par de habitaciones donde todo es archivo y material histórico. Hace un alto y saca de un estante un obsequio para este periodista, un libro emblema de Diego Lucero, “Siento ruido de pelota” (crónicas de medio siglo) donde hay una selección de artículos en el idioma popular, con tinte emotivo y un lenguaje de tablón y lunfardo. Esas crónicas que llevaban distintos personajes, como Pata e’ Catre y La Ciriaca. “Cada vez que iba a un lugar ya sabía la historia, si iba en España, empezaba a hablar por los reyes. Sabía de todo, te abría la cabeza. Cuando fueron a Alemania, investigó sobre Mozart, y por eso las notas de él llamaban la atención, porque salpicaba cosas reales e interesantes para cualquier persona, le gustara o no el fútbol”, explica la dueña de casa, que lo conoció y transmite todo lo que se va acordando.
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El libro de Crónicas "Siento Ruido de Pelota", un emblema de Diego Lucero que le obsequio a Adriana Galli
Sonrió mucho al decir que sus nietas, en una de sus últimas visitas, le dijeron que “esta casa se parece a un Museo”. Es que están las obras de arte del gran Diego, que además fue pintor y cincelador de metales. Vemos cuadros de caballos, de desnudos, de boxeadores; platos, y otras pinturas que no son suyas y que están dedicadas: “A Sciutto con cariño”. Le encantaba juntar mapas.
“Cuando se conocieron, él todavía vivía en Buenos Aires y mi mamá en la casa de calle 2 entre 63 y 64”, observó Adriana, futbolera de alma, pincharrata de cada partido en una butaca de la platea de 115, pese a que su apellido remite a muchos gimnasistas en la familia.
Su vida en Gonnet
Aracelis y Luis empezaron a convivir en una casa amplia, y en una crónica, fiel a su estilo, se despachó así: “Un día de excursión sentimental vimos una casa en Gonnet que se vendía y ahí nomás quedó cerrado el trato”. Fue el lugar soñado donde “Lucero” vivió dieciocho de sus sesenta años en Argentina, más los veintidós de su patria. “Hacía platería en el garaje”, dice Adriana y muestra una fotografía con su mamá y su padre adoptivo.
“La (máquina de escribir) Olivetti mi mamá la donó al Museo de la Conmebol”, detalló, y además sobre "fue el creador de Radio Carve, la primera en transmitir fútbol en Uruguay; país donde trató con Gardel. Acá en La Plata solía charlar con amigos en el café que tenía el legendario jugador pincha Aguirre Suárez".
Con orgullo puro, Adriana lleva el recuerdo vívido de los viajes que hicieron sus dos hijos con la pareja: “A mi hija Fiorella la llevaron a Europa, cuando viajaron con la Copa Mundial hasta la sede de FIFA, en 1989, después de ganarla en el ’86, y los recibió el Papa Juan Pablo I. A mi hijo Ramiro lo llevaron a Uruguay muchas veces por partidos y también a Chile por un torneo que jugó Independiente”.
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Diego Lucero se divierte en un parque de diversiones.
Su relación con Estudiantes de La Plata
La relación de Diego Lucero con Estudiantes genera más cosquillas en nuestra entrevistada, ya que sabía de la amistad del periodista con Los Profesores, aquel famoso equipo de inicios de la era profesional. “Compartí el rancho con Miguelacho Lauri, muchas jornadas de achura corrida, en compañía del inolvidable Toro Calandra y el querido entrerriano Alberto Zozaya, y del Conejo Scopelli, Nolo Ferreira, Mocho Viola, Pérez Escalá y Roberto Sbarra”, escribió una vez Lucero.
Y cuando el Estudiantes de Zubeldía reinaba por sus triunfos a nivel internacional (Diego Lucero cubrió las finales de la Libertadores ante Palmeiras) y su prosa intentó retratar el gol antológico de La Bruja Juan Ramón Verón… “Más que gol, un himno, una plegaria, una elegía, un romance, un canto épico, una hazaña, una divina locura, un rapto heroico, un chispazo genial, el que paró el reloj…”.
Antonio Guillén, actual presidente del Círculo de Periodistas de la Provincia, relata que “yo empezaba a trabajar en Clarín y él era la estrella del diario. De pronto, cuando acá a La Plata venían los grandes, Diego venía a cubrirlo y después pasaba por la agencia, en tiempos sin fax, emails y Whatsapp, había que teclear, y le ayudaba a pasar el comentario en la teletipo; hacía una columna aparte, distinta al comentario del partido. Además, tuve la suerte de trabajar en prensa de Obras Públicas y allí conocí a Aracelis, su mujer, que estaba en relaciones públicas y un par de charlas, hablando, me dice que estaba casada con Sciutto. Por supuesto que le dije que yo tenía un ídolo en el periodismo y era él. El tipo escribía en lunfardo y hablaba siete u ocho idiomas”.
Era el periodista que había practicado el football y muy bien, al punto de ser convocado por la selección de su país. Una lesión en los meniscos, cuando no podían operarse, lo empujó hacia el periodismo. Y firmó como “Wing”, hasta que se vino a Buenos Aires y como había aquí otro escriba del mismo seudónimo se convirtió en “Diego Lucero”, recordando a un pescador.
El recuerdo de la Final del Mundial México 86
El mes de junio simboliza para el futbolero tantas emociones de Copas Mundiales. Fue en la altura de México, un día como hoy, que la Selección aseguró el séptimo partido y la sexta victoria finalizando invicto aquella competencia donde fue “el fútbol total”. El lejano 29 de junio, domingo, en que las lágrimas de emoción y los rostros eufóricos salieron a las calles, mientras en el estadio Azteca, allá en los palcos, en lo más alto, Aracelis y Diego también se abrazaron y sacaron fotos hasta agotar el rollo. “Después del Mundial se fueron a pasear por Europa, anduvieron por Venecia, Austria, Notre Dame. Pensar que en el ’86 Diego tenía 85 años”, dice Adriana. Los dos tuvieron una larga vida, y algo más de tres décadas juntos. Diego falleció a los 93 años y su amada a los 96, tiempo después.
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La Consagración de Argentina en el Estadio Azteca en México 86.
La historia está escrita y en los recuerdos de una casa cercana a la cancha de Estudiantes, esa que en 1930 vio a Sciutto jugar un amistoso para Bella Vista, contra Los Profesores. El tiempo lo puso a él también en el sitial de los que enseñan.