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Nicolás Sanguinetti, ex jugador de Gimnasia.
“Estos partidos son con mayoría de Gimnasia, pero en principio fue contra equipos que se apuntaban, y después para que no haya más inconvenientes lo empezamos a hacer entre nosotros”, cuenta Guillermo, de cuna montevideano en 1966. Hoy está a cargo del espacio su hijo platense Nicolás Sanguinetti.
Una expedición desde Estancia Chica
Despojados de la ropa de fajina del club se sienten cobijados por éste espacio de amigos muchos de los que hoy componen el mundo Gimnasia. Un líder espiritual indudable es Daniel Ciancio, masajista de los planteles profesionales desde 1987 a la fecha.
Fernando Sánchez, traumatólogo, trata de no olvidarse de la técnica con que jugó en los años ochenta y noventa en el fútbol amateur de Gimnasia; categoría 1972, el “tordo” parece local, ya que la canchita está a cien metros de la casa donde se crio con su papá Norberto “Coco” Sánchez, el dirigente que presidió Gimnasia en los duros años de la B entre 1980 y 1983. A los 52 años, Fernando va a entrar y le reconoce a 0221.com.ar que “lo ideal es precalentar 20 minutos antes y no venir de laburar y jugar. Antes hay que comer y descansar, pero acá la consigna principal es venir a divertirse y a no lesionarse. ¡Y si ganás mejor!”.
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Otra parte del cuerpo técnico del fútbol amateur, Martín Saggini, Marcelo Cardozo —ambos técnicos de los pibes— y Mauro Greco —profe— renuevan su condición de defensores con mirada pétrea y pierna firme. Fernando Zaniratto, hoy técnico de la reserva tripera, siempre atento para anotarse cuando está con menor actividad, pero madrugar y estar firme en Abasto actúa como un freno a sus ganas.
Ese periodista “pescador de anécdotas” encuentra a Greco explicándole a Olivera que lo veía jugar “cuando iba con mi papá a la popular”. Y que Nahuel Fernández Silva admiraba a Mariano Messera que trata de pasarla bien, como lo hacía en la época que la prensa lo comparaba con Aimar y Riquelme y los tres llegaron a estar una preselección juvenil.
Lucas Licht: “Empieza para diversión y termina picado”
Un tejido de redes en el techo no permite el pum para arriba; y las paredes cercanas a las líneas no dan lugar a una demora o ventaja del que va en ganancia. Pero se las ingenia para mandarse la parte Lucas Licht (¡469 partidos en el profesionalismo!) que se revolcaba en el piso con la pelota en su pecho, con la cara de circunstancia por una supuesta falta. El arco chico se hace difícil si está Juan Emilio Cupertino, el oriundo de Bolívar, un ’85 que se retiró del Lobo sin el sueño de un partido en el primer equipo, pero lo hizo en la Villa y otros clubes de la B, hoy dedicado al rubro inmobiliario y a la a la música como hobby.
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Tanto los profesionales como los aficionados, en el fondo son lo mismo: competitivos, hasta tocar el límite. “Empieza para diversión y termina picado”, sonríe el “Bochi”, que venía de organizar su Escuela de Fútbol que puso con Leandro Benítez: “Con el Chino tenemos una amistad de familia, es el padrino de mi nena; su mujer fue vecina mía toda la vida”. Abrieron una en Gonnet, frente a la República de los Niños.
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Lucas Calderón y Martín Pautasso, en una charla de amigos.
“Es un placer seguir con la pelota, compartir un buen asado y en una mesa charlar de las vivencias del día a día”, afirma Daniel Rodríguez Correa, aquel “Rulo” símbolo de la ’75 campeona en 7ª División, hoy agente inmobiliario y atleta que corre en montaña con el grupo del Parque San Martín. “Llegamos a ver lugares y paisajes que jamás podrías llegar en un auto”, agrega.
Hay algunos con pasado albirrojo, Alan Maralles (libre de la 90, que jugó en Nicaragua y Guatemala), Gastón Mendoza (preparador físico de Martín Palermo en Olimpia de Paraguay, que se suma cuando está en la ciudad) y un habilidoso Gonzalo Martínez (“Chapita”), ex Pincha que llegó hasta reserva, es tripa de corazón y encarna la filosofía del hombre de barrio que quiere dejar algo al prójimo: tomó la presidencia de Deportivo Gimnasista de Berisso. Situación parecida a la de otro crack, pero de Ensenada, Francisco Ladogana, titular del CRI Catella de Ensenada, trotamundos del fútbol ya retirado que puso una academia en Estados Unidos. El día posterior los dolores son inevitables.
“Más se siente en ustedes que jugaron en la alta competencia”, opina Ciancio. En gran nivel está Franco Mussis que al arrancar en zigzag vertical deja a varios por el camino. “El Gordo” jugó en Ferro hasta fines del año y está a la búsqueda de club; mientras Lucas Calderón (hijo del ídolo pincharrata José Luis Calderón) es otro potro indomable frente al arco. Un par de fuori classe, Ricardo “Chipi” Vera (santafesino, ex San Carlos) y Nahuel Fernández Silva (tocó la primera de la Villa, el Lobo y su último club fue JJ Urquiza) demuestran otros chispazos de talento.
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Leandro Martini, en control de la pelota.
Los que no han sido jugadores, saben llevar un ritmo digno, como el arquero Alberto Zapata, Sebastián París, Mariano Franchini, Federico Reyes y Emiliano Vazquez (hijo del cantante de tangos Jorge), quien recomienda ver shows de su viejo en el Café la Humedad, en CABA. Fueron encontrando un lugar por amistad y frente a deserciones de estrellas, que dejaron de participar por encontrarse de viaje o trabajo en otras ciudades: Guglielminpietro, “Pampa” Sosa, “Zorro” Stremiz, Sebastián “Chirola” Romero y su hermano Pablo. “Ah, tenemos un asiduo concurrente que es Guillermo Enrique cuando no está en competencia”, agrega Sanguinetti.
El martes pasado mermó la calidad, y se trabó en un 4 a 3, cifra inferior a esa docena de la que bajan casi nunca. El Topo explica: “Veníamos en una racha de siete sin perder, pero el otro día ganaron el tercero y prendieron una bengala”. Cuando quisieron meterle el cuarto al hilo y no pudieron, el charrúa entró a mofarse: “A ver la bengala, vamos, saquen la bengala muchachos”. Después, en el reportaje dice sinceramente: "Rompemos los cocos que hace cuánto no nos ganan, pero queda ahí, es la competencia del momento".
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Mariano Messera, Daniel Ciancio y Guillermo Sanguinetti, en el grupo de amigos.
El show es una yapa que garantiza el “Dogo” Olivera, que entra y sale para regular el aire y entre sus bocados, buscará embroncar a un rival. Y sabe evocar el tiempo en que él fue profesional cuando “los once de un equipo se repetían y era difícil encontrar lugar”.
El peluquero a cargo de la parrilla
Daniel Spizzirri es el excelente asador, que tiene su historia con la tijera desde 1978, al abrir una peluquería famosa que hubo en 9 y 51 por donde se cortaron el cabello futbolistas y entrenadores. Uno de ellos era el uruguayo Luis Garisto y “Pelusa” Bedogni (celebridades del fútbol sudamericano). De charlas frente al espejo y formaciones de equipos, formas de entrenamiento, un día de mediados de los años ’80 “Pelusa” invitó al peluquero (que ya hacía el curso de técnico) a sumarse a la pretemporada del Lobo en Uruguay, en la hostería del Lago.
El mismo Spizzirro terminó dejando sus enseñanzas en la Liga Amateur Platense, cuando le dieron la cuarta del CF Julián Aguirre —sede en 25 y 74—. Sus anécdotas son parte del ritual de los martes: “Un día, siendo DT, apareció el tío de un juvenil y se solidarizó con la situación económica del club, ‘mire, yo organizo cuatreras, que tal si armamos el buffet y vendemos algo para ayudar. ¡Vendimos todos los chorizos y quedó dinero para solventar la afiliación!”.
Una vez al mes se celebran los cumpleaños, y los propios agasajados deben elegir el postre. En febrero celebraron Martini y Messera; el 19 nació Leandro (“el fútbol nos une”, dice mientras aguarda una oferta para conducir a otro plantel) y su amigo Mariano es el 23 (ahora director deportivo de Gimnasia).
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La coyuntura de la institución no se cuela. “Venimos a reírnos un rato”, cuenta Messera, que sigue pisándola. “El que es jugador quiere ser jugador toda la vida”, desliza, mientras tiene cita en un equipo de veteranos del Colegio de Abogados, donde integra la ofensiva con Mariano Cowen, el presidente mens sana. Múltiples partidos semanales convocan a Licht, entre el Senior de Gimnasia y un torneo en la Ruta. “El físico aguanta”.
Otro desafío finalizó y rápidamente vuelven a montar las tres canchas chicas. Se huele el aroma de la comida: pollo, vacío, chorizos. Messera llevó ensaladas de papas con mayonesa y Sanguinetti le bajó el seudónimo de sobrepique: “Papin… ¡Jean-Pierre Papin!”. En el comedor donde están las camisetas enmarcadas de la selección de Uruguay, y varios clubes, empieza el suspiro, la terapia, el televisor como testigo mudo de las carcajadas.
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Nicolás Sanguinetti, 32 años, saca una confesión atípica cuando le pregunto por su infancia y los ídolos: “Me costó tenerlos, porque los que me gustaban eran como familia, los tenía en mi casa, en la mesa”. Y después habla de su cancha, la que regentea. “Tiene mucha goma y caucho, y amortigua un poco más las articulaciones”.
Futboleros, una forma de ser. En un ritual que solo se postergará algún martes por fuerzas mayores, copiosa lluvia, o si coincide que Gimnasia es local, a la misma hora y unas pocas cuadras, bajando por la avenida 60. A estos ídolos les sale por los poros la buena disposición, la que tienen los grandes de verdad, y hacen carne una vieja frase de vestuario: en el fútbol pasan los jugadores y los técnicos, pero lo que perduran son los buenos momentos y los amigos.